La producción escénica de Theodora que acaba de estrenarse en el Covent Garden fue anticipada por una advertencia boba: tan zafias eran las escenas de degradación sexual contenidas en la producción que el teatro había debido contratar una “coordinadora de intimidades” (intimacy coordinator) destinada a impedir que alguien se propasara en las escenas de sexo durante los ensayos. “Una decisión histórica”, comentó Katie Mitchell, una excelente directora de escena a quién la prensa se empeña en encerrar en una versión de feminismo bastante pueril. No es mi caso, porque pienso que Mitchell sería también capaz de escenificar un buen Billy Budd. Queda por ver si los teatros de ópera la contratarían para esta obra exclusivamente de hombres porque ella misma parece haberse encasillado demasiado en la ideología que se empecina en proclamar.
Después…
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