Reino Unido
Ligeti en el Barbican (II): la riqueza del presente
Maruxa Baliñas

Fue este programa de Ligeti orquestal el que me arrastró a Londres (también las rebajas de Ryanair). La posibilidad de ver todas estas obras de Ligeti juntas es una ocasión excepcional, a lo que se añadía en este caso la calidad de los intérpretes que auguraban unas interpretaciones de calidad. Y por una vez, las esperanzas no quedaron defraudadas: fue un concierto de los que se quedan grabados en la memoria por largo tiempo.
La interpretación de Atmósferas (1961), con la que se abría el programa, fue más que correcta, pero tenía en la memoria otra versión más impactante -fue mi primer Ligeti- y Oramo me pareció un poco frío. La orquesta es de primera categoría y la sala del Barbican, aunque más bien feúcha, tiene buena acústica, de modo que el problema no venía de ahí. Y también me resulta difícil encontrarle ninguna tacha a Oramo, aparte de esa frialdad, pero Atmósferas, que tenía que haber sido una de las obras más destacadas del programa (por su calidad intrínseca, y porque es muy conocida y eso siempre ayuda a la audición) se quedó en poco.
En cambio el Concierto para violín (1989-93) fue una sorpresa especialmente agradable. No lo había escuchado nunca en directo y apenas en grabación, por lo que era para mí la obra más desconocida del programa. Hadelich hizo una versión impresionante, coherente pero emocional, muy acorde con ese Ligeti que a sus casi setenta años está ya de vuelta de muchas cosas pero al mismo tiempo mantiene vivo su proyecto vital y compositivo. Son años muy emocionantes para aquellos que como Ligeti habían pasado gran parte de su vida entre la guerra (declarada o fría), la dictadura (fascista o comunista), y el exilio, pero también de cierta desconfianza ante una realidad -el fin de la política de bloques y la caída de las dictaduras comunistas- que parece muy maravillosa pero muy frágil. No es casualidad que al referirse a este Concierto para violín, Ligeti hablara de "un carácter cristalinamente brillante" y una "fragilidad y peligro". Precisamente Hadelich acaba de grabar este concierto junto al de Brahms, en un disco de Warner Classics que previsiblemente saldrá a la venta en abril de este año.
Tras haber visto la película homónima por la mañana, para iniciar mi Ligeti Inmersion, disfruté mucho de Clocks and Clouds (1972-3). Resulta muy distinto verla en la pantalla que oírla en directo, y a esto se sumó que el coro de la BBC (sólo las mujeres en este caso) hicieron una interpretación maravillosa. No es una obra sencilla para las cantantes, que tienen a menudo que dividirse y cantar prácticamente como solistas, y además con una afinación por momentos difícil, pero mostraron una seguridad enorme y fueron implacables al seguir las instrucciones que les marca Ligeti. La orquesta sonó más cálida en esta obra que en Atmósferas, cuando Ligeti parece pedir más bien lo contrario.
El Concierto para piano (1980-1988), con Nicolas Hodges como solista, fue otro de los momentos culminantes del concierto. Aunque Hadelich me gustó más expresivamente, quedé absolutamente fascinada con el control rítmico de Hodges, que le da coherencia a una partitura que -en abstracto- está llena de problemas rítmicos, formales y expresivos. Es una obra gestada a lo largo de bastante tiempo y Ligeti mezcla muchas cosas en ella: polirritmias, citas de otras obras suyas (me encantó escuchar una muy clara de Automne à Varsovie), escalas distintas en la mano derecha y en la izquierda (y como los pianistas se pasan tanto tiempo haciendo ejercicios de 'igualdad de las manos' cuando están estudiando, es una cosa muy liosa que te pidan separarlas así), complicados compases superponiendo binario y ternario o bien de amalgama, típicos de la música turca y búlgara, etc. ¡Bravo por Hodges!
El concierto terminó con la Polifonía de San Francisco (1973-4), que siempre había pensado que se refería al santo, hasta que leí las notas al programa y descubrí que es por la ciudad norteamericana, un encargo de la Sinfónica de San Francisco por su sesenta aniversario. Como es habitual en este tipo de encargos, San Francisco Polyphony es una obra muy brillante, que da ocasión de lucimiento a diferentes intérpretes de la orquesta, y por lo tanto muy apropiada para lucir a la BBC Symphony Orchestra y poner un broche de lucimiento al concierto y a la jornada. Y supongo que buena parte del público lo vió así, pero para los que habíamos asistido a los tres conciertos del día, el cansancio ya pesaba. Si hacen ustedes la cuenta, verán que -con los cambios en las colocaciones de los instrumentos que obligaban a intervalos a veces algo largos entre las diferentes obras del programa- el concierto superó ampliamente las dos horas y con los aplausos llegó casi a las tres horas. Y además tratándose de un compositor a menudo muy denso y que requiere atención constante. Por otro lado, hubiera sido una pena acortar el concierto, todas las obras que sonaron eran de primerísima categoría y muy significativas del devenir compositivo de Ligeti, así que preferí citarme a mí misma -máxime estando en Londres- a Shakespeare: "si la música es el alimento del amor, dádmela en exceso".
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