Discos
El mejor Serse, ¡por fin!
Raúl González Arévalo
Mi primer Serse fue el dirigido por Jean-Claude Malgoire para Sony en 1979. Hace un cuarto de siglo era prácticamente la única opción disponible en CD. A pesar del interés de Carolyn Watkinson como protagonista, la presencia de nombres de prestigio como Barbara Hendricks y Paul Eswood no se traducía en un garra teatral. La dirección aburrida del francés y una orquesta en los inicios de la grabación historicista terminaron de convencerme que la ópera no tenía mucho interés. Ignorancia y juventud suelen ser atrevidas.
No me hizo cambiar de opinión Nicholas McGegan, a pesar de Jennifer Smith y sobre todo Brian Asawa (Conifer Classics, 1998). Sí lo hizo, ya entrado el siglo XXI, San William Christie (Virgin Classics) en directo desde el Chatelet, con los maravillosos Sandrine Piau y Lawrence Zazzo, y los buenos Silvia Tro Santafé y Anne Sofie von Otter. Hasta ahora era mi referencia. La nueva propuesta de Deutsche Grammophon se sitúa a la cabeza de la discografía en mi opinión.
Christie dirigía maravillosamente y Les Arts Florissants eran imbatibles con él. Sin embargo, sus Handel tenían un regusto francés que no siempre casaban con el espíritu italiano de sus óperas, de ahí que sus lecturas de los oratorios, con Theodora a la cabeza, fueran más redondas, a lo que no sería ajeno el idioma inglés. Maxim Emelyanychev está revolucionando el panorama barroco de la misma manera que lo hicieron Minkowski y Rousset en su día, con un olfato dramático acerado, direcciones muy teatrales desde el clave, contrastadas y matizadas, siempre intensas, a veces urgentes y nunca complacientes, que en los últimos tiempos han llevado Il Pomo d’oro a la primerísima línea interpretativa. Este Serse probablemente es lo mejor que han publicado en 2018.
El entusiasmo de director y orquesta se contagia al reparto. El primero, el protagonista absoluto del registro, Franco Fagioli, que añade una gema al catálogo del sello amarillo. El argentino sorprende en un papel con menos oportunidades de lucimiento que otros papeles estrenados por el mítico Caffarelli, que parece haber tomado como referencia, porque uno de sus puntos fuertes ha sido desde el principio la coloratura. Sin embargo, aquí hace gala de otro tipo de virtuosismo mucho más sutil, el del intérprete que matiza cada nota, piensa cada efecto y construye un personaje complejo. Tras escuchar lo que hace en la entrada con la celebérrima “Frondi tenere… Ombra mai fu” solo se puede dar marcha atrás y repetir, para mayor asombro y disfrute. Si ya era difícil, mantener ese nivel el resto de la obra es apoteósico.
Afortunadamente, Fagioli se rodea muy bien en sus grabaciones. Tras una impactante Armida de Rinaldo hace tres lustros, Inga Kalna ha sabido mantenerse en primera línea, con un estrellato discreto, al margen del marketing. La voz suena más redonda y menos aristada que entonces y la intérprete ha ganado en sabiduría, de manera que, aun sin la dulzura de Piau, compone un estupenda Romilda, con todos los recursos técnicos a su alcance, desde los trinos a los pianissimi. Solo los agudos suenan duros, en la línea habitual. En ese primer título handeliano la protagonista era Vivica Genaux, una cantante que a pesar de un timbre avaro y una técnica de emisión peculiar ha sabido hacerse un hueco por derecho propio en el panorama barroco. Con un contratenor protagonista, a Arsamene, le conviene mejor una mezzo, y la de Alaska ha hecho de los papeles en travesti una especialidad. En esta ocasión firma de nuevo un gran trabajo, una interpretación matizada que le permite superar sus limitaciones. Tanto, que no se resiente la pobreza del instrumento teniendo a Delphine Galou en el elenco, una Amastre estilizada como pocas, capaz de más empuje teatral del que imaginé en su reciente debut en solitario para Alpha. Está claro que la dirección y el equipo lo son todo en ópera.
Francesca Aspromonte se está imponiendo como una de las voces italianas más interesantes para el barroco y su encantadora Atalanta, con una vocalización fácil, solo lo confirma, rivalizando como seconda donna con la prima. Biagio Pizzuti, a quien no conocía, está espléndido como Elviro, y aunque la cuerda de bajo generalmente está bien servida con Handel, se agradece un intérprete versátil, con habilidad cómica, capaz de cantar en falsete cuando la acción lo requiere. Además, contrasta bien con la voz más rotunda de Andrea Mastroni como Ariodate.
No corran, vuelen.
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