Discos
El auca sonora de Germana de Foix
Daniel Martínez Babiloni

El historiador Vicent Baydal afirma que uno de los pocos nombres femeninos de los que no se ha olvidado la historia oficial es el de Germana de Foix (1488-1536), Virreina de Valencia. Un hecho que, tal vez, se deba a que esta sobrina de Luis XII de Francia cumplía los requisitos para ser considerada una pérfida, ambiciosa y cruel vampiresa, una de las dos categorías en las que la tradición historiográfica ha incluido a la mujer. La otra, según dicho autor, es la de las féminas virginales, cuyas silenciosas y prudentes obras complementaron las del varón.
De ser así, el primer matrimonio de la occitana —ni más ni menos que con Fernando el Católico—, su romance con el mismísimo Carlos I —quien según la rumorología llegó a estar enamorado de ella hasta las trancas—, sus posteriores esponsales con un amigo del monarca, Juan de Brandenburgo-Ansbach —hombre violento y de malos modales para quien Germana resultó ser todo un partido—, y su boda definitiva con Fernando de Aragón, Duque de Calabria, ha facilitado que su persona haya sido pasto de las especulaciones.
Para más inri perdió un hijo del primer matrimonio y tuvo una hija con el que sería Emperador —quien, evidentemente, no la reconoció—, a la que dejó en herencia un collar de perlas, descubierto en la década de 1980. Con estos mimbres, si Cecilia Bartoli se dedicara al Renacimiento hace tiempo que le hubiera dedicado un disco.
No obstante, no faltan producciones de ficción en las que Germana de Foix es retratada como un peón más del tablero geopolítico y una instigadora de conflictos, por ejemplo, la novela Jaque a la Reina muerta, de , y seriales como Carlos, Rey Emperador. Mas, gracias a la perspectiva de género, ya se empieza a conocer, incluso en esos títulos, como una mujer para la que engendrar un varón era un salvoconducto. Una persona ambiciosa y culta, consciente del momento y de los acontecimientos que le tocó vivir, cuya astucia le ayudó a sobrevivir en un ambiente hostil.
El medievalista Vicent Josep Escartí, autor de las detalladas notas que acompañan al disco, destaca su capacidad de resistencia y de adaptación, pero, por lo que respecta a los asuntos comentados, sentencia: “no debemos pensar ahora en el amor ni en otras cosas de nuestros tiempos”.
Este es el punto de partida del homenaje que el consort de flautas renacentistas y voz rinde a la Doña Germana en su segundo trabajo discográfico. Un cometido que parte de la misma perspectiva y el mismo rigor, sensibilidad y cuidado con el que facturó su anterior compacto, Vita Christi d’Isabel de Villena, y que esperamos que continúe en proyectos futuros. De este modo, El mecenatge de Germana de Foix recorre las músicas que se produjeron a lo largo del transcurso vital de la monarca, distribuyéndolas en seis apartados: formación en Francia, tres matrimonios, el idilio con Carlos I y su fallecimiento, acaecido en una finca cercana a la ciudad de Llíria (Valencia).
Carmen
Entre ambos momentos aparecen composiciones relacionadas con cada una de las etapas mencionadas, que van cambiando de índole con naturalidad, según lo requiere el acontecimiento narrado. De este modo, la tímbrica del conjunto se oscurece o se abrillanta si la situación es seria o alegre y los aires graves ceremoniales y fúnebres dejan paso a saltarinas danzas y villancicos si de “holgar y andar en banquetes” se trata. Suenan unas glosas de Josquin de las chansons Fortuna desperata y De tous bien plaine para hacer referencia a la parte francesa de Germana. Aparecen músicas de réquiem y un ceremonioso Miserere, un suntuoso Te Deum y una vistosa fanfarria, cosecha de las cuatro artistas, que nos sitúa en la entrada de los Duques de Calabria en Valencia hacia 1526.
El listado de temas que se presenta no evita comentar el irrefrenable apetito sexual del Rey Católico y las leyendas sobre su acceso a los afrodisíacos (Vésame y abraçame). El villancico Soleta soc jo hace un guiño al flirteo de la Virreina. La chispa de Dindirindín apunta a la mujer culta y tañedora de varios instrumentos. El dolor de la madre que pierde al hijo asoma en Triste está la reyna. La morriña del rey extranjero, nacido en Gante, se manifiesta en Innsbruck, ich muss dich lassen. Y, para retratar el ambiente de la corte y sus gustos se versiona la canción del Emperador, Mille regretz y una deliciosa Le chants des oysseaux, de Nicolas Gombert.
El apartado al que más títulos se adscriben es el que se ocupa de la corte virreinal. Un ámbito culto y humanista que mantenía una capilla de unos cuarenta músicos y una importante biblioteca. En ella desarrollaron parte de su labor
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