Pero un Festival que va en serio no puede sino terminar con una música inspiradísima. Con decir Requiem de Mozart ya basta. Pero lo más fascinante del concierto fue la participación del celebre coro de niños de la iglesia protestante de la Santa Cruz de Dresde, dirigido por su mentor, Roderich Kreile. La mastodóntica iglesia, en la que caben más de 3000 personas, estaba llena a rebosar y, pese a la acústica demasiado reverberante -una de las caracteristicas de las iglesias de planta cuadrada y de alta cupula era precisamente esta especie de amplificación natural, gracias a la cual el pastor puede predicar sus homilías sin necesidad de micrófonos- la audición se transformó en un acto de gran intensidad musical y emocional.Los coros infantiles, y los Krezkantor del Dresdener Kreuzchor están entre los más completos, preparados y homogéneos…
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