Bajo la alfombra de Enrique Granados

46] Los pianos de Granados

José María Rebés
viernes, 26 de octubre de 2018
Jaume Cussó Maurell © Dominio público Jaume Cussó Maurell © Dominio público
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Definitivamente un pianista tiene un gran inconveniente a la hora de realizar una gira de conciertos: no es fácil llevarse el instrumento consigo. Cierto que para otros instrumentista la tarea es simplemente imposible, como para los organistas, pero para un pianista o clavecinista la cosa no es nada fácil. Lo era todavía menos en los tiempos históricos en los que Franz Liszt (1811-1886) diera una serie de conciertos en España, pasando por Madrid (1844), Córdoba, Sevilla, Málaga, Cádiz, Valencia y Barcelona (ya en 1845), entre otros lugares. Para esos conciertos viajó con sus propios pianos de cola, dos en total. Tiene su explicación: en 1845 no era fácil substituir un piano por otro entre concierto y concierto. El tiempo que tardaba en llegar un piano desde París en una época en la que no existía el ferrocarril no permitía improvisaciones, así es que Liszt, que era muy temperamental tocando el piano, se hacía acostumbrado a desplazarse con sus propios pianos, no fiándose de los que pudiera encontrar allá donde fuera, y además, si podía, dos mejor que uno. Así, si una cuerda se rompía (tampoco eran como las de ahora) o si un mecanismo de tecla o de pedal se averiaban siempre podía echar mano del suplente, que esperaba su turno en algún lugar accesible del teatro. En los tiempos de Liszt pocos teatros poseían pianos de verdadera valía, hay que decirlo. 

Ayer se efectuó el segundo concierto de M. Liszt en el salón del casino filarmónico, y la ejecución de este célebre artista fue más asombrosa si cabe que en la función anterior. No era ya un piano lo que oíamos, era una orquesta completa, robusta y sublime que expresaba los sentimientos más indefinibles y lanzaba los ánimos a regiones desconocidas. Los concurrentes aplaudieron con frenesí, sin separar los ojos de aquellas manos privilegiadas, cuyos movimientos rápidos era imposible seguir con la vista.

Granados lo tenía más fácil, en sus tiempos los concertistas se desplazaban ya casi siempre en tren para estas larguísimas giras. El leridano se movió mucho más de lo que algunos biógrafos suyos han dado a entender. En sus tiempos pre-estudios en París había visitado ya Valencia en alguna ocasión, según Pablo Vila San-Juan, que comenta en su libro Papeles íntimos de Enrique Granados, sin aportar pruebas documentales, que «en casa de los Carbajosa [amigos del compositor] se dan fiestas familiares donde Granados toca el piano». A la vuelta de sus estudios de París (1889) es cuando comienza su verdadera vida de concertista, inicialmente en Barcelona y con alguna salida a lugares cercanos, como el Balneario Blancafort de La Garriga, en octubre de ese año. 

Por cierto, en junio de 1891 el joven músico español unió su nombre al de Franz Liszt, ya fallecido, al tocar el órgano en la parroquia de la Concepción de Barcelona en una obra del húngaro, la Missa Choralis, bajo la dirección del músico Robert Goberna (1858-1934), organista, pianista y compositor. Curiosamente Goberna, que había sido alumno de Carles Gumersind Vidiella, le había antecedido como pianista de café en el antiguo Café de las Delicias. 

Pero sigamos con los viajes de Granados: en 1893, tras casarse, inicia su vida de trotamundos con un viaje a Valencia. Allí da un concierto al encontrarse accidentalmente en la ciudad tocando un piano Boisselot & Fils en la comercial Turell, un almacén de música de los de entonces, con venta de partituras, edición de partituras y venta de instrumentos musicales. La marca de pianos mencionada era justamente la que comercializaba Turell en Valencia, fabrica fundada en Marsella por Jean-Louis Boisselot (1782-1847) y posteriormente dirigida por sus hijos Louis-Constatin (fallecido en 1850) y Xavier, hasta que en 1865 este último legó la empresa a su sobrino Franz, hijo de Louis-Constantin, cuyo padrino era el pianista y compositor Franz Liszt. En 1847 el fundador había abierto una sucursal en Barcelona. La 'Gran Guerra', llamada posteriormente Primera Guerra Mundial, supuso el cierre de la fábrica.

A la ciudad del Turia acudió muchas veces a lo largo de su vida, utilizando en ocasiones pianos transportados expresamente desde Barcelona para sus conciertos. En estos casos el piano elegido era el gran cola Ortiz & Cussó, y en alguna ocasión (1906) acudió a la ciudad acompañado del propietario de dicha marca, Jaume Cussó i Maurell. Este industrial había fundado en 1898 la fábrica de pianos, que en 1904 pasó a denominarse Sociedad Franco-Hispano-Americana, ya sin el concurso del socio Ortiz, dando un nuevo nombre a sus pianos, el de Cussó SFHA. Llegó a construir unos dos mil pianos al año, muy apreciados y que ganaron medallas en concursos internacionales, como el de la Exposición Universal de Milán de 1906 y el de la Exposición Universal de Bruselas de 1910. Jaume Cussó, vizconde de Cussó, fue además un impulsor de la música, plasmado en la apertura de la Sala Mozart de Barcelona en la primavera de 1914. El local funcionaba ya anteriormente como sala de conciertos y su inauguración oficial como Sala Mozart se produjo en la noche del 27 de marzo de 1914, como

…una sala relativamente pequeña (15 por 15 metros y seis de altura), con quinientas butacas, aparte los asientos de palco. La decoración, estilo Luis XVI, muy sencilla, de tonos claros y verdadera seriedad. […] Se ha abierto una comunicación con la casa vecina, en la que están instaladas la Asociación Musical y la Wagneriana. […] Las butacas son de madera curvada y armazón de hierro fundido, muy cómodas y según se estila en Norte-América.

No fue el leridano el único pianista de renombre que utilizó un SFHA en Valencia. Lo hizo también el mítico Arthur Rubinstein (1887-1982) en diciembre de 1916, en una serie de conciertos con la Sociedad Filarmónica de Valencia, del 16 al 19 de aquel mes. La utilización del piano Ortiz & Cussó en esos conciertos sirvió a la comercial de Eusebio Ventura para realizar la correspondiente propaganda con el nombre del pianista polaco.

También tocó Granados varias veces en Madrid, la primera en su debut en el Ateneo de la capital, el 13 de mayo de 1894, la última en noviembre de 1915 en el Teatro Princesa, poco antes de partir hacia Nueva York en su última aventura vital. Que sepamos tocó también, solo o en compañía de otros músicos, en Palma, Gerona, Sant Feliu de Guíxols, Coruña, Santiago de Compostela, Pontevedra, Málaga, Tarragona, Murcia, Lérida, Gracia (cuando era una villa independiente de Barcelona), Puigcerdá, Sitges, Tarrasa, Gijón, San Sebastián, Bilbao,Vitoria, Zaragoza, Granollers, Vilafranca del Penedés, Igualada, Vilanova y la Geltrú, Tortosa, Figueras, Valls, El Masnou, la Abadia de Montserrat y fuera de España en París, Céligny (Suiza), Nueva York, Embajada de los EE. UU. en París (técnicamente es territorio estadounidense) y Leipzig. No se trata de una vida de concertista como la de su amigo Joaquim Malats, pero no está nada mal. 

En la mayoría de sus conciertos gustaba de tocar en un Ortiz & Cussó, es el tipo de piano que más veces aparece en su biografía. Pero no el único. En sus inicios tocó en algunos de las marcas fabricadas en Barcelona, ciudad en la que proliferaron los fabricantes. Su profesor de piano Joan Baptista Pujol estaba asociado con la comercial Bernareggi, Gassó y Cía, en cuya sala de conciertos se daban las sesiones de alumnos de la Academia Pujol, obviamente en pianos de aquella marca. La historia de esta marca es la de una larga tradición, que se inicia con la fundación de un fábrica hacia 1830 por parte de la familia italiana Bernareggi, la cual se trasladó definitivamente a Barcelona en 1847 para continuar el negocio en la ciudad bajo el nombre de Casa Bernareggi. En 1875 pasó a llamarse Bernareggi, Gassó y Cía, siendo su director Josep Gassó i Martí, un político y comerciante que llegó a ser teniente de alcalde de Barcelona. Más tarde se unió a la sociedad el empresario Pere Estela i Tolsanas, pasando entonces la empresa a tomar el nombre de Bernareggi, Estela y Cía. Tempo después pasó a ser, más abreviadamente, Estela y Bernareggi. Tras la muerte de Pere Estela, ocurrida el 31 de enero de 1899, su viuda continuó el negocio bajo la denominación de Pianos Viuda de Estela (antigua Casa Bernareggi).

Entre las anécdotas curiosas de la vida del compositor leridano hay una ligada a estos pianos: la de la composición de un par de piezas escritas expresamente para ser interpretadas en un piano Estela, Bernareggi y Cía con pedalier Cateura. Sucedió el día 7 de junio de 1899, en la Sala Estela, propiedad de la marca de pianos. La pianista se llamaba Montserrat Sampere y las obras del compositor leridano estrenadas aquel día llevan el nombre de La góndola – escena poética y Minuetto. Aquel pedalier, presentado en esa fecha en un piano Estela, constaba de hasta seis pedales diferentes, tres para cada pie, cada cual con un nombre correspondiente al carácter que imprimía con su uso: fuerte, claro y sordina para el pie derecho, celeste, armónico y tonal para el pie izquierdo. La pieza denominada La góndola lleva la anotación “obra para sordina”, que ya es indicativa de cómo se debía interpretar con aquel sistema de pedales. 

Otro de los pianos en los que tocó Granados a lo largo de su carrera fue el fabricado por Chassaigne Frères de Barcelona. El 31 de julio de 1892 tuvo lugar un concierto muy especial en la vida de Granados: el primero del Orfeó Català, en el Salón de Congresos del Palacio de Ciencias de Barcelona, cedido por el ayuntamiento. Hubo numerosas actuaciones del orfeón, dirigido por su cofundador, el maestro Lluís Millet. Se interpretaron canciones populares catalanas y otras escritas para la ocasión, armonizadas por Josep Garcia Robles, Lluís Millet, Amadeu Vives, Joan Gay (que también participó como pianista), Francesc Alió, Manuel Brunet y Josep Lapeyra, y la participación en un piano Chassaigne Frères del compositor leridano, interpretando sus Danzas españolas. Contó el concierto, además, con la participación, acompañando al orfeón, de Joan Salvat al piano y de Josep Maria Comella (subdirector del Orfeó Català) en el armónium. De esta marca de pianos se conserva uno muy especial en el Museo de la Música de Barcelona con registro MDMB 1652: el del compositor Frederic Mompou i Dencausse. La fábrica fue fundada en la capital catalana en 1864 por el francés Jean Chassaigneusando como marca su apellido. En 1882 pasó a denominarse Chassaigne et Fill y en 1887, al entrar en la sociedad sus hijos Fernando y Camilo sustituyendo en la dirección a su padre, el nombre cambió al definitivo Chassaigne Frères. Con él llegó hasta 1967, año de su cierre definitivo, con más de 100 de historia. Sus pianos obtuvieron numerosas medallas en concursos internacionales, entre ellos en París en 1889 y 1900, y en Lieja en 1905. 

En la sala de conciertos de Chassaigne  Frères celebró Granados la inauguración de su Academia, al inicio del primer curso oficial, el de 1901-1902. Fue el 30 de octubre y actuaron en el evento varios alumnos de la institución junto a su fundador, que interpretó las Variaciones a dos pianos de Adolf Fischhof (1816-1893) junto con la pianista Moraleda, y una pieza para violín y piano de Léon Moreau (1870-1946) junto con el violinista Vidal. Entre los alumnos de Granados se encontraba Frank Marshall, quien a la muerte del compositor leridano pasaría a la dirección de la Academia.

En Madrid tuvo ocasión Granados de tocar en otra marca diferente en público: el piano Rönisch que él estrenó en el Círculo de Bellas Artes el día 27 de mayo de 1913. Se trató de la repetición del acontecimiento que el día anterior habían protagonizado Fernando Periquet, Lola Membrives, Manuel Linares Rivas y el compositor leridano en el Ateneo de Madrid, con la presentación del concierto-conferencia llamado Fiesta de la tonadilla. Los conferenciantes fueron Linares Rivas y Periquet. Lola Membrives (“distinguida artista de Apolo”, como decía la prensa madrileña) cantó tonadillas antiguas y modernas, en su primera incursión en la música lírica. El acto tenía varias partes diferenciadas: la primera una exposición hablada, por parte de Periquet, bajo el título “La tonadilla y las tonadillas de antaño”; después unas tonadillas antiguas interpretadas al piano por Granados (del compositor del siglo XVI Francisco de Peñalosa y del compositor del siglo XVIII Pau Esteve i Grimau); después una disertación de Linares Rivas sobre “La tonadilla y las tonadilleras de hogaño”; y para finalizar, las tonadillas de Granados, con letra de Periquet, cantadas por Lola Membrives. El éxito del evento llevó a su repetición al día siguiente en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, en este caso acompañado del estreno del nuevo piano del local: el Rönisch. Esta casa de piano fue fundada por el alemán de Silesia (actualmente en Polonia) Johann Carl Gottlieb Rönisch (1814-1894) en 1845. A los diez años entró a trabajar de ayudante en un taller y entre los 16 y los 20 años trabajó en un taller de pianos, el de la marca Hänel. Pasó después por otras fábricas de pianos y con toda la formación técnica y la experiencia adquiridas fundó su propio taller en 1845 en Leipzig.

He dejado para el final las dos marcas de piano francesas con las que Granados colaboró a lo largo de su carrera pianística: Érard y Pleyel. Los primeros los debió conocer en sus estudios en París e incluso, según Ricard Viñes (1875-1943), habría tocado en público allí junto a Viñes el 24 de mayo de 1888, ofreciendo aquel día el Rondo en Do Mayor para dos pianos Op. 73 de Frédéric Chopin. Sin más base documental que las memorias de Viñes, lo cierto es que tras su vuelta a Barcelona, Granados organizó un concierto el 11 de abril de 1890 en la Sala Érard de Barcelona, sucursal de la marca francesa dirigida por el ciudadano Henri Auguste Diligeon (ca. 1830-1894). En el concierto participó también la pianista Trinidad Bonald, además de la mezzosoprano Luisa Pérez, acompañada al piano por su profesor de canto, el italiano Umberto Goletti (ca. 1852-1916).

Un año más tarde, el 10 de abril de 1892, Granados ofreció un concierto memorable, organizado por él mismo. Tuvo lugar en el Teatre Líric de Barcelona, y en él interpretó el Concierto para piano y orquesta en La menor de Edvard Grieg, con una orquesta de sesenta músicos bajo la dirección de Francesc PérezCabrero. El programa se completaba con las Variaciones Abbeg Op. 1 de Schumann, una Pastoral y un Capricho de Scarlatti, un Rigodón de Grieg y el Capricho brillante Op. 22 de Felix Mendelssohn. Además, se incluían tres Danzas españolas del compositor en versión de orquesta de cuerdas, dirigidas por el autor, y un Pasacalle de García Faria. El concierto le proporcionó una gran reputación como pianista, pero algunos críticos consideraron que el piano, un Érard, no había estado a la altura de las expectativas. El representante de la marca en Barcelona, Henri Auguste Diligeon, tuvo que salir al paso de esas críticas mediante cartas a los diarios, indicando que «debemos hacer constar que dicho instrumento había sido juzgado con elogio por la prensa, artistas y aficionados, en los conciertos dados últimamente por los señores Calado y Vidiella, por cuyo motivo fue elegido y solicitado por dicho señor Granados». En realidad era cierto lo que afirmaba, sin duda, si bien con ello no defendía el estado del piano del día 10 de abril.

El otro piano francés que Granados tuvo la oportunidad de tocar fue el Pleyel. Entre las ocasiones en las que lo hizo destaca sin duda la de la presentación en París de dos obras: el primer cuaderno de la suite Goyescas y la obra Azulejos de Isaac Albéniz, completada por él tras la muerte de su amigo de Camprodón. Fue el día 1 de abril de 1911, en la Sala Pleyel del fabricante. Entre los entusiasmados asistentes a aquel concierto se encontraban los músicos Wanda Landowska, Joaquín Turina, Ricard Viñes, Alfred Cortot, Frederic Mompou y Lazare Lévy. Como reconocimiento y en agradecimiento, el fabricante Pleyel le regaló un piano de gran cola de la marca que le envió a Barcelona. Actualmente se conserva en la Biblioteca de Catalunya, en la ciudad condal. También presentó en esa sala el segundo cuaderno de Goyescas, junto con El pelele, una goyesca de la que el compositor indicó que formaba parte de Los majos enamorados – 2ª parte – número 1, a pesar de lo cual hay quien prefiere dejarla suelta, interpretándola junto con la suite por tradición, pero no por pertenencia.

«El concierto fue triunfal. El estrado y las tres salas abiertas para el concierto fueron tomados al asalto.Ovaciones interminables agradecieron al admirable compositor la revelación de sus deliciosos cuadros musicales, de una gracia y una seducción tan personales».

París no fue la única ciudad en la que tocó en un Pleyel. Lo había hecho ya en 1892 en el de la casa de su mecenas, el doctor Salvador Andreu, en Puigcerdá. Si bien no se trató de un concierto público, sino de uno en privado para el doctor, su familia y sus amigos, sí que es el primero que tengo documentado en el que tocó en un Pleyel. Otra ocasión tuvo lugar el 31 de marzo de 1905, cuando el violinista belga Mathieu Crickboom y Granados ofrecieron un concierto conjunto en la Sala Pleyel de París, el concierto de la reconciliación entre ellos. El programa del concierto incluyó la presentación de siete de las sonatas de Domenico Scarlatti que Granados acababa de adaptar a piano, publicadas en ese mismo año por Vidal, Llimona y Boceta en Barcelona. 

Aquel Pleyel que Granados recibió fue el que, según Antonio Fernández-Cid, echaría de menos el compositor, según manifestó antes de viajar a Nueva York:

«Echaré de menos la patria, pero la patria menuda, íntima: la silla en que me siento todos los días, el banco, la mesa, la ‘conejera’ en que trabajo, la discípula a quien corrijo, el piano … mi piano…».

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