Discos
Más allá de las estrellas
Raúl González Arévalo
Decca parece haberse apuntado a la fórmula del recital múltiple. Después de The 5 Countertenors [leer reseña] llegan estas Divas barrocas, que sin embargo no cantan prácticamente papeles escritos para prime donne, sino fundamentalmente para primi uomini castrados. Las notas, centradas en los destinatarios originales de las arias más que en los compositores y las obras a las que pertenecen, hablan de Niccolò Grimaldi (el primer Rinaldo de Händel), Giovanni Battista Minelli y Giovanni Ossi, aunque también aparecen los más conocidos Farinelli y Caffarelli.
Habida cuenta los destinatarios originales y los compositores presentes, a excepción hecha Gluck (¿qué pinta una ópera parisina en este recital de barroco italiano?) y Vivaldi, absolutamente consagrados en el universo lírico; y Hasse y Vinci, cada vez más reivindicados con integrales recientes (Siroe re di Persia y Catone in Utica, ambas en Decca), los demás son compositores que esperan su oportunidad. Es el caso indiscutible de Veracini, del que acaba de salir por fin una integral de Adriano in Siria; de Bononcini, del que inexplicablemente apenas contamos con una selección de su Griselda grabada hace más de medio siglo por Bonynge y Sutherland; o de Sarro y Porta, que siguen siendo rarezas absolutas con arias sueltas en recitales barrocos; por su parte, Caldara no levanta el vuelo discográfico, a pesar del reciente recital de Sabadus [leer reseña], del anterior de Jaroussky, o de grabaciones como su serenata La concordia de’ pianeti [leer reseña]. El universo barroco está lejos de agotar su repertorio y las inmensas posibilidades que ofrece, en las circunstancias de mercado que reclama títulos inéditos, y de cantantes disponibles, con un ejército de intérpretes preparados para la música vocal del XVII y XVIII.
De las cuatro cantantes reunidas para la ocasión apenas se puede reconocer el estatus de estrella a Vivica Genaux, aunque sin llegar al nivel de una Bartoli, una Garanča o una Kožená, que cuentan con la potente Universal a sus espaldas, todo sea dicho de paso. La de Alaska se erige indiscutible como triunfadora del maratón vocal. No sólo por su conocida capacidad para las agilidades, que demuestra sobradamente de nuevo en el aria circense de Veracini destinada a Farinelli, a quien consagró un recital de la mano de Jacobs hace una década, lanzándola de golpe al estrellato. A pesar de una voz poco atractiva, que suena hueca, con sonidos velados en el grave, lo cierto es que la mezzosoprano convierte el aria del Solimano de Hasse (que interpretó íntegra también con Jacobs, lástima que no se publicara grabación alguna) en una maravilla de lirismo por la suavidad de canto y la expresividad que extrae de la melodía, para rematar con Gluck ("Le belle immagini").
Mary-Ellen Nesi, de voz más oscura, se está labrando una discografía de todo respeto, trabajando con los principales especialistas barrocos. La Iphigénie de Gluck no parece una elección particularmente acertada, en vista sobre todo del francés difícilmente inteligible, condición indispensable para llevar a su máxima expresividad al compositor, aunque recuerda que posee un temperamento dramático notable y la inteligencia de hacer expresivos algunos sonidos ásperos, como revela el aria de Siface de Porta-Sellitto. La capacidad para la coloratura queda demostrada además con el Astianatte de Bononcini (¿para cuándo una integral?).
La voz más bella de todas la luce Romina Basso, con una calidez, una riqueza de armónicos y una plenitud de sonido en todos los registros sobresaliente. La coloratura suena inmaculada con Vivaldi y Sarro, y saca un gran partido al aria de Caldara. Se merece todo. Por su parte, Sonia Prina, la única que se presenta como contralto, está siempre cómoda en el repertorio barroco y convincente en los papeles en travesti, domina el estilo y los resortes expresivos. Desafortunadamente la voz suena un tanto ajada y la toma de sonido, inexplicablemente más distante que en el caso de las demás intérpretes, no le favorece. La coloratura es buena aunque no es una virtuosa deslumbrante en las arias de Vinci (“Ti calpesto, o crudo amore”) y Hasse (“Solca il mar e nel periglio”), lo que resulta más evidente aún por la prestación más brillante de las demás colegas en este aspecto. Su mejor momento lo tiene con “Pallido il sole”, también de Hasse, donde realmente suena conmovedora y maestra del estilo patético.
George Petrou es el director perfecto para concertar este recorrido por músicas poco conocidas y para contar con cantantes meritorios acreedoras de una gran valía, que no se cuenta necesariamente por el grado de popularidad que impulsa el marketing. La Armonia Atenea sigue confirmando su excelencia con cada nueva grabación que saca al mercado. Seguro que la próxima integral de Arminio de Händel es otra prueba más.
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