Discos
Verismo raro
Raúl González Arévalo
Opera Rara no deja de sorprender a propios y extraños, reinventándose sin cesar. Acostumbrados al bel canto y la ópera francesa decimonónica, lo que menos cabía esperar a estas alturas era un acercamiento al verismo. Teniendo como núcleo duro las obras creadas en el medio siglo que transcurre entre 1820 y 1870, pocas veces ha trascendido esos límites cronológicos. Así, homenajeó a Mozart por su 250º cumpleaños, explorando de una parte su relación con Johann Christian Bach y de otra su faceta como proveedor de variaciones en el sugerente álbum Mozart The Supreme Decorator. Una década más tarde da un salto hacia adelante, entrando en pleno siglo XX con Leoncavallo y su Zazà.
Leoncavallo pertenece a ese puñado de compositores conocidos prácticamente por una única obra que se ha mantenido en el repertorio, en este caso I pagliacci, ópera primeriza cuyo éxito eclipsó todos sus títulos y esfuerzos posteriores. Los más avezados sabrán que fue autor de otra Bohème ensombrecida desde sus inicios por la propuesta de Puccini. Quienes hayan tenido curiosidad por profundizar en su obra se habrán hecho con la espléndida grabación de I Medici dirigida por Alberto Veronesi con un reparto de campanillas encabezado por Plácido Domingo, Daniela Dessì y Carlos Álvarez (DG 2007). En consecuencia, se podría concluir que cualquier ópera del compositor que no sea Payasos es, por derecho propio, una ópera rara. En una vuelta de tuerca, el sello británico no se ha conformado con grabar la versión primigenia estrenada en 1900, de la que ya había un puñado de grabaciones más voluntariosas que conseguidas (Gala; Bongiovanni), todas en vivo, siendo la más interesante la encabezada por Clara Petrella y Giuseppe Camporà (Memories / Nuova Era 1969). Para la ocasión el sello británico no sólo graba por primera vez el título en estudio, sino que ofrece en primicia la revisión que el propio compositor llevó a cabo en 1919, aunque sin aumentar la popularidad del título, como era su intención.
Más allá de los gustos de cada época, un buen indicador de las posibilidades que ofrece un título del que no hay prácticamente memoria fonográfica ni colectiva es conocer cuántas representaciones tuvo en su época y qué intérpretes se interesaron por los papeles protagonistas. Desde luego es un criterio que se reivindica para el repertorio barroco. Y es igual de válido para cualquier otro. En el caso de Zazà, estrenada por la batuta nada menos que de Arturo Toscanini, sopranos como Rosina Storchio y Geraldine Farrar patrocinaron el título. Es fácil entender por qué: hace falta una cantante-actriz que encarne convincentemente a la intérprete de music hall, por lo que se requiere una presencia escénica y dotes para la interpretación muy destacadas, además de excelencia como cantante.
Ermonela Jaho se ha revelado como una espléndida elección. La soprano albanesa no me había convencido en bel canto (Anna Bolena), pero sí bastante más como Violetta de La traviata, título que ha paseado ampliamente y que ha grabado comercialmente (Opus Arte). Sin embargo, no cabe duda de que esta Zazà le calza como un guante. No sólo hace frente con gran solvencia a todos los momentos solistas, a comenzar por la famosa aria “Lo sai tu” o la más exigente “Mamma! Io non l’ho avuta mai”, sino que pone en pie un personaje de carne y hueso, interpretado con pasión, un canto atractivo y un excelente italiano.
A su lado Riccardo Massi tiene un cometido más ingrato, pues el amante Milio Dufresne es un personaje antipático. El tenor italiano, menos carismático que su compañera, suena cómodo en toda la tesitura y en los dúos ofrece respuestas a la altura de Jaho. De la misma manera, Stephen Gaertner convence como Cascart, sonando como debe un personaje que reviste autoridad moral y sabiduría de edad. Los demás intérpretes completan adecuadamente el cuadro de personajes secundarios.
El coro de la BBC, preparado por el excelente Renato Balsadonna, suena impecable, como la Orquesta Sinfónica de la radiotelevisión británica. Pero, sobre todo, Maurizio Benini, autor asimismo de la edición crítica de la versión grabada, sabe imprimir los tiempos justos para realzar la elegancia intrínseca de la escritura de Leoncavallo y su sentido del espectáculo, aprovechando las posibilidades que siempre ofrece el mundo del teatro llevado a escena. Desde luego es su mejor resultado con el sello británico, después de la menos lograda en su conjunto La donna del lago de Rossini, la inesperada y convincente Virginia de Mercadante y la excelente Zelmira. Una propuesta muy bienvenida.
En cualquier caso, que no teman los amantes del bel canto, el sello británico ha vuelto a sus orígenes, grabando la primera versión en estudio de Adelson e Salvini de Bellini en mayo pasado, y tiene en marcha un nuevo registro de Semiramide de Rossini el próximo septiembre.
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