Discos
Bel chant
Raúl González Arévalo
En los últimos tiempos Opera Rara se ha volcado con el repertorio francés. Después de Rita de Donizetti [leer reseña], Fantasio de Offenbach [leer reseña] y Les Martyrs de nuevo de Donizetti [leer reseña] llega esta La Colombe de Gounod, y se anuncia la parte original de Donizetti de la inconclusa Le duc d’Albe como próximo lanzamiento para el año que viene. Ahí es nada.
Gounod es conocido como autor de uno de los títulos icónicos del repertorio galo, Faust, la ópera francesa más representada junto con Carmen. Y mantiene un buen índice de popularidad Roméo et Juliette, en mayor medida que Mireille. Todas ellas tienen en común que son óperas de gran formato, en cinco actos. Sin embargo, Gounod también se prodigó en el campo de la opéra comique de formato más reducido, como recuerdan Le médecin malgré lui, Philémon et Baucis y esta Colombe. Sin embargo, han sido prácticamente ignoradas por varios motivos: el primero y más evidente la popularidad descomunal de sus títulos más ambiciosos. El segundo, que no se trata de obras maestras del género al estilo de las de Offenbach. La conexión con el “Mozart de los Campos Elíseos” la da el título y el objeto en torno al que gira la trama de la obra: una paloma en este caso, como un loro en el de Vert Vert, que no en vano también grabó en primicia Opera Rara en 2008 [leer reseña]. De modo que no resulta tan sorprendente la presencia de este título en el catálogo del sello británico, que siempre ha prestado atención al mundo de la opereta francesa y en particular a Offenbach (al que ha dedicado el monográfico Entre Nous, leer reseña) y otros títulos secundarios del catálogo de compositores conocidos por obras de mayor envergadura, como ocurría con La cour de Célimène de Ambroise Thomas [leer reseña].
Como era de esperar, habida cuenta el género y la trama –sacada de una fábula de La Fontaine– los personajes son muy sencillos, el argumento no tiene un desarrollo dramático importante, salvo el de ofrecer momentos solistas destacados, y la música no tiene mayor pretensión que la de entretener. Lo que no significa que sea una música banal: la calidad del compositor está ahí, con su don melódico, al que a buen seguro contribuyó también la presencia en el estreno en Baden-Baden de Caroline Miolan-Carvalho, destinataria original también de Baucis, Marguerite, Mireille y Juliette. Como bajo, Emile Balanqué, el Méphistopheles primigenio de Faust. El tenor era nada menos que Gustave Roger, Jean de Leyde de Le prophète de Meyerbeer y otros papeles de Auber y Halévy. El cuarteto clásico se completa con un papel en travesti para mezzo, el de Mazet. Y no hay coro.
El libreto de Barbier y Carré, como siempre, está bien desarrollado, es equilibrado y ofrece ocasiones de lucimiento para cada uno de los intérpretes. El papel de Sylvie en particular ofrece grandes ocasiones para la coloratura, como era siempre requisito de la Miolan-Carvalho. Sus momentos solistas no llegan a la altura del aria de las joyas de Marguerite y los valses de Mireille y Juliette, pero son encantadores, están muy bien escritos para la voz y perfectamente resueltos por Erin Morley, una lírica –más que ligera– de coloratura con buenos agudos. Apenasse observa un ligero deje anglosajón perceptible en el diálogo más que en el canto. Una estupenda elección de reparto.
Javier Camarena es un lujo asiático como Horace. Con experiencia en el repertorio francés más ligero, como revelan su Comte Ory –junto a Cecilia Bartoli [leer reseña]– y su Tonio, y un buen francés cantado (algo menos fluido en los diálogos), tiene medios sobrados para Horace, que aparentemente no tiene grandes exigencias, pero que de pronto se descuelga con unos agudos importantes. Y si algo sobra al mexicano son agudos, como los que impone en el final del primer acto. Además, el tenor se muestra dúctil y matizado en los momentos más líricos, y el resultado final es un canto sin esfuerzo aparente en toda la tesitura, dominando todos los resortes expresivos a su alcance. Un magnífico fichaje para el sello.
La otra campanada la da Opera Rara al contar nada menos que con Laurent Naouri. Sobradamente conocido por sus cuatro malvados de Los cuentos de Hoffmann, maître Jean no es tan exigente como Méphistopheles de Faust, y le permite desplegar a sus anchas sus grandes dotes para papeles cómicos como precisamente éste. Intérprete en la madurez de su arte, su presencia impecable en esta grabación es otro lujo espléndido.
Gounod recurrió ampliamente al personaje en travesti en sus óperas. Mazet es un papel al estilo del Siebel de Faust, Taven de Mireille o Stéphano de Roméo et Juliette: ni principal ni secundario, con momentos solistas de lucimiento. Y la mezzosoprano québecoise Michèle Loisier encaja perfectamente en esa tipología: no creo que alcance la primera fila, pero se desempeña bien, incluso con elegancia, en este contexto.
Mark Elder dirige perfectamente a gusto y con estilo una partitura interesante pero no cautivadora, inspirada pero no brillante por la ausencia de grandes momentos musicales. La Orquesta Hallé responde muy bien a las necesidades de la instrumentación, y se ve favorecida por la espléndida toma de sonido. En definitiva, una gran aportación al catálogo discográfico de Gounod.
Este disco ha sido enviado para su reseña por Opera Rara
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