Discos
Momentos musicales
Nipper Larrañaga
La Fundación Juan March ha iniciado un nuevo proyecto discográfico aprovechando sus abundantes fondos de archivo, al que ha llamado March Vivo, aunque hasta ahora combina al 50% remasterizaciones de conciertos en vivo con grabaciones en estudio de proyectos de la Fundación Juan March. Este disco en concreto, el cuarto de la serie, recoge un concierto en vivo ofrecido por el pianista Josep Colom (Barcelona, 1947) en la sede de la Fundación Juan March en Madrid el pasado 10 de octubre de 2018.
Los tres primeros lanzamientos fueron Mompou Live MV001 (un concierto de Mompou en 1977 con el cuarto cuaderno de la Música callada, completado con la Cinq mélodies sur des textes de Paul Valéry interpretadas por su dedicataria, Montserrat Alavedra; Bach (Re)inventions de Moisés P. Sánchez MV002 (una grabación en estudio de 2020 de un proyecto de la Fundación Juan March estrenado en 2018); y la versión pianística de La noche de San Juan (Soirées de Barcelone) de Roberto Gerhard MV003 (otra grabación en estudio realizada en mayo de 2021, previamente al estreno en la Fundación Juan March el 23 de junio de 2021).
Como indica el título del disco, la pieza central que conforma el recital son los seis Moments musicaux D.780 de Franz Schubert, compuestos entre 1823 y 1828, que se presentan ordenadamente, pero independientes a lo largo del disco, combinados con cinco de las seis piezas del Kleines Klavierstück (1911) de Arnold Schoenberg, en este caso sin seguir su orden de publicación y otras diez obras, o fragmentos, de Bach, Mozart, Beethoven, Schumann, Chopin, y Brahms, o sea, un repaso a los 'grandes maestros del piano' (incluso aunque Bach no compusiera para piano).
Entre estas veintiún piezas (veintidós en realidad, puesto que la Kleines Klavierstück, op. 19 no. 6 de Schoenberg que abre el concierto se repite para finalizarlo) se intercalan catorce improvisaciones, de una duración entre 9 y 68 segundos, que el folleto del disco justifica así:
Josep Colom recupera, además, una tradición interpretativa hoy olvidada, pero habitual en el pasado: la improvisación como nexo entre obras escritas. Unos breves interludios conducen al oyente de una composición a otra con suavidad, para terminar creando una especie de continuum sonoro
Nunca he sido una gran admiradora de Josep Colom, un pianista que desde su debut tuvo que enfrentarse a la presencia abrumadora de sus inmediatos antecesores y antecesoras: Rosa Sabater, Alicia de Larrocha, Joaquín Achúcarro o Antonio Baciero, todos ellos pianistas que -por lo menos en mi opinión- le superan ampliamente. Este ha sido sin embargo el disco suyo que más he disfrutado, posiblemente porque Colom ya no tiene necesidad de demostrar nada y ofreció un recital muy personal y hasta cierto punto desenfadado. Sus improvisaciones no son especialmente atractivas pero sí le dan un aire especial al concierto, algo muy conveniente toda vez que el repertorio interpretado es bastante manido y existen buenas o excelente grabaciones de todo lo que toca.
O sea, el interés del disco está más en el conjunto que en el detalle. Pero ciertamente resulta agradable de escuchar, sobre todo si no se tienen grandes expectativas, más allá del disfrute de unas obras preciosas bien engarzadas, lo cual no es poco. De hecho, intentar escuchar el disco 'racionalmente' puede ser algo confuso, porque lo que Colom llama improvisaciones son a veces fragmentos tan breves -unos segundos- que en realidad serían más correcto considerarlas puentes o codas (repetir un material melódico anterior para finalizar la obra) y lo que ocurre es que las obras se mezclan unas con otras.
De hecho, y si nos ponemos puristas, Colom tiende a hacer un poutpurri sonoro donde da igual que suene Schoenberg, Beethoven, Schubert o una improvisación, porque lo que más se oye es a Colom trasmitiéndonos su propio estado de ánimo. El disco funciona por lo tanto mejor como 'fondo' que como centro de la atención.
¿Es esto malo? Pues es difícil saberlo, porque el concierto como acontecimiento significativo está en crisis y el disco como memorandum del concierto es ya un sinsentido para la mayor parte del público actual. Quedamos aficionados que aún vamos 'por la antigua', pero estadísticamente somos una minoría.
¿Son este tipo de discos una nueva vía? ¿Es la individualidad del artista y su propuesta individual y personal el futuro? Si lo consideramos así, el disco de Colom es bueno, muy bueno incluso, porque la calidad es superior a la de muchos de los pianistas españoles que en estos momentos ostentan una fama superior.
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