Discos

Las virtudes de la segunda fila

Raúl González Arévalo
martes, 6 de marzo de 2018
The Gasparini Album. Arias by Francesco Gasparini. Procedentes de Astianatte (“Se la Grecia s’armerà”), L’oracolo del Fato (“Qui ti scrivo o nome amato”, “Se non canti più per me”), Il Ciro (“Nell’orror della procella), Bajazette (“Par che mi nasca in seno”), Il Tamerlano (“Svena, uccidi”, “Cor di padre”), Engelberta (Sinfonia), Santa Eufrosina (“Quid al porto d’ocean”), Amleto (“D’ire armato”), Il Roderigo (“Non ha incendio”, “Non vo lasciarti più”), Atalia (“Ombre care”), Andate o miei sospiri (Cantata), Concerto per flauto. Roberta Invernizzi, soprano. Auser Musici. Carlo Ipata, director. Un CD (DDD) de 59 minutos de duración. Grabado en el Teatro Rossi Aperto de Pisa (Italia), del 24 al 27 de agosto de 2016. GLOSSA GCD 922905. Distribución en España: Semele.
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El barroco italiano presenta posibilidades infinitas. Tras la consagración discográfica pionera de Handel y la más reciente de Vivaldi están saliendo a la luz otros compositores y títulos que hasta hace una década parecía imposible que fueran a salir de las enciclopedias de música. Me refiero a Hasse (Siroe, re di Persia), Vinci (Catone in Utica), Pergolesi (Adriano in Siria) o Porpora (con Germanico in Germania recién publicado). Se trata de nombres indispensables, autores de obras magistrales que sufrían un olvido inmerecido.

Junto a ellos había una plétora de músicos componiendo para hacer frente a la demanda desaforada de nuevos títulos. Se trata de autores que también reivindican su lugar y su papel con fuerza, a los que las grandes discográficas todavía no han prestado atención, si es que en algún momento lo hacen. Probablemente dependa del interés de un cantante importante con contrato en exclusiva, como está haciendo Max Emmanuel Cenčić con Decca. Afortunadamente.

En este sentido, la industria discográfica ofrece un soporte complementario a los estudios académicos, pues permite escuchar cómo sonaba el teatro musical barroco, algo indispensable para su revalorización y reivindicación. Aquí es donde los sellos más pequeños están llenando un hueco cuyo conocimiento es indispensable, más allá de los grandes nombres y los grandes títulos, que componen el armazón pero no el relleno del conjunto de la producción musical. Así, Fra Bernardo concedió su oportunidad a Francesco Veracini con su mayor éxito, Adriano in Siria. Y Glossa está haciendo lo propio con Francesco Gasparini, del que ya sacó en 2015 su Il Bajazet. Dos años más tarde regresa con The Gasparini Album, una selección de títulos que ofrece un recorrido por su producción desde 1686 hasta 1723, con obras destinadas a escenarios provinciales (el Livorno de los inicios) pero también a los grandes centros internacionales de la escena lírica: Roma, Venecia y Viena.

La idea del monográfico dedicado a un compositor ha estado inevitablemente dominada por la gigantesca figura de Handel, seguido por Vivaldi desde que Cecilia Bartoli lo “redescubrió” en 1999. Precisamente la mezzosoprano romana ha cultivado en particular esta forma de exploración musical, con recitales dedicados a las óperas italianas de Gluck, a Salieri y a Steffani. Otros cantantes han seguido esta fórmula, que tan bien funciona, como hizo hace unos años Max Emanuel Cenčić con Hasse o más recientemente Julia Lezhneva con Graun. Gasparini aún no había recibido una atención similar, así que la propuesta de Glossa es más que bienvenida, sobre todo porque viene de la mano de una gran artista, Roberta Invernizzi.

El nombre de Gasparini estaba indisolublemente unido al de Handel, pues el castrado Francesco Borosini llegó a Londres con la partitura de Il Bajazet bajo el brazo. El sajón la estudió y “homenajeó” al colega toscano trabajando sobre la música del protagonista, como es evidente en el aria de Tamerlano “Forte e lieto andrei”, una de las más famosas que escribió en su carrera para la cuerda de tenor. Pero nunca escuchábamos la original, hasta que Ian Bostridge tuvo la feliz idea en su recital Three Baroque Tenors (Emi 2009-2010) de ofrecer ambas, permitiendo una interesantísima comparación.

Con ocasión de la grabación de Il Bajazet decía que “genios hay muy pocos, y Gasparini no es uno de ellos (…), lo que no resta un ápice de interés al acercamiento a su obra”. Con la escucha de este nuevo álbum me reafirmo en mis impresiones, aunque aumenta mi aprecio por el compositor. Carlo Ipata, que dirigió la integral citada, se ha convertido en el gran adalid del compositor toscano y en esta ocasión ha hecho una magnífica selección de piezas, que muestran la variedad de afectos barrocos que era capaz de sugerir con su música, desde las agilidades más arriesgadas en las arie di bravura hasta otros momentos más líricos, de estilo pastoral, con una instrumentación siempre atractiva y de estilo netamente personal. Las notas, de mano del director, son modélicas en su recorrido por la carrera y el estilo del compositor.

Auser Musici toca mejor en esta ocasión que en la integral de Bajazet, con un sonido más maduro y cálido, como descubre además en el concierto para flauta incluido, mientras que resulta difícil imaginar una dirección mejor que la del propio Ipata. Respecto a la gran protagonista (no lo duden, es ella, más que el compositor), a estas alturas resulta difícil escribir nada nuevo sobre Roberta Invernizzi. Su dominio de la voz, la variedad de acentos y la perfecta adecuación estilística convierten su presencia en garantía automática de interés y trabajo sobresaliente. Algo más necesario aún para insistir en las virtudes de los músicos de la segunda fila.

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