Reino Unido
Y en Arcadia….¡Dama de Picas!
Agustín Blanco Bazán

Lejos de sus frustradas patrias, cantantes jóvenes de Armenia, Rusia y Ucrania se encontraron en una de las arcadias de campo inglesas que dan ópera en verano. Esta vez The Grange, el enorme palacio semi-ruinoso en medio de lagos y colinas ofreció en su ex-orangerie transformada en pequeño teatro de ópera una Dama de Picas de buena calidad y contagioso entusiasmo.
La puesta de Paul Curran y Gary McCann actualiza la acción con una cierta intemporalidad de vestuarios más bien en la Belle Époque del siglo XX, con caballeros y damas tan de gala como los espectadores, y un baile de máscaras estilo siglo XVIII. El cuadro escénico es una instalación reminiscente de la orangerie que aloja el teatro, con espacios cambiantes y hábilmente ensamblados en un escenario giratorio.
Capitaneando el equipo de cantantes se lució Anush Hovhannistyan, una Liza excepcional, tanto por su talento actoral como por su timbre aireado y brillante, sin quiebros a lo largo de todo el registro. Eduard Martynyuk fue un Herman al comienzo algo inseguro y estridente, pero luego afianzado en un registro medio alto cálido y bien impostado. Tomsky fue interpretado con fraseo ágil y expresivo por Andray Kymach, y como Yeletsky, Ilya Kutyukhin conmovió en su celebérrima aria (“Ya vas liubliu”) con un legato de garganta joven, adecuadamente entre tentativo y palpitante, y bien de acuerdo con la declaración de amor y amistad de este malogrado personaje.
Pero no todo vino del Este, porque Josephine Barstow, una veterana británica de ochenta y dos años presidió a todos estos chicos talentosos como una legendaria condesa. Sus parlandos fueron de una impostación y color formidables, en contraste con su evocativo lied en francés que cantó con un hilo de voz milagrosamente proyectado a través de una articulación perfecta. Fiel a su reconocido histrionismo actoral, Barstow protagonizó una muerte antológica por su progresión dramática: al horror inicial de descubrir a su victimario en su dormitorio, se fueron agregando los primeros síntomas de un infarto cada vez mas violento, que culminó en un expirar tan abrupto como simple. Y todo esto sin falso histrionismos o grandilocuencias, sino con una gesticulación tan sobria como intensa.
A partir de entonces, Hovhannistyan y Martynyuk comenzaron a darlo todo, sin preocuparse demasiado por algún que otro problema de emisión, y precisamente gracias a ello, sus personajes parecieron abalanzarse sobre los espectadores en su desesperación final.
Paul Daniel, un excelente director de orquesta inglés bien conocido en España y sobre todo en Galicia, ayudó a los del Este al frente de la Orquesta Sinfónica de Bornemouth, con una interpretación de detalles orquestales bien definidos y esa pasión intensa pero siempre contenida requerida para un buen Chaicovski. Precisos y bien sincronizados intervinieron el coro del Grange Festival preparados por Tom Primrose y el Twyford Young Chorus, un entusiasta y concentrado coro de niños bajo la dirección de David Hall. ¡Cuántos coros y cuántas orquestas siguen pululando en el Reino Unido a pesar de los salvajes cortes financieros y el desprecio a la cultura musical capitaneados por el gobierno!
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