Tal
cual parece que entraba el veneciano Damiano Micheletto con su nueva producción
en la Staatsoper de Múnich, como pidiendo permiso, sin querer molestar a nadie,
al menos no más de lo que uno estima que el público desearía ante un título que
si por algo (o solo) se caracteriza es por las posibilidades en escena que
concede. Huelga decir que ni al propio Verdi el libreto le hacía tilín. Es
cierto que el cementerio está lleno de valientes, y que los cobardes, pese a
quedarse en la orilla, tienen el privilegio de seguir viendo el agua correr,
pero el mundo de la ópera no está hecho para quienes agachan la cabeza e
intentan ser complacientes. No se debe pedir permiso para alzar el telón.
Michieletto
declaraba en un artículo que no le interesaban ni la mitología ni la arqueología
egipcia, sino que la base de su lectura residía en la humildad…
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