Discos
Vaya par de gemelas
Raúl González Arévalo
La colección de ópera francesa patrocinada por el Palazzatto Bru Zane bajo su propio sello abandona temporalmente la grand-opéra y la opéra-comique, a la que está consagrando una serie indispensable de títulos que están cambiando el conocimiento y la accesibilidad de este repertorio con grabaciones antológicas, para ofrecer inesperadamente una opereta de final del siglo XIX de André Messager.
Messager, organista, director de orquesta y compositor, es uno de los nombres indispensables del París posromántico. Con una escritura vocal y orquestal de aparente sencillez, fue uno de los favoritos del público de la época, que disfrutó con sus obras cómicas. Hoy día se recuerdan sobre todo dos (principalmente en Francia), que han sido objeto de sendas grabaciones históricas: Véronique (1898), de la que Mady Mesplé dejó un recuerdo imborrable (EMI/ERATO) y Fortunio (1907), rescatada para el disco –como la previa L’Étoile de Chabrier– por John Eliot Gardiner (ERATO). De modo que con Les P’tites Michu se renueva la ampliación de su catálogo en las mejores condiciones posibles.
Les P’tites Michu resarció a su autor del fracaso previo de Le Chevalier d’Harmental, alcanzando las 150 representaciones en el Théâtre des Bouffes-Parisiens, desde donde salió a otras capitales europeas (Berlín, Viena, Roma) en las que obtuvo igual reconocimiento. Paradójicamente, el éxito fue incluso mayor en su adaptación inglesa, con 400 representaciones en Reino Unido, América, Australia y Nueva Zelanda.
La historia es sencilla: el tendero Michu tiene dos hijas, Marie Blanche (mezzo) y Blanche Marie (soprano). En realidad, la segunda es hija del marqués des Ifs, que la entregó a los Michu durante el Terror de la Revolución Francesa, para que la cuidaran. Habiéndolas criado como gemelas, el matrimonio ya no distingue cuál es la hija propia y cuál la entregada. El problema surge cuando el marqués, ahora general del Imperio napoleónico –estamos en 1810–, manda buscar a su hija para casarla con el capitán Gaston Rigaud. Las confusiones y malentendidos hasta averiguar quién es quién dan lugar a una serie de giros cómicos que constituyen el desarrollo de la trama, de final feliz. La música es ligera, acorde con el planteamiento dramático, y fluye con un ritmo endiablado, acelerado por la brevedad de los números y la presencia de diálogos hablados, típicos del género.
La grabación es espléndida en todos los sentidos, no solo por la cuidada presentación, marca de la casa, sino también por la producción musical. Las dos gemelas protagonistas están perfectas en su cometido. Violette Polchi y Anne-Aurore Cochet tienen una compenetración total y equilibrada, como confirma uno de los puntos fuertes de la partitura, el dúo del segundo acto “Ah! Quel malheur, quel malheur”. Además, Cochet se luce en su romanza del tercero “Vois-tu, je m'en veux à moi-même”. El resto del reparto brilla igualmente a gran altura, destacando en particular el general de Boris Grappe y su estupenda versión del rondó “Non, je n’ai jamais vu ça”, Artavazd Sargsyan (Aristide) con su encantador cuplé “Blanche-Marie est douce et bonne” o el Gaston de Philippe Estèphe en su dúo con Cochet “Rassurez-vous monsieur Gaston”. Pierre Dumoussaud dirige con un tiempos ligeros y vivaces pero no atropellados, como requiere la partitura, una orquesta que suena con todo el desparpajo y humor que requiere el compositor. Todo un descubrimiento.
Comentarios