Rusia

Nuevas voces rusas

Maruxa Baliñas
miércoles, 14 de agosto de 2019
Teatro Mariinski © Jaimrsilva / Creative Commons Teatro Mariinski © Jaimrsilva / Creative Commons
San Petersburgo, viernes, 12 de julio de 2019. Mariinski 3. Sala de conciertos. Obras maestras de cámara de compositores del siglo XX. Alumnos del Atkins Young Artists Program del Teatro Mariinski: Angelina Akhmedova (soprano), Anna Muradyan (soprano), Ekaterina Sannikova (soprano), Anastasia Schegoleva (soprano), Hamid Abdulov (barítono), y Vladislav Kupriyanov (barítono). Arina Vaganova y Alexander Rubinov, piano. Claude Debussy, 'Ariettes oubliées' L60: Caballos de madera, Verde y Spleen; y 'Noche estrellada' L4. Georgy Sviridov, Tres canciones de 'Peterburg': Estoy clavado en un mostrador de taberna, Canción de San Petersburgo (7 de diciembre de 1906) y La virgen de la ciudad; Rusia a la deriva: Francis Poulenc, 'Banalités': Hotel y Viaje a París. Richard Strauss, Mañana! op. 27 nº 4 y Cecilia op. 27 nº 2. Uzeyir Hajibeyov, Sin ti, y Amada. Samuel Barber, Sure on this shining night, The Daisies y Rain has fallen. Pedro Miguel Marqués, 'El anillo de hierro': Lágrimas mías. Federico Moreno Torroba, 'La marchenera': La petenera. Douglas Moore, 'The Ballad of Baby Doe': Warm as the Autumn Light. Sergei Rachmaninov, 'Doce romanzas' op. 21: Ellos contestaron y Cuánto me duele. Rodion Shchedrin, Solfeo nº 1. Cole Porter, 'Cancan': Who said Gay Paree?; 'Ninfa errante': The Physician; y Begin the Beguine. George Gershwin, 'Oh, Kay!': Someone to watch over me. Festival Estrellas de las noches blancas 2019.
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Anunciado el concierto como "Chamber masterpieces by composers of the 20th century", allá nos fuimos Carreira y yo creyendo que íbamos a escuchar música de cámara. Pero no, se trataba de música vocal con acompañamiento de piano, a cargo de alumnos del 'Programa Atkins de Jóvenes Artistas' -mayoritariamente del bienio 2017-19- que mantiene el Teatro Mariinski. O sea, un concierto 'de fin de curso' donde los seis participantes del programa -cuatro sopranos y dos barítonos- se presentaron en dos ocasiones distintas cada uno, mostrando los repertorios y estilo en los que ya se van asentando. 

Nuestra segunda sorpresa fue ver incluido en el programa a Pedro Miguel Marqués (1843-1918), un compositor que no es apenas del siglo XX, pero además resulta rarísimo incluso en los conciertos españoles. Se trataba de Lágrimas mías de la zarzuela El anillo de hierro  (1878). Después de este aria la misma soprano Angelina Akhmedova, que había iniciado el concierto con Debussy, cantó otro número de zarzuela más famoso, La petenera de Federico Moreno Torroba, de su zarzuela La marchenera (1928). ¿Curioso repertorio, no?, excepto cuando a uno le viene a la memoria la palabra clave: "¡Operalia!". Tradicionalmente al Concurso Operalia acuden bastantes cantantes rusos y de repúblicas de la zona, que ya desde hace años no dudan en participar también en los dos premios de zarzuela de este concurso ... y a veces incluso los ganan. 

Como antes comentaba, el concierto comenzó con la soprano Angelina Akhmedova (Tashkent, Uzbekistán, 24 años) cantando las tres últimas de las Ariettes oubliées L60 (1885-1887) de Debussy, sobre textos de Paul Verlaine: Caballos de madera, Verde y Spleen. Bien acompañada por la pianista Arina Vaganova, Akhmedova cantó un Debussy en estilo correcto, en un francés bastante bien pronunciado y con musicalidad. Como virtudes, una buena proyección de la voz y que apiana muy bien. En el lado negativo, que se nota cierta rigidez en los cambios de registro. En su segunda aparición cantó los dos números de zarzuela que seguramente pensaba presentar menos de dos semanas después en Operalia en Praga ... pero no llegó a hacerlo porque fue eliminada ya en la primera fase. Como se trata de una cantante joven, es probable que en futuras ocasiones su rendimiento sea mejor, porque en esta ocasión a su aproximación a la zarzuela le faltó algo de flexibilidad musical y bastante de dicción española. 

El segundo participante fue el barítono Vladislav Kupriyanov (Divia, cerca de Perm, Rusia, 1993), que hizo su primera aparición con tres canciones de Gueorgui Sviridov (1915-1998), tomadas de su poema Peterburg (1995) sobre textos de Alexander Blok, una de sus últimas obras (Sviridov la había comenzado en 1975, pero abandonó la composición poco después), escrita específicamente para Dmitri Hvorostovsky, que fue quien la estrenó y grabó. Aunque es barítono, Kupriyanov tiene una voz más bonita en el registro bajo, algo bastante habitual en los barítonos rusos. Por ahora es un poco rígido en el fraseo y le falta control dinámico, pero ambos son defectos que puede corregir. Me dio la impresión de que se siente más a gusto haciendo ópera que como liederista, porque le encanta sacar el vozarrón -además en esos casos el público le aplaude más- y en cambio le cuesta contenerse, cantar en piano y mostrar sus emociones delicadamente. Por eso la segunda de las canciones, Canción de San Petersburgo (7 de diciembre de 1906), con su tono heroico, fue la que mejor le salió. Antes había cantado Estoy clavado en un mostrador de taberna, consiguiendo algún bravo, y terminó con La virgen de la ciudad, la que más me gustó de las tres (el ciclo completo son nueve canciones) por su delicadeza y melodismo. En su segunda aparición, Kupriyanov cantó una obra que no conocía, Warm as the Autumn Light de la ópera The Ballad of Baby Doe (1956) del compositor norteamericano Douglas Moore (1893-1969). En esta ocasión, Kupriyanov se moderó más y cantó la canción con romanticismo pero sin sensiblería

La soprano Anastasia Schegoleva (Lipetsk, Rusia, 33 años) hizo nuevamente repertorio francés: en primer lugar Noche estrellada L4 (1880) de Debussy, sobre texto de Théodore de Banville, y luego dos canciones del ciclo Banalités FP 107 (1940) de Francis Poulenc, sobre textos de Guillaume Apollinaire, en concreto Hotel y Viaje a París. No creo que Schegoleva acertara mucho con el repertorio elegido, en Debussy le sobró voz y le faltó la delicadeza que requiere esta música simbolista; mientras Poulenc le salió bastante mejor pero aún no domina la dicción francesa, tan importante en estas canciones. En general se trata de una cantante potente, con una voz algo dura -acerada, cortante- en el registro agudo, pero con una buena técnica.  

Con Ekaterina Sannikova (Ternopil, Ukraine, 1992) cambió el pianista acompañante. Y si bien Arina Vaganova me había gustado mucho, y tenía muy clara su función de ayudar al cantante, Alexander Rubinov me pareció mejor pianista incluso aunque en algunas ocasiones estuviera cerca de 'tapar' al cantante. La voz de Sannikova me gustó mucho, el timbre es bonito sobre todo en el registro medio y bajo, controla muy bien la respiración y tiene ese buen gusto melódico que no es nada fácil de adquirir si no se tiene naturalmente. No tiene una gran potencia pero proyecta muy bien, de modo que se le escuchaba perfectamente. Y además me dió la impresión de que mientras los otros cantantes del programa estaban muy claramente enfocados a la ópera en su aspecto más brillante, Sannikova puede convertirse también en una buena liederista. Su elección de dos lieder de Richard Strauss -Morgen! op. 27 nº 4 y Cäcilie op. 27 nº 2, ambas de 1894- fue un acierto. 

En su segunda intervención Sannikova volvió a presentar canción de concierto y no fragmentos de ópera, y nuevamente eligió un 'clásico', dos de las Doce romanzas op. 21 (1900-1902) de Serguei Rachmaninov, en concreto la nº 4 Ellos contestaron y la nº 12 Cuánto me duele, sobre textos de Lev Mey (1822–1862) y Glafira Galina (1873–1942) respectivamente. Con ellas Sannikova confirmó la calidad que ya había mostrado con Richard Strauss, y terminó su actuación con bravos del público. Rachmaninov es un autor que se adapta bien a su voz y se le vió cómoda, por lo que la potencia sonora fue mayor, incluso excesiva en ciertos momentos. Claro que parte de este descuido dinámico pudo deberse a la necesidad de superar al pianista, Alexander Rubinov, que en estas canciones tenía oportunidad de lucirse y lo hizo, llegando a tapar a la soprano. Para terminar, cantó dos fragmentos del poema Rusia a la deriva (1977) , un ciclo de doce canciones de Sviridov sobre textos de Serguei Esenin: nº 10 El buho en otoño y nº 12 Oh, mi patria, hora eterna y alegre. Se trata de dos canciones bastante populares en el repertorio ruso, sobre todo por la grabación que realizó Hvorostovsky de este ciclo en uno de sus últimos discos (salió a la venta en junio de 2017, sólo cinco meses antes de su fallecimiento) y que también había sido grabado por Obraztsova acompañada por el propio Sviridov en 1980. 

Le tocó luego el turno al barítono Gamid Abdulov (Ivanovo, Rusia, 1995), el único de los participantes que se incorporó al programa Atkins en 2018. Como bastantes de los participantes, también Abdulov es todavía un cantante en formación. De hecho, todavía no ha definido si se dedicará a cantante o a compositor. Se formó en Bakú (Azerbaiyán) y luego en el Conservatorio de San Petersburgo como compositor, al tiempo que acudía a la Academia Internacional de Música Elena Obraztsova con el tenor Yevgeny Akimov, uno de los solistas del Teatro Mariinski. La voz es dulce, algo poco habitual en los barítonos rusos, y consiguió darle emoción a dos obras de no gran calidad ni lucimiento como son Sin ti (1941) y Amada (1943) del compositor azerbaiyano Uzeyir Hajibeyov (1885-1948). 

Anna Muradyan (27 años) en cambio contó con unas bellas canciones para lucirse. Comenzó con Sure on this shining night (1938), The Daisies (1927) y Rain has fallen (1936), las tres de Samuel Barber. Es una cantante bastante formada ya, que utiliza sus recursos con eficacia, proyecta bien, es expresiva y tiene una voz agradable. En su segunda aparición interpretó el Solfeo nº 1 (1965) de Rodion Schedrin, una canción llena de ironía que Muradyan dominó perfectamente, logrando un nivel superior al de muchas profesionales. A destacar además que la canción está llena de 'trampas' para que la cantante pierda la afinación y Muradyan no lo hace. 

A partir de aquí el concierto entró en lo que en un recital de lieder suele ser la parte de los 'bises'. Schegoleva hizo Who said Gay Paree? del musical Cancan (1953) de Cole Porter con mucha gracia y algún bravo al terminar. Muradyan cantó el Someone to watch over me del musical Oh, Kay! (1926) de Gershwin y un precioso The Physician del musical Ninfa errante (1933) de Cole Porter, donde nuevamente se mostró como la mejor cantante del grupo, capaz además de una flexibilidad rítmica y unos toques de jazz que parecían faltar a algunos de sus compañeros, por ejemplo en los parlatos que pide Gershwin. Recibió muchos bravos. Para terminar Gamid Abdulov interpretó el famoso Begin the Beguine (1935) de Cole Porter bien fraseado, con una pronunciación mejorable y un toque romántico y algo melancólico que resultó muy bien (aunque nuevamente me pareció más bajo que barítono). Intentó terminar al estilo de Hvorostovsky, un cantante que claramente es modelo para los jóvenes barítonos rusos, pero no le salió bien. 

En resumen, un buen plantel de cantantes jóvenes, más dispuestos a mantener la tradición rusa que a renovarla. Por ahora muestran poca personalidad pero técnicamente están preparados y ocasionalmente asoman ya toques personales que permiten suponer que serán cantantes a considerar en no muchos años. Muradyan me pareció la más interesante, si bien todas las sopranos tienen un buen nivel. En el caso de los barítonos, creo que la sombra de Hvorostovsky les está pesando demasiado, y sigo echando en falta una mayor sutilidad en sus interpretaciones: sin duda un buen vozarrón ruso siempre les asegurará una carrera profesional porque muchos roles operísticos es lo que piden. Pero en las actuales circunstancias creo que deberían aspirar a más. 

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