Discos

Correcto Rossini

Raúl González Arévalo
jueves, 30 de julio de 2020
Gioachino Rossini: Le nozze di Teti e di Peleo, azione coro-drammatica con libretto de Angelo Maria Ricci (1816). Joshua Stewart (Giove), Leonor Bonilla (Cerere), Eleonora Bellocci (Teti), Mert Süngü (Peleo), Marina Comparato (Giunone). Górecki Chamber Choir. Virtuosi Brunensis. Pietro Rizzo, director. Un CD (DDD) de 58 minutos de duración. Grabado en el Trinkhalle de Bad Wildbad (Alemania) durante el XXX Rossini in Wildbad, el 24 y 26 de julio de 2018. NAXOS 8.574282. Distribuidor en España: Música Directa.
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Cuando una obra conoce una grabación perfecta es inevitable que todas las que le siguen se midan contra ella, y no solo con ella. No basta con tener todas las cartas en regla. Precisamente es lo que ocurre con la nueva propuesta de Naxos de la cantata (definida como “acción coro-dramática”) Las bodas de Tetis y Peleo, compuesta por Rossini en 1816. Fue su primer encargo en la corte napolitana para celebrar el matrimonio de la princesa María Carolina, nieta del monarca Fernando I de las Dos Sicilias, con el duque de Berry, hijo del futuro Carlos X, último Borbón que reinó en Francia. 

Las cantatas eran composiciones de ocasión que no tenían mayor pretensión dramática que la de celebrar el acontecimiento para el que eran encargadas, generalmente cumpleaños, matrimonios y coronaciones. Por este motivo era habitual que los compositores reutilizaran música de obras anteriores. Este Rossini no es excepción, aunque en su descargo cabe señalar que la música empleada en la cantata sí era nueva para la audiencia. Se trataba, simple y llanamente, de celebrar con fasto el evento, con toda la pompa que permitían los medios a disposición. En el caso de Nápoles eran los mejores de la península italiana, tanto la orquesta como los principales solistas: el baritenor Andrea Nozzari (Júpiter/Giove), el contraltino Giovanni David (Peleo) y la soprano Isabella Colbrán, estrellas absolutas del Teatro San Carlo. 

La peculiaridad de las características vocales de estas superestrellas históricas es sobradamente conocida, pues Rossini contó con ellos en sus óperas napolitanas: Elisabetta, regina d’Inghilterra (1815), Otello (1816), Armida (1817), Mosè in Egitto (1818), Ricciardo e Zoraide (1818), Ermione (1819), La donna del lago (1819), Maometto II (1820) y Zelmira (1822). En consecuencia, hace falta convocar intérpretes de primera línea, adecuados a las demandas vocales y con una técnica fuera de clase. 

La propuesta de Naxos se sitúa entre las dos que la preceden. La de Hanssler ni siquiera hay que tomarla en consideración, posee como único mérito haber sido la primera grabación mundial. La de Decca, grabada el mismo año (1998), formaba parte de un proyecto con Riccardo Chailly de registrar todas las cantas rossinianas, desafortunadamente interrumpido a medias, con dos álbumes publicados y dos que no se llegaron a grabar. Le nozze di Teti e di Peleo era la perla del volumen 2. Juntaba por primera vez a las dos megaestrellas de la compañía británica, primeros espadas rossinianos de talla histórica: Cecilia Bartoli (Cerere) y Juan Diego Flórez (Peleo), acompañados de los reputados Elisabetta Scano (Teti) y Luigi Petroni (Giove), y el lujo asiático de Daniela Barcellona como Giunone. El coro y la orquesta de la Scala completaban unas fuerzas artísticas que, bajo las órdenes del maestro italiano, ofrecieron un resultado difícilmente igualable y, desde luego, insuperado a día de hoy. 

Bad Wildbad se ha consolidado como el hermano “menor” del Festival Rossini de Pésaro, ofreciendo cada año títulos rossinianos junto a recuperaciones contemporáneas (la última publicada ha sido Tebaldo e Isolina de Francesco Morlacchi), con repartos jóvenes que han incluido estrellas entonces en ciernes como Jessica Pratt (La sposa di Messina de Vaccaj) y Michael Spyres (Otello, Le siège de Corynthe y Guillaume Tell de Rossini), puntualmente grabadas por Naxos. En esta ocasión se ha seguido la misma política, con un resultado final con elementos interesantes pero desequilibrado en su conjunto. Los Virtuosi Brunensis, habituales del festival, están correctos sin deslumbrar, como la dirección funcional de Pietro Rizzo y el coro polaco. 

Mert Süngü está haciendo carrera con la tríada del belcanto italiano, tan pronto le vemos con Rossini como con Bellini y Donizetti, con incursiones en Mercadante, Meyerbeer o Mozart. Con un instrumento robusto y buena capacidad en la coloratura, sobre el papel diría que era mejor opción para Giove (baritenor) que para Peleo (contraltino). Dejando de lado la comparación imposible con Juan Diego Flórez, lo cierto es que no suena especialmente cómodo, aunque parece que sufría una contractura muscular en el cuello durante las representaciones, lo que habría mermado sus capacidades. Con todo, el intérprete turco se esfuerza por matizar constantemente la parte, lo que se agradece. Al mismo tiempo, su prestación descuella frente al Giove poco atractivo del otro tenor, el americano Joshua Stewart. 

Las cosas funcionan mejor con las mujeres. Marina Comparato (Giunone) está en forma, domina el estilo y la prosodia italiana para imprimir toda la autoridad que requiere la diosa, incluso más que la excelente Daniela Barcellona. Eleonora Bellocci es una Teti atractiva y juvenil, con una buena técnica, más visible en la coloratura desenvuelta que en algunas tensiones en el agudo, el único punto donde la aventaja Elisabetta Scano. Y donde es imbatible la mejor cantante del registro, Leonor Bonilla. 

Vaya por delante que la soprano española no es una voz Colbran, por lo que no está tan cómoda como Cecilia Bartoli. De hecho, aborda con la necesaria prudencia algunos pasajes un tanto graves para su organización vocal. Pero la inteligencia de la intérprete se manifiesta en las variaciones hacia el agudo, su as en la manga junto a unas agilidades fenomenales. Para muestra, el número más esperado de todo el disco, el aria “Ah, non potrian resistere”, directamente sacada del rondó de Almaviva en El barbero de Sevilla (“Cessa di più resistere”) y antes de su transformación en el rondó final de Cenerentola. Aunque la prefiero en papeles de Donizetti y Bellini (sin olvidar a Mercadante y Vaccaj), la sevillana seduce siempre por la dulzura del timbre, la luminosidad de los agudos, la pureza y homogeneidad de la línea vocal y la elegancia del canto. 

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