Discos
Tiempo congelado
Paco Yáñez

En estas fechas, ya navideñas, que nos precipitan hacia el final de un año más que sumar a la creciente lista de los calendarios apurados, el sello alemán Wergo nos propone, precisamente, detener el tiempo a través de un soberbio recital de órgano y abismarnos, por medio de sus ricas sonoridades, a la contemplación: esa actitud vital tan necesaria como cada vez más extraña a nuestras sociedades de prisas, ruidos y furias...
...y qué mejor forma de tomar conciencia del tiempo, que comenzar nuestro recorrido alrededor de este compacto por la que es (casi con toda seguridad; al menos, que uno tenga constancia) la obra musical en curso más larga de la historia: Organ2/ASLSP (1987), partitura para órgano del norteamericano John Cage (Los Ángeles, 1912 - Nueva York, 1992) cuya actual ejecución en la iglesia de San Buchardi, en la localidad alemana de Halbertstadt, comenzó en el año 2001 y está proyectada para una duración de 639 años, hasta su finalización en el 2640 (!). Por lo tanto: tiempo, más que nunca, habitado, desvelado, convertido en sustancia audible a través de silencios y acordes que nos acompañarán durante años que devendrán siglos, superando generaciones y todas las medidas musicales previamente interpretadas. Tal y como apuntamos en febrero de 2014, cuando reseñamos la obra completa para órgano de John Cage que Gary Verkade registró en 2007 en la iglesia sueca de Gammelstad (mode records 253), al lado de lo de Halbertstadt, cualquier interpretación al uso queda convertida en un mero suspiro; en el caso de Verkade, de 32:56 minutos de duración. Ello nos privaba de escuchar el relieve cada nota, de cada silencio, el peso y la gravedad de cada uno de los sonidos como ente autónomo y aparición con vida propia, con sus juegos de resonancias en las reverberaciones de los tubos y las naves eclesiásticas.
La versión que ahora nos propone en el sello Wergo el extraordinario organista y compositor alemán Dominik Susteck (Bochum, 1977) expande su duración hasta los 44:24 minutos. Sin embargo, no es la mayor expansión temporal la diferencia fundamental entre ambos, sino el hecho de que Verkade contaba con hasta seis activadores de registros en su versión para mode records de Organ2/ASLSP, algo que convertía aquella lectura sueca en una ejecución prácticamente camerística. Susteck, hasta donde sabemos, afronta su interpretación en solitario, apoyado, eso sí, en las enormes posibilidades del órgano de la Kunst-Station Sankt Peter de Colonia, uno de los mejores instrumentos en su género para abordar el repertorio contemporáneo. Si en Verkade primaba una lectura más homogénea, abstracta y espiritual, concentrando sus sonoridades, especialmente en su primera parte, generando alteraciones de los timbres que parecían glissandi y crescendi, confiriendo a Organ2/ASLSP una inestabilidad mayor; en Susteck prima la heterogeneidad, con más diferentes estratos y una presencia mucho más agresiva desde su comienzo. Como en el registro de mode, volvemos a escuchar tratamientos de las texturas por medio de los tiradores, generalmente accionados lentamente, para dar mayor relieve y detalle a cada modificación sonora y, así, alquitarar algunas de las 'sonoridades impuras' que tanto atraían al genio californiano. Dinámicas, registros y duraciones no fueron determinados por Cage en su partitura; de ahí, que cada ejecución de esta particularísima obra depare un mundo completamente nuevo, como lo son los de Verkade y Susteck entre sí. Desde un comienzo que Susteck acerca al crepitar de un minimalismo, o a la irregularidad rítmica de un Ligeti o un Nancarrow, con un uso febril de los registros y el vibrato, avanzamos por bloques inmensos en el órgano de Colonia, acercando estilísticamente Organ2/ASLSP a la avantgarde europea de la posguerra, de la que Susteck es un directo heredero. Por tanto, dos versiones discográfica perfectamente complementarias para comprobar la belleza y las posibilidades de una partitura que, como buena parte del Cage tardío, hace del intérprete un segundo compositor de la obra.
Si un ámbito cultural está marcado por la contemplación y por una concepción del tiempo con un sentido circular (idea que tanto influyó, por otra parte, al propio John Cage), ése es el oriental; y dentro del mismo, el nipón. La partitura para órgano Cloudscape (2000), del japonés Toshio Hosokawa (Hiroshima, 1955), nos muestra ese proceso de nacimiento desde el silencio, desarrollo orgánico de sus sonoridades y vuelta al silencio: recorrido circular característico de Hosokawa. Otro elemento recurrente en la obra tardía del japonés es la recreación de la sonoridad de los instrumentos japoneses en instrumentos occidentales. En Cloudscape es el órgano europeo el que recrea al shō, por medio de dos teclados y el pedalero, cuyos sonidos sostenidos se solapan creando la imagen de un ensemble de órganos de boca japoneses: tal es el shō. El proceso de desarrollo, choque, conflicto y disolución de las melodías, así como sus progresiones armónicas, intentan dar forma musical al paisajismo japonés, en cuyas miniaturas las nubes adquieren una gran importancia. De este modo, los elementos del aire y del agua hacen de Cloudscape una pieza de gran motilidad, marcada por los cambios internos, con un planteamiento estructural que la acerca a los últimos cuartetos de Hosokawa.
La segunda obra de Toshio Hosokawa que escuchamos en este compacto, Sen IV (1990), pertenece a un periodo distinto en el catálogo del japonés. Se trata de una partitura más aguerrida y virulenta en su comienzo, marcado por acordes agresivos cuyas resonancias paladeamos en los despojados compases que los suceden. De este modo, estudia Hosokawa los conceptos del espacio, el vacío y el silencio, al que acaba abismando su partitura entre un entramado de sutilísimas reverberaciones de los registros extremos; por momentos, prácticamente inaudibles en las regiones más agudas; y eso que Susteck nos brinda una lectura soberbia, muy matizada en su final, así como arrojada en su arranque; de nuevo, explotando las enormes posibilidades de su órgano y un magnífico registro de un espacio que es aquí verdadera topología sonora.
Pero si unas piezas exprimen al máximo las posibilidades del excelso órgano de la Kunst-Station Sankt Peter (cuya disposición se especifica con minucioso detalle en cuatro páginas del libreto), ésas son Carillons I-III (2015), del propio Dominik Susteck. Ya que en fechas navideñas nos encontramos, estos Carillons nos traerán al recuerdo un paisaje nevado con campanas de fondo, actualizadas y proyectadas al futuro: tal es la proliferación de sonoridades extendidas que alquitara el fabuloso órgano de Colonia. Éstas se propagan por el espacio (retomando ideas netamente hosokawianas) gracias a los dos órganos que conforman el instrumento que ataca Susteck, conectados ambos a una misma consola desde la que, además, se puede activar todo un dispositivo de instrumentos espacializados por la Kunst-Station Sankt Peter gracias al interfaz informático del órgano y al trabajo, específicamente para esta pieza, de Gerhard Kern en la construcción de unos instrumentos que, por lo que Ingo Dorfmüller nos señala en sus notas, conforman todo un parque de esculturas sonoras en el interior del recinto eclesiástico. Formalmente, Carillons son tres improvisaciones de raigambre, igualmente, cageana, por la gran libertad de desarrollo de los colores, las texturas y las formas que Susteck despliega en medios mecánicos y electrónicos, llenando de ecos y fantasmagorías sonoras el espacio. No estamos ante piezas con la potencia artística de las de Cage y Hosokawa, pero resultan muy interesantes para conocer hasta dónde llega tan particular instrumento como el utilizado en este registro, que añade, con su diálogo entre oriente y occidente, un nuevo capítulo a la magnífica serie de grabaciones que Dominik Susteck ha realizado a lo largo de los últimos años para Wergo; registros de los que en Mundoclasico.com hemos reseñado los soberbios compactos dedicados a Mauricio Kagel (Wergo WER 7345 2) y György Ligeti (Wergo WER 6757 2); discos que se suman a lanzamientos previos con obras para órgano de Karlheinz Stockhausen (WER 6736 2), Wolfgang Rihm (WER 6751 2), Adriana Hölszky (WER 6789 2) y Gerhard Stäbler (WER 7315 2).
Las tomas de sonido vuelven a ser verdaderamente excelentes. El órgano adquiere una presencia impresionante y la definición de sus registros es nítida y bella. Al igual que en los compactos dedicados a Kagel y Ligeti, el libreto incluye un magnífico ensayo a cargo de Ingo Dorfmüller, además de diversas fotografías, datos técnicos, discografía y la antes mencionada especificación de la disposición del órgano de la Kunst-Station Sankt Peter. Un compacto, por tanto, para no pasar por alto y añadir a la lista de verdaderas reinvenciones del medio organístico en manos de Dominik Susteck.
Este disco ha sido enviado para su recensión por Wergo.
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