La guerra, como invento humano, está indisolublemente unida al hombre. Por eso existe desde la Prehistoria, cuando estaba en juego la mera supervivencia individual y de grupo cada minuto, y perdurará mientras lo haga la especie. Lo cierto es que ni las más grandes epopeyas de la Antigüedad (La Iliada, La Eneida) pueden esconder bajo el halo de la épica el horror que conllevan. Con el agravante, además, de que las guerras románticas terminaron con la I Guerra Mundial; las heroicas con la II Guerra Mundial; y las revolucionarias con Vietnam. La Sociedad de Naciones que siguió a la primera contienda planetaria para que no se repitiera un horror sin precedentes fue un rotundo fracaso; la segunda alumbró la Guerra Fría, de la que es consecuencia, entre muchos otros, el conflicto del Sureste asiático. La ONU es un organismo vacío, incapaz de…
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