Pocos debuts me han suscitado tanto interés en la Staatsoper de Múnich como el de Marina Monzó, aunque como sucedió con el de Saoia Hernández venga de la mano de una sustitución, en este caso la de la soprano francesa Sabine Devieilhe. Uno de los palcos más exigentes del mundo contemplaba por primera vez a quien ya no es una joven promesa de la lírica española, sino una realidad a la que no le resta sino ir dejando su firma en todos los escenarios que se precien.
Es cierto que viene de nuevo de la mano de un influyente Alessandro Ariosi, pero bendito sea el empuje que el empresario italiano le está dando a nuestros cantantes. Ariosi no da nunca puntadas sin hilo y sus representados ofrecen en la mayoría de los casos garantías suficientes como para pisar con fuerza cualquier teatro.
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