Que las mujeres lo han tenido siempre más difícil para dedicarse seriamente a todo lo que no fuese regentar un hogar (o los trabajos que, peor pagados, se reservaban a campesinas y obreras, por supuesto), creo que no hay nadie que pueda discutirlo. Los obstáculos con que se encontraban las mujeres que deseaban (y había que empezar por «desearlo») dedicarse profesionalmente a cualquier disciplina artística eran enormes, lo que explica la relativamente escasa cantidad de compositoras, pintoras o escritoras en comparación con sus colegas masculinos.
Pero es que a eso se une un segundo componente, y es que, juzgadas en su día a menudo con condescendencia por una crítica abrumadoramente masculina (y masculinista), los historiadores de la música suelen limitarse a recoger el testimonio de sus mayores, condenando a la mayoría de las creadoras al…
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