El Espía de Mahler

35. Asesinos en serie

Jordi Cos
martes, 5 de marzo de 2002
0,0002791 Mientras que hoy en día, a cualquiera que oposite a una plaza de basurero municipal le someten primero a un examen psicotécnico, las orquestas, sin embargo, nos siguen contratando sin echarnos siquiera un mero vistazo a nuestros cerebros de músicos. De modo que si eres un asesino en serie, pero sabes tocar un concierto de Mozart sin arruinarle los tímpanos a nadie y llamarle "maestro" al director sin reírte, tienes un empleo garantizado en cualquier orquesta del mundo. Al menos, hasta que descuartices con un serrucho a toda la sección de trombones, el tuba incluido si practicas el ensañamiento; o en su defecto, y ya que hablamos de crímenes, hasta que prohiban a Beethoven y simpatizantes en la próxima cruzada antiterrorista.Con todos los respetos, no me cabe en la cabeza que le pidan dos dedos de cordura y tres de coeficiente intelectual a alguien para trasladar basura de un contenedor a un camión y no se los exijan, en cambio, a un músico para tocar a Mozart, cuando sólo a una mente ordenada como un acorde en estado fundamental deberían permitirle manipular las entrañas de una obra de arte sinfónica.Lo más grave de este asunto es que, al igual que los músicos, la mayor parte de los gerentes y maestros (ja, ja, ja) de las orquestas tampoco han pasado ningún tipo de control que muestre que están en sus cabales. Ni siquiera el de alcoholemia. Y eso que, últimamente, ellos mismos, invitando al conejo Bugs Bunny como director por allá, o programando una obra del insufrible Emilio Aragón por aquí, no cesan de pedirlo a gritos en todo el mundo.Mas los políticos no les hacen el menor caso. Tiene su lógica: ellos tampoco tuvieron que pasar por ningún control psicológico para gobernar. Les bastó con ganar las elecciones entonando la partitura de su ideario sin arruinarle los tímpanos al Fondo Monetario Internacional, y llamarle "maestro" a George Bush sin babear. Algún ministro, incluso, se permitió luego el lujo de suspender la segunda prueba. Que se lo pregunten si no a las cervicales de Piqué.Nos preocupamos, en fin, por el estado mental de quienes manejan nuestros residuos, pero no nos quita el sueño la inquietante posibilidad de que hayamos puesto en manos de una horda de asesinos en serie no sólo el cuidado del patrimonio musical de occidente, sino también el destino del planeta.Y es que a pesar de Darwin, yo sostengo que el hombre no procede del mono, sino del escarabajo pelotero que, como nosotros, presta más atención a la gestión de la mierda que genera que a la de la cultura. No es una teoría, es un estado de ánimo.
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