España - Cataluña
Gran Teatre del LiceuMacbeth de Verdi, primer reparto
Jorge Binaghi
Pues … como
he dicho, será más corta que la anterior. Aunque debo decir que he encontrado
más problemas tanto en la dirección de orquesta como en la de escena. En esta
última un abrir y cerrar el telón al principio para hacernos ver el ‘sleep no
more’ es un disparate teatral. Que desde según qué puesto se vean las tramoyas
y tramoyistas que acercan y alejan las ya famosas cabezas no es deliberado pero
sí feo. Las marchas de los ejércitos o la aparición de los espíritus son de
acto escolar, con suerte. En la función del 22 de febrero Plensa volvió a salir
a saludar (normalmente el director de escena lo hace sólo en la primera
función), pero esta vez se encontró con aplausos mezclados a sonoras protestas.
En
cuanto a la dirección musical la he encontrado más farragosa y pesada (incluso
en el ballet del tercer acto), con una falta total de pathos y de tensión (y
no se puede decir que las cuerdas no son bellas ni ‘sedosas’ porque no reside
ahí todo el problema) pese a que el suelo se estremecía bajo mis pies con cada
intervención de la ‘cassa’ y los metales.
De los
comprimarios nada diré pues eran los mismos y lo hicieron igual. Entre los
principales sólo repetía Schrott, que cantó aún mejor que en la función del
segundo reparto y se convirtió en el elemento más interesante.
Lo
seguía de cerca Salsi que tiene un timbre adecuado (si no precisamente bello),
conoce la parte y la canta bien. Sólo me molesta a veces que en la búsqueda de
la ‘expresividad’ deje de lado el respeto por la línea de canto, que en Verdi
es tan necesaria como la famosa ‘parola scenica’.
Radvanosky sigue siendo por supuesto una de las preferidas (si no ‘la preferida’) de un sector importante del Liceu. Aquí la calidad de su voz interesa menos que en otros roles porque ya se sabe que Verdi no quería una voz angelical (por lo que el director de escena se equivocó en vestirla de blanco con peluca rubia como si fuera la luz en la oscuridad, cuando es lo más oscuro de ésta), así que el agudo metálico o fijo se justifica y sus messe di voce casi inaudibles también.
Cuando se trata de los registros central y grave, cada vez más distintos en color y volumen, las cosas cambian. Elige bien los momentos para hacer sonar su particular grave (absolutamente artificial), pero no puede disimular que las agilidades (del brindis sobre todo) no están a su alcance (en el caso de que lo hayan estado alguna vez).
Su técnica, pese a todo, le permite llegar al final de un rol que no creo que frecuente mucho en el futuro. Que por dos veces se haya inventado un texto a medias comprensible no es tan grave, pero como fue la única en los dos repartos creo que hay que consignarlo.
El tenor Galasso, debutante en el Liceu, mostró una voz de las que se llaman ‘italianas’ por la claridad del timbre y la articulación, de volumen mediano pero bien proyectado, e intentó decir y hacer algo con un papel que es ingrato.
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