Argentina
El mundo baila
José Mario Carrer (1937-2022)
Grata reunión musical. Se inició con algo más grato aún. El homenaje que la fila de contrabajos le hizo a un ex integrante de la misma -hoy jubilado- que supo ser solista de su instrumento. Me refiero a Marcelo Sutti (cariñosamente apodado “Pajarito”) quien fue el beneficiario del homenaje al que luego se unió toda la orquesta, pues el obsequio recibido fue entregado por Gisela Safar Pinkus (violín) y Julio César Quinteros (flauta) luego de escuchar palabras alusivas de la directora Yeni Delgado, del actual solista de la fila Gonzalo Alvarez Castelo y de los portadores de la distinción recibida por Marcelo Sutti, a lo que este agradeció haciendo referencia a los inicios de la orquesta, su evolución y su elogiosa actualidad (NR: es oportuno destacar la bonhomía del homenajeado, su grado de compromiso con el organismo, también, por supuesto, con sus colegas instrumentales, y su permanente demostración de compañerismo con el grupo orquestal por lo que el regalo recibido y lo que se dijo resultaron todos elementos que construyeron el merecido homenaje).
Parece mentira que de un hombre algo tosco, de cierta rudeza, tímido aunque cuando quería podía ser afable y hasta demostrar alguna simpatía, pueda haber compuesto sus hermosas veintiún danzas donde campean los aires gitanos que desde lo melódico solía escuchar en su niñez y volvió a oír al final de su adolescencia en una gira de conciertos por la nación húngara. Las escuchadas esta noche son transcripciones para orquesta del mismo Brahms que originalmente las compuso para piano a cuatro manos. Pasó el tiempo y tras una recomendación firmada por Brahms a favor del checo Antonin Dvorák, no solo se creó una amistad entre ambos sino que entre otras circunstancias, éste compuso en dos de sus opus un grupo de danzas inspiradas en las que antes había compuesto el compositor de Hamburgo. A pesar de su cercanía con la nación húngara, carecen de todo espíritu gitano y mantienen su fuerte espíritu eslavo. Algunas son de carácter popular y otras de estilo cortesano. De todas formas son momentos de gran belleza y sirvieron en su época de música de singular atracción. La directora Delgado explotó con sabiduría sus estructuras contrastantes desde lo armónico y también desde lo dinámico, incluso salvando alguna situación relacionada con inesperadas repeticiones.
Para la segunda parte, la música del “Cuchi” Leguizamón, de inagotable melodía, por momento rozando el estilo de Debussý o de Bartok o los jazzísticos acordes de Thelonius Monk. Talentoso músico salteño que apareció como el duende de sus cuentos pintorescos y que gracias a eficientes arregladores como Spatocco o Di Giusto fue posible aceptar que se puede unir lo popular con lo clásico.
Luego de siete años, la orquesta local trae de la mano de Yeni Delgado las danzas cubanas de “Chico” O’Farrill que se caracterizan por su sólida orquestación y una reconocible influencia rítmica afro para cerrar con una descomunal “conga” en la que se lucieron metales y una eficiente percusión. El autor se hizo famoso con los arreglos que hizo allá por mediados del siglo XX para las big bands norteamericanas y la creación de su orquesta de jazz latino que aún existe y dirige su hijo Arturo, al que conocí y escuché en la catedral del jazz neoyorkino, el Birland de la calle 44 de Nueva York.
Este fue el último concierto de la temporada sinfónica en el Teatro Provincial. Al placer de disfrutar la sonoridad de la orquesta local, es preciso reconocer su gran versatilidad que desde luego no se limita al repertorio clásico. En esta oportunidad, bajo la batuta precisa de la maestra Yeni Delgado, la premiada intérprete cubana felizmente afincada en nuestra ciudad. Queda para los próximos días la despedida anual en la Catedral Basílica con un programa excepcional.
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