Francia
Muy notable recuperación de una obra singular
Francisco Leonarte
Para entender la importancia de la recuperación de Daphnis et Alcimadure, permítanme que comience por una larga digresión histórico-linguística.
En el territorio que se conoce como Francia, desde al menos las invasiones bárbaras, se considera que hay dos grandes mitades diferentes : al norte del río Loira, y al sur del mismo río. No sólo se trata de una real diferencia climática (y por lo tanto también de cultivos, de tradiciones...) sino también de una diferencia lingüística con razones históricas. La mitad sur estaba mucho más romanizada que la norte, y por tanto las costumbres de los invasores francos hicieron mella mucho más en la parte norte que en la sur.
Como consecuencia, el hablar también se vio mucho más influido por dichos invasores en la parte norte. En la sur, el bajo latín se modificó más lentamente. De suerte que desde los albores de la baja Edad Media se podía distinguir entre una Lengua d'Oil al norte del Loira, y una Lengua d'Oc al sur. Al sur, surgieron los Troubadours; al norte surgieron algo después, por imitación, los Trouvères. Estamos en el siglo XII, Alienor de Aquitania, criada en el sur, es la figura clave culturalmente hablando, creadora, musa y mecenas. La mitad sur se considera mucho más refinada, mucho más civilizada, que la norte. El latín en documentos oficiales hace de nexo de unión entre las dos mitades (y en realidad entre toda Europa...) .
Pero en la mitad norte se hallan los territorios del oficialmente rey de toda Francia (en la práctica feudal, el rey apenas controla la región alrededor de París...). La historia de la baja Edad Media francesa es prácticamente la historia de la lenta toma de poder del rey sobre sus supuestos súbditos, los grandes señores feudales.
Pues bien, aprovechando por una parte los momentos de debilidad de la corona inglesa (que poseía toda Aquitania y que la perderá definitivamente en el siglo XV), aprovechando por otra parte las cruzadas en el siglo XIII contra los Cátaros y los Albigenses, (movimientos religiosos condenados por la Iglesia), el rey de Francia va a imponerse (y a las bravas) en la mitad sur. A partir de entonces asistimos a una lenta pérdida de prestigio de la Lengua d'Oc (el llamado Occitano, por oposición a la Lengua d'Oil que hoy llamamos simplemente «lengua francesa» o Francés).
Todavía en el siglo XVIII en el sur se habla occitano, y cuando personajes como la gran Olympe de Goulges (figura indispensable de la Historia del Feminismo, redactora de Los derechos de la mujer y del hombre, nacida y criada en el Sur, en Montauban) decide irse a París, se las verá y se las deseará para expresarse en «Francés» porque ella toda su vida ha hablado en Occitano...
Pero tanto el Occitano (término que engloba en realidad variantes tan diferentes que bien podrían ser consideradas lenguas distintas) como las otras lenguas habladas en Francia (el bretón o el alsaciano por ejemplo), no existen para la corte francesa. Desde el decreto de Villers-Cotterêts en el siglo XVI los documentos oficiales de todo el reino (norte o sur) han de ser redactados en Francés (Lengua de Oil), y la nobleza y la mayor parte de la población ilustrada parisina considera toda otra lengua como un patois, una jerga, es decir un lenguaje pueblerino y sin prestigio que no merece ser hablado ni conocido por la gente de bien...
Aparición de Daphnis et Alcimadure
Así están las cosas cuando a un compositor nacido en el Sur (en Narbona) que ha «subido» a París, donde ha conseguido ser admirado y respetado por la corte versallesca, en pleno siglo dieciocho, se le ocurre escribir y representar delante del rey una ópera (más concretamente una pastoral) en occitano.
¡¿?!
No han sido conservadas, que se sepa, claramente las razones de por qué
Pues, si bien en el siglo XVIII hay literatura musical en occitano (canciones, cantatas), no parece que dichas obras (siempre de dimensiones relativamente modestas) fueran destinadas a lugares al norte del Loira ni tampoco a los grandes señores del sur de Francia que vivían o habían vivido en París.
El director de la orquesta Les Passions, Jean-Marc
Desde 1752 en que una compañía italiana presenta en París La serva padrona, de Pergolesi, estalla en la capital francesa la que se ha terminado llamando la Querelle des bouffons, una auténtica guerra en que los hooligans a favor de la ópera italiana van a pegarse en la calle contra los hooligans a favor de la ópera francesa. Para que ahora vengan a decirnos que todo es culpa del fútbol...
El rey, con su favorita madame de Pompadour, sostendría la tradición francesa, y la reina, apoyada esta vez por los enciclopedistas,
En principio Mondonville estaba del lado «francés», con
Adoptando el occitano, cuyas sonoridades se hallan a medio camino entre el francés y el italiano, quizás podría conjugar a la vez el rigor francés y la espontaneidad italiana.
Eso sin contar con el carácter simpático que el occitano, como «jerga» podía tener.
Además, puesto que de pastores se trataba, qué mejor que hacerles hablar en una lengua «pueblerina» por antonomasia ?
Así el todo tendría a la vez la sonoridad del italiano (más o menos), la simpatía del occitano, la verosimilitud de los pastores hablando su jerga....
Este tipo de «bromas musicales» podía funcionar. ¿Acaso no había quedado en las memorias la divertidísima Los amores de Ragunda, de Mouret, compuesta para la duquesa del Maine y su Orden de la Mosca de la Miel , en que todos los personajes eran pueblerinos, con la vieja Ragonda que quiere cazar a un joven? ¿Acaso no había triunfado el Teatro de feria, con su mezcla de insolencia y de frescura ? ¿Acaso no había triunfado el mismísimo Rousseau con su El adivino del pueblo ante el propio rey en 1752 ?
Además, ya había habido un tímido precedente, la entrada en Occitano en Las fiestas de Thalia, del mismo (y genial) Mouret.
Y al parecer, en 1754 Daphnis et Alcimadure funcionó bien, pues se habla de gran éxito de la obra en su estreno ante la corte en Fontainebleau.
Éxito de la única ópera del XVIII en occitano que se conserva. Con nuevas representaciones en otras ciudades. Aunque el mismo Mondonville terminaría haciendo una versión en francés para ver si conseguía más difusión pues finalmente parecía que el público de arriba del Loira estaba dispuesto a admitir obras en italiano, pero no en occitano. Los ilustrados italianizantes (Rousseau y compañía) desgraciadamente no parece tampoco que saltaran sobre la ocasión para reivindicar una lengua occitana que muchos consideraban como una «lengua de pueblo».
Vale, pero a mí lo que me interesa es la música...
¿Cambia algo el que la ópera sea cantada en occitano ? Aparte del placer de escuchar una lengua poco usada en el repertorio, ¿tiene esta pastoral algún interés para el melómano universal?
En efecto, si el único interés de esta obra fuera que su libreto es en occitano, felicitaría a los que occitano hablan y entienden, y ahí quedaría la cosa.
Pero es que la partitura reviste, a mis ojos, un interés mucho mayor que la simple anécdota de la lengua utilizada.
Los franceses tienen para estos casos una expresión muy gráfica : œuvre charnière (literalmente «obra bisagra»). Una obra que a la vez recoge dos tradiciones, o dos corrientes distintas, una obra que partiendo de una época da paso a otra, se considera una «obra bisagra», una obra de «encrucijada».
A menudo el repertorio retiene sólo las grandes obras, las obras maestras representativas de un cierto periodo. Conocemos las óperas de
Pues gracias a esas obras, fundamentales en la Historia del arte, las «obras de encrucijada». Y sin ellas no hay evolución ni transformación ni cambio de estilo artístico que valgan.
Mondonville, por la época y el lugar que le ha tocado vivir, se halla efectivamente en una encrucijada.
Es gozoso, en Daphnis et Alcimadure, ir sintiendo cómo el inicio de esta obertura está ya tocando el estilo galante, como tal aria es puro estilo italiano, las numerosas danzas puro estilo francés, o tal fragmento anticipa ya el estilo que asociamos a
Y cuanto más nos adentramos en la acción, más parece afinarse la voluntad mondonvilliana de crear una síntesis de corrientes, la corriente representada por Rameau, la abanderada bajo la música de Pergolesi, y la tradición popular recogida por la Opera-comique, creada en los teatros de las Ferias Saint-Germain y Saint-Lazare (esta última vertiente conviene además plenamente al concepto de «pastoral»).
Las tres influencias parecen además encarnadas en los tres personajes de la obra, aunque sin divisiones drásticas. Daphnis, encarnado por un haute-contre (ese tenor tan típico del barroco francés con recurso a la voz de cabeza), frecuentemente nos regala maravillosos recitativos y dulces arietas sentimentales dignas del mejor Rameau. Su amada Alcimadure entra en escena con una gorgoteante arieta y tiene en el tercer acto un recitativo, que bien podrían haber firmado
¿Y que tal la recuperación en el siglo XXI ?
Daphnis et Alcimadure ya fue objeto de una representación en 1981 en el festival Montpellier Danse bajo la dirección de Louis Bertholon. En 1999 se grabaron algunos fragmentos.
Era ya más que hora de darla de nuevo en concierto, a ver si por fín esta joyita entra en el repertorio.
El festival Passions Baroques recoge el guante.
Este festival es un ejemplo de cómo hacer que cunda el dinero, y, con relativamente poco presupuesto, presentar programas atractivos, servidos por buenos intérpretes, en lugares hermosos.
Y de cómo poner la carne en el asador cuando es menester.
Así que para la ocasión, Jean-Marc Andrieu, director de la orquesta barroca
Les Éléments es en efecto de lo mejorcito que uno puede encontrar a nivel coral. Ya hemos tenido la suerte de escucharlo y aplaudirlo repetidas veces en la Opéra-Comique de París. En Montauban, tal vez por motivos de acústica de la sala o de menor familiaridad con la lengua, nos pareció un poco menos inteligible que en otras ocasiones. Pecata minuta, dado que de todas formas tuvimos el placer de volver a comprobar su capacidad de matices, su empaste, su potencia...
En cuanto a la orquesta, Les Passions, estaba a su cargo la difícil tarea de dar variedad a las muy numerosas entradas de ballet típicas de la lírica francesa barroca. Lo que me parece sobre todo destacable fue su perfecta sintonía con los cantantes. Y su brillantez.
Ojalá todas las capitales de la talla de Montauban pudieran disfrutar de una orquesta como Les Passions, que puede mirar sin desdoro a otras orquestas barrocas muy bien consideradas.
A eso hay que añadir los brillantes solistas instrumentales : los sabrosos bassons franceses, los obóes, el clave...
Todos los pupitres rezumaban concentración y entusiasmo, contentos de defender esta partitura. En la cara de ciertos instrumentistas se notaba la alegría golosa de quien disfruta de un fantástico banquete.
Solistas de lujo
En el Prólogo, cantado en Francés (Lengua d'Oil) pudimos apreciar el bonito timbre de Hélène , su buen fraseo, su buen volumen. Si gana en inteligibilidad lo tendremos todo.
Como el simpático Jeanet, contamos con un joven tenor con buen caudal de voz, buena dicción, y sobre todo con lo que es indispensable para la parte, vis cómica. Volveremos sin duda alguna a escuchar a Fabien .
Como espero que volvamos escuchar a la deliciosa Élodie . Coloraturas con mucha naturalidad, voz de emisión fácil, buen volumen, encanto personal, parece que esta partitura le va como anillo al dedo.
El más veterano del reparto era François-Nicolas en los pasajes – que no se escucha sea pasaje – entre pecho y cabeza, una estupenda utilización de la voz de cabeza, siempre bien timbrada, buen volumen y un perfecto dominio del estilo francés. Fue la suya realmente una preciosa interpretación.
, excelente haute-contre, de gran facilidadCuando termino estas líneas, la obra todavía ha de interpretarse en versión de concierto en el Capitole de Toulouse. Esperemos que el público acuda numeroso, esperemos que haya músicos y programadores que se encaprichen con la obra, esperemos que Daphnis et Alcimadure vuelva a pisar los escenarios para deleite de los melómanos de todo el mundo y para gloria de un compositor que, por méritos propios, debiera tener mejor lugar en nuestras memorias, Jean-Joseph Cassanéa de Mondonville.
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