Vox nostra resonat
Macías, Enrique X.3. «Tenía las ideas bastantes claras con respecto a lo que quería»
Paco Yáñez
Con motivo del vigesimoquinto aniversario de la muerte de Enrique X. Macías (Vigo, 1958-95), el realizador Manuel del Río (Santiago de Compostela, 1974) ha presentado, en el marco de las tres jornadas dedicadas al compositor gallego dentro del VIII Festival de Creación Musical Contemporánea Vertixe Sonora, su documental Enrique X. Macías. A lira do deserto (2020), un mediometraje con el que en su día colaboré realizando una serie de entrevistas a músicos, escritores, artistas y familiares que accedieron a compartir con nosotros sus recuerdos sobre Macías.
Tras el estreno de Enrique X. Macías. A lira do deserto, el pasado 6 de noviembre en Vigo, Manuel del Río ha cedido a mundoclasico.com la posibilidad de transcribir y publicar al completo el conjunto de las entrevistas realizadas para aquel documental, cuya duración excedía con creces el metraje del mismo (40 minutos); de forma que las iremos publicando en sucesivas entregas a lo largo de las últimas semanas del año 2020 para conmemorar el cuarto de siglo transcurrido desde el fallecimiento de quien fue una de las principales figuras de la música gallega en el periodo de la Transición.
La tercera entrega de esta serie de entrevistas tiene como protagonista a Manolo Romón (Vigo, 1956), poeta, actor y miembro del Grupo de Comunicación Poética Rompente, colectivo fundado en 1975 por Antón Reixa y Alfonso Pexegueiro que se convierte en uno de los dinamizadores culturales más activos y potentes del Vigo de la Transición.
Manolo Romón mantuvo una estrecha amistad con Enrique X. Macías desde finales de los años setenta hasta principios de los ochenta, así como una colaboración artística de la que se derivaron algunos de los espectáculos del Grupo Rompente más recordados, incluyendo las películas de las que nos habla en esta entrevista. Coautor de obras firmadas por Rompente, como Silabario da turbina (1978), y autor de libros como galletas kokoschka non (1979), o Anaí (1983), la literatura de Manolo Romón fue tomada por Macías para la composición de partituras musicales como el monodrama Chanson (1982) o la propia Anaí (1983).
Paco Yáñez. ¿Cómo conoció a Enrique X. Macías?
Manolo Romón. Pues diremos aquello de: como dice la leyenda..., que es lo que manda, finalmente, porque no tengo memoria, exactamente, de cuándo conozco a Enrique Macías. Debió de ser en el año 1978, y debió de ser a través de Antón Reixa. La leyenda dice que Macías llamó a la puerta de Reixa, y que se dio a conocer porque había unos tipos que hacían cosas raras: los de Rompente, y él estaba interesado en meterse en esos tinglados.
Paco Yáñez. Macías afirmó que antes de entrar en contacto con ustedes, con el Grupo Rompente, era una persona aislada y solitaria. ¿Hasta qué punto percibió usted, en los comienzos de su relación, ese aislamiento y esa necesidad de establecer una comunicación?
Manolo Romón. No tengo constancia ni idea de si realmente era así o no, porque, en mi experiencia, Macías era una persona que puede que fuese tímida, no te digo que no, pero era muy sociable: era una persona con una capacidad de relación grande, y esa capacidad de relación la trasladaba a la gente con la que estaba a su alrededor. No digo que no tuviese ese problema, ya que todos tenemos problemas, pero nunca lo percibí como una persona aislada, sino como todo lo contrario: como una persona volcada e interesada, además, en dar de sí, tanto personalmente como en su trabajo.
Paco Yáñez. ¿Qué aportó Macías a ese grupo de escritores, músicos, artistas y comunicadores que formaban Rompente?
Manolo Romón. Puedo hablar por mí, en todo caso, y para mí el descubrimiento de la música fue a través de Enrique Macías. Por simplificar: la música entonces era, o bien Bob Dylan, pongamos por caso, o eran las nueve sinfonías de Beethoven, por Karajan. A partir de ahí, Macías abre un mundo que, además, está vivo, porque los compositores a los que se acercó, a los que nos acercamos nosotros en aquel momento, están todos vivos. Las referencias internacionales de la música, que era estrictamente contemporánea, en aquel momento nos abren un abanico, a mí, particularmente, enorme, de una riqueza fuera de serie, de la que me sigo alimentando ahora.
Paco Yáñez. Como dice usted, esto contrastaba fuertemente con una escena musical viguesa que, como nos relató Javier Macías, hermano del compositor, era un desierto en lo que al repertorio contemporáneo se refiere. ¿Cómo era, en ese sentido, la relación de Macías con la cultura viguesa?, ¿había algún tipo de confrontación?
Manolo Romón. En cualquier caso, si la había, porque hubo momentos, ciertamente, en los que lo que se podía tildar de «reacción» sí se puso como de uñas con Macías, su actitud no era reactiva, en ningún caso, sino todo lo contrario: él buscó músicos de aquí, cuando podía, porque a veces la formación no era la que él precisaba para que saliese adelante su música, y tuvo que buscarlos, en gran medida, por ejemplo, en Portugal, y de allí trajo músicos: hubo ese intercambio. Eso que tanto se habla de que la relación entre Galicia y Portugal es que estamos de espaldas, pues en el caso de Macías, no: Macías obvió por completo eso, él se volcó en Portugal; fue allá, pero también trajo cosas de allá. Macías llama a la puerta de la diputación; Macías llama a la puerta del ayuntamiento: va adonde sea, y me refiero a su marco local; pero no llama a la puerta aquí sólo: va a los ministerios y, si no recuerdo mal, acaba siendo becario del gobierno portugués. Es decir, institucionalmente, para entendernos, él busca en cualquier sitio, no se mantiene como una persona aislada o que busque ese malditismo, en ningún caso. Macías era una persona, ya digo, muy relacionada y una persona que busca tanto entre los que están en los márgenes, por decirlo así, que podríamos ser nosotros, o determinados pintores en aquel momento, como también en el campo institucional: a él le vale todo para conseguir que la obra, la suya y la de aquellos que están con él, se pueda difundir lo más posible.
Paco Yáñez. No obstante, parte del mundo musical vigués lo atacó ferozmente en los años ochenta, como podemos leer en la prensa local de la época. ¿Cómo vivía Macías esos conflictos?, ¿le afectaban personalmente?
Manolo Romón. Tendría que hacer memoria para saber si realmente le afectaban, porque no lo sé, o no lo recuerdo. Creo que nos afectó más a los que estábamos con él, que le montamos los actos de desagravio pertinentes ante aquella ferocidad, incomprensible para nosotros, por parte de esos elementos, por así decirlo, institucionales, dentro del medio de la crítica y de las fuerzas vivas. A mí me da la sensación, y a lo mejor no es cierto, de que Macías tenía las ideas bastantes claras con respecto a lo que quería, y era muy buldócer en ese sentido: él seguía su camino, independientemente de que tuviese las dificultades que pudiese tener, y lidiaba con cosas yo creo que mucho más complicadas que ésas, como las dificultades técnicas con las que se encontraba, y pasaba por encima de ellas, tanto en lo que es estrictamente musical, pues tenía que trabajar con eso, como en otro tipo de apartados en los que también trabajó, como el audiovisual, por ejemplo: él también se ponía detrás de una cámara a filmar, independientemente de que las condiciones no fuesen precisamente óptimas, pero tiraba para adelante.
Paco Yáñez. Ayer entrevisté a Menchu Lamas, y ella me habló de las películas que rodó con ustedes en el contexto de Rompente, de una cinta en la que Menchu era cantante de ópera y la asesinaban durante la película. ¿Cómo surgían y cómo trabajaban aquellas películas?
Manolo Romón. Yo creo que surgían de una forma muy natural, porque se imbricaba todo. Lo que se puede denominar interdisciplinariedad estaba, como se suele decir, aunque sea una bobada, en nuestro ADN: nosotros creíamos que era así, realmente, como se creaba, como se montaban las cosas. Entonces, tanto nos tenía que fuese a través de hacer crítica musical en un periódico o de hacer radio. La primera colaboración de la que tengo recuerdo; o, si no fue la primera, pues de las primeras, fue en un programa que montara Rompente, que se llamaba Rompente Radio Esquimal, en Radio Popular de Vigo, que era la cadena de la Iglesia, del obispado; de hecho, duramos dos meses, creo que fueron ocho programas. A mí me tocó, por interés, llevar la sección de música contemporánea, y en todos los programas había una píldora, por decirlo así: se emitía una pequeña pieza de música contemporánea; una rareza, pero ahí estaba, y había que dejar constancia de eso. El escrito que andaba por detrás, lo que yo tenía que leer, en definitiva, el 99% estaba escrito por Macías, evidentemente. Y ésa fue la primera colaboración; pero era en la radio, era en la prensa, era él mismo haciendo música con nosotros en los espectáculos de Rompente sobre un escenario, y era, por supuesto, haciendo cine, haciendo películas, porque era algo, además, que ya nos gustaba de aquélla: el cine, dentro de una tradición que, en aquel momento, pues sería la de Werner Herzog y el Nuevo Cine Alemán, por ejemplo, o cosas por el estilo. Ahí estábamos, ahí queríamos estar, y ahí nos metimos.
El caso concreto de esa película que comentas, que fue la primera de las tres que llevamos adelante, era Cementerios marinos (1980), en la que asesinamos a Menchu, ahogada en una bañera. Esa pieza, en concreto, sí la firmamos a cuatro manos, Macías y yo, porque en principio era la película, pero iba acompañada de diapositivas a lo largo de toda la película y, también, de música, que la ponía Macías, porque era cine mudo, y se estrenó con un pequeño grupo instrumental delante de la pantalla de la película y de las diapositivas. Estos trabajos son, ciertamente, paralelos al trabajo con Rompente, que también existe. Con Macías, en concreto, en lo que es la parte visual, fue en este caso, en Cementerios marinos, de forma muy evidente, y después, también, en la última, The Woman Who Said No (1982), en la que él aparece, creo recordar, como «colaboración especial», pero yo creo que él estaba, y tengo que hacer memoria, que espero que no me traicione, sobre todo detrás de la cámara, creo que es lo que más le ocupa en este tercer caso en concreto [entre ambas películas, fue rodada Strip-tease, un film didáctico (1981)].
Paco Yáñez. Entonces, además de filmar y de poner la música, Macías también se lanzaba a actuar delante de la cámara.
Manolo Romón. Pues mira, asesinamos a Menchu en la bañera, pero Macías muere en las dispositivas. Las diapositivas, si no me falla la memoria, creo que recordar que las había hecho Antón Patiño a lo largo de una persecución que le hace Abreu, que era el acordeonista oficial de Rompente, por la calle Príncipe, por lo que es la parte vieja, hasta llegar a una callejuela que no tiene salida, y allí Abreu saca un cuchillo de cocina enorme. Macías iba vestido con una trenca azul, porque a mí me había gustado mucho cómo matan, en El amigo americano (1977), a aquel doctor en el metro, que era con un disparo por detrás, y ese doctor llevaba una trenca azul, y Macías tenía algo parecido, y como me había gustado mucho, Macías tenía que ir vestido así y morir así, de alguna manera, en el cine. En este caso, no fue en el cine, fue en las diapositivas, pero que eran casi cine, porque Manolo Álvarez, que en aquel momento era el factótum de Juventudes Musicales en Vigo, tenía una cámara con motor; y, entonces, utilizamos ese motor para hacer una secuenciación de la muerte de Macías en aquel sitio sórdido. Así que él también sale. Y aparece, porque dentro de la película hay unas escenas que son como de making of, en las que la trastienda la metes en cámara, también, y hay un momento en el que Macías aparece recolocando o haciendo que coloca alguna cosa, para desaparecer después detrás de la cámara. Y, por último, esa película [Cementerios marinos] termina con nosotros dos hablando a cámara y tratando de explicar, sin sonido, aquello que habíamos hecho; es decir, aquello de lo que consta la película: a lo mejor son unos dos minutos, tranquilamente, con los dos allí sentados en la casa de Alcabre de Antón Patiño y Menchu Lamas, contra el mar, tratando de explicar en cine mudo: era puro dadá en nuestra idea. Así que sí que hay apariciones estelares de Macías delante de la cámara.
Paco Yáñez. ¿Qué repercusiones tenían estas propuestas en el entorno cultural de Vigo? ¿Hasta qué punto eran espectáculos minoritarios?
Manolo Romón. Los había con muy poca gente, ciertamente. Había conciertos de música electroacústica en los que nos podíamos contar con los dedos de una mano perfectamente, era así. Ahora bien, nuestra intención era clara: no se trataba de rebajar los contenidos de lo que se hacía, pero sí tratar de que esos contenidos llegasen al mayor número posible de gente. Rompente estaba en esa línea, también; y Rompente, si quieres, concitaba más gente, por razones supongo que obvias: era más fácil acercarse a ese tipo de montajes; Rompente, de hecho, hacía cosas con megáfonos por la calle, hacía cosas tipo más performance. Al introducirse Macías dentro de esos montajes, y con músicos a mayores, recuerdo ahora a Blanca Lorenzo tocando, que tenía una espineta en su casa; también, Julián Hernández, muy joven, pero allí haciendo música, pues eso suponía que sí había actos con mucha mayor presencia de gente, llenándose en alguna ocasión el auditorio de lo que era la Caja de Ahorros de aquélla con actos de Rompente, actos en los que participaba Macías
Paco Yáñez. Nos ha hablado igualmente Menchu Lamas de la voluntad divulgativa de Macías: a través de la crítica musical, a través de la radio, o de esas actuaciones en vivo, él buscaba que hubiese una proyección, incluso, didáctica, para formar a la población en este tipo de lenguajes de vanguardia. ¿Hasta qué punto ve usted ese deseo de transcendencia social en Macías?
Manolo Romón. Transcendencia social, en el sentido de lo que dices tú: como divulgación. Veníamos de una tradición, y Macías, también, de izquierdas, por decirlo en un sentido amplio. Macías había militado, desde muy pequeño, en las Juventudes Comunistas; y para nosotros una referencia, que supongo que para él también, y que después me la derivó, era Luigi Nono haciendo música con Maurizio Pollini, por ejemplo, en las fábricas en Italia. Pues ésa era una referencia, también, para él: esa necesidad de llegar a la mayor cantidad de gente posible; y, como bien dices, no sólo en la parte creativa, sino también en la parte crítica: él daba conferencias en Vigo, y supongo que por ahí adelante también las daría; pero, al menos, quedó constancia de las de Vigo. Por la parte que me toca, firmamos a cuatro manos unas críticas en La Voz de Galicia a lo que fue el I Festival de Ópera Municipal de Vigo: primero y último. Se habían puesto encima del escenario tres óperas, y allí fuimos nosotros a cargar duramente contra la puesta en escena de las óperas en cuestión y contra, de paso y dentro de la crítica, la política cultural, supuestamente de izquierdas, ya que en aquel momento había un gobierno socialista en Vigo, pero para nosotros supuestamente de izquierdas, por lo que se estaba llevando a cabo. Ese trabajo, Macías estaba muy interesado en llevarlo adelante, y ahí coincidíamos.
Paco Yáñez. Nos decía antes que las amistades y los contactos de Macías con una parte del entorno cultural de Vigo fueron como episódicos, por etapas. ¿Hasta qué punto distinguiría, por sus relaciones, estas etapas en la vida de Macías?
Manolo Romón. De los últimos años, poco te puedo decir. Estoy de acuerdo contigo, yo también lo veo así; es decir, nuestra relación, y no sólo la mía, la que tuvo con Reixa, con Avendaño y con Rompente, por ejemplo, pues no sé la de Antón Patiño y Menchu Lamas hasta dónde llega, pero para nosotros fue muy intensa, por poner dos fechas, entre 1978 y 1983: ahí hay mucha intensidad y una relación muy estrecha, porque fue una relación muy continuada en el tiempo, día a día. Después, según te vas encontrando con gente que también conoces y que sabes que tuvo relación con Enrique, como era el caso de Manolo Bragado, por ejemplo, o de Roberto Relova, con respecto al Conservatorio de Música, o Carlos Maño, con el que ya no tuve relación ninguna, pero él sé que tuvo mucha, en un momento dado. También es cierto, y lo tengo que decir, que la parte que me toca casi es la prehistoria creativa de Macías, porque en ese lapso de tiempo del que te estoy hablando, hasta ese año 1983 o 1984, creo que prácticamente ya no quedan obras catalogadas de Macías, porque Macías descataloga, pero tiene mucha obra hasta ese momento, pero la descataloga toda. De forma que yo soy, y algunos somos, referentes de esa prehistoria de Macías. Algunos otros son, compartimentadamente, referencias de la historia. Me acuerdo ahora de otro pintor, como es el caso de Amando, con quien también tenía relación y con quien la tendrá más estrecha. Recuerdo, por ejemplo, a un arquitecto y diseñador, Juan Zaballa, con el que él también tuvo mucha relación, y que a lo mejor puede ser una especie de enlace que nos lleva desde ese primer Macías prehistórico hasta un Macías histórico muy posterior. Y Macías, tal como lo recuerdo yo, era una persona, además de sociable, cariñosa, entrañable y muy volcada con los amigos, así que supongo que no es que los dejara; se trata de eso tan fácil de decir: es la vida misma, que hace que estés en un sitio o en otro, dependiendo de, y entonces, coincides o no coincides.
Paco Yáñez. Lo recuerda usted como alguien afable y con sentido del humor, tal y como nos lo han descrito otros entrevistados estos días; algo que contrasta con cierta seriedad que podría transmitir por su trabajo, que quería marcado por el rigor.
Manolo Romón. Sí, con mucho sentido del humor y sin ningún problema para reírse de sí mismo, no tenía ese sentido del ridículo. Por otra parte, era una persona como Gustav Mahler, parecía casi como un epítome de lo que sería estar a caballo entre el siglo XIX y el siglo XX: de un modernismo que él cultivaba, porque le gustaba. Estéticamente, además, tenía un tipo de preferencias que lo llevaban a dar una visión de sí mismo determinada. Pero en la distancia corta, como se suele decir, Macías se desmelenaba, no tenía ningún problema. Ahora sí, lo del rigor era muy importante para él, y era una palabra que estaba mucho en su boca, por cierto. Nosotros tuvimos una relación durante un tiempo breve, pero muy intensa, muy seguida, diaria, y después de estar unas horas juntos, haciendo lo que fuese, ya cine, ya montando unas jornadas, tenía una expresión que recuerdo, porque era recurrente en él, que era «¡Cuánto trabajamos hoy!», le gustaba repetir eso.
Paco Yáñez. Conocemos muchas facetas y dimensiones artísticas en la vida de Enrique X. Macías, así como su gran amor por la literatura. ¿Sabe usted si en algún momento Macías llegó a escribir de forma literaria, más allá de la crítica musical?
Manolo Romón. Igual, sí; pero, la verdad, es que no te lo podría decir. Estoy pensando ahora en una postal que me manda él, puede que desde Darmstadt, en 1980, y habla, entre otras muchas cosas, de que estaba pensando en escribir una novela. Tenía mucha querencia por la música, pero también la tenía por la literatura. Es curioso, porque sus referencias creo que eran alemanas y francesas, pero también teníamos una querencia por Beckett y por Joyce. Recuerdo que cuando él organiza un ciclo de conferencias sobre Anton Webern a propósito, creo que fue, del centenario, hicimos un programa de radio pequeño introduciendo un poema en alemán de Georg Trakl, que yo había traducido al gallego, por ejemplo. Era una persona curiosa, que no sólo se dejaba aconsejar, sino que también indagaba él mismo, por su cuenta, en el mundo literario, eso sí que le gustaba. Que él después tuviese intención de escribir o no, o que aparezcan notas, la verdad es que no lo sé.
Paco Yáñez. ¿Cómo recibió la noticia de su muerte, de que Macías había decidido acabar con su propia vida?
Manolo Romón. Con sorpresa. Yo, particularmente, no tenía ya en 1995 una relación continuada con él, no le hacía un seguimiento, no sé en qué andaba, más que el seguimiento que se le podía hacer por lo que lees, pero con respecto a su trabajo, no sobre su vida personal. Entonces, sí, obviamente llevas una sorpresa desagradable, porque Macías no tenía quince años, pero era una persona muy joven, y además el potencial creativo de Macías era enorme, muy grande: tenía y podía tener una presencia mucho mayor aún, si cabe. Por tanto, aunque no tuviésemos una relación personal estable, por decirlo así, sí cuentas con él como persona y cuentas con él como un aliado en la creación, y perder las dos cosas así, de golpe, no fue una buena noticia.
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