Francia
Del buen director de orquesta: Ligeti y Mozart por San Roth
Francisco Leonarte
¿Qué le pedimos a un intérprete musical? Que
nos restituya una partitura. Cierto.
¿Y cuándo nos parece que un intéprete es bueno?
Cuando la obra restituida brilla y nos hace disfrutar.
Un buen intérprete no es simplemente quien
tiene capacidad técnica para reproducir lo que fue escrito por el autor.
Es quien, además, comprende la obra y sabe hacérnosla llegar en óptimas
condiciones.
Por eso creemos que François-Xavier
Ligeti luminoso
Comenzaba el concierto con una maravillosa
obra de
Y qué delicadeza la de los profesores de Les
Siècles, qué suavidad en el manejo de sus instrumentos. El auditor aguza el
oído para no perderse ni una sola proposición sonora. Yo no sé qué puede dar en
grabación una obra tan primorosa, en que la sensación auditiva es
primordial; sé que en vivo es un festín.
Roth, que por supuesto está técnicamente ahí,
dando entradas, marcando tiempos, sugiriendo o recordando con el gesto lo que
sin duda se habló en los ensayos, entiende la obra desde dentro. Sabe
resaltar tal o cual detalle para que surja ante el auditor toda la coherencia
interna de este Kammerkonzert.
Y al final reciben, Roth y los maestros de Les
Siècles, ovaciones de un público maravillado.
Después de esta obra del final de los sesenta,
tal vez hubiera sido hora de intercalar el Concierto para violín
mozartiano, para alternar los sabores en boca (como el perfumista que chupa un
grano de café entre cada olor) y poder apreciar mejor la obra siguiente.
Imagino que han prevalecido criterios prácticos de cambio de configuración de
la sala y de cambio de instrumentos, y lo siento.
Así que la orquesta (en formación reducida)
ataca el otro Ligeti del programa, su Concierto para piano. Lo confieso,
creo que si no hubiéramos escuchado antes el Kammerkonzert, el Concierto
para piano me hubiese parecido estupendo. Pero es imposible no establecer
comparaciones, y la manera compositiva de los años 80 (aún guardando sorpresas
y momentos muy disfrutables) parece palidecer ante la abundancia y contundencia
de la de los años 60-70.
En el Concierto para piano brilla el pianista
virtuoso, pero también los percusionistas (uno de ellos, a la marimba, tiene
una última intervención de Envido a la grande y me pongo la carta en la
oreja) y en general todos los super-solistas de la orquesta.
Jean-Frédéric
Mozart en segunda parte
Y después, Mozart. Servidor de ustedes no
entendió muy bien lo de Ligeti en primera parte y Mozart en segunda. Salvo,
claro está, correspondencias íntimas entre las obras. Pero en tal caso se
trataría de correspondencias íntimas y muy subjetivas ...
Pero no vamos a amargarnos la vida por un
problema de coherencia de programa: los hay mucho más disparatados y hasta
puede ser divertido, ¿no?
El caso es que Roth y Les Siècles salen de una
sesión intensiva de Mozart porque han estado representando La Flauta Mágica
en el Théâtre des Champs-Élysées hasta hace cuatro días, o sea que, por ese
lado, no tendrían que plantearse problemas de estilo.
Y de hecho no se plantean. Todo lo contrario.
Mozart está ahí, de la primera a la última nota, como una evidencia.
Comienza la segunda parte con el Concierto
para violín nº3 en sol mayor con
Faust sonríe mientras toca, y el público
sonríe mientras la escucha. Y la orquesta la arropa y la aúpa.
Con lo cual -ya saben ustedes o al menos se
lo han figurao- al final del Concierto de Mozart, nueva salva de aplausos y
bravos.
Y Faust, dejando de lado piezas archimanidas,
se saca de la manga un corto y precioso bis: el Altro, del Amusement
pour violon seul op l8, de Louis-Gabriel
¡Cuánto se disfruta cuando, doblando una
esquina, por casualidad, nos topamos con una pequeña joyita que no conocíamos!
Faust toca con brío, con una alegría casi campesina, este pequeño fragmento que
parece contener en sí toda la música popular y toda la música seria.
Habrá que escarbar más del lado de Guillemain,
entre Leclair y el Chevalier de Saint-Georges ...
Y terminamos con más Mozart. Esta vez una
sinfonía, la llamada Haffner, pues nació al parecer de la serenata que
este rico hombre de negocios había encargado para los fastos de su
ennoblecimiento.
Y en la interpretación de Roth-Les Siècles,
todo parece sencillo y ágil: Roth no busca diferenciar sonoridades ni acelerar
o ralentizar tiempos; las trompas naturales suenan con naturalidad, fundiéndose
armónicamente con la masa orquestal al igual que las maderas; las cuerdas
responden a la mínima indicación, cantan y juegan... (Perdonen ustedes,
servidor de ustedes se está poniendo lírico, y no debería ser así. Pero es
difícil no caer en la tentación). Y los da capo (¿da capi?: ya
saben ustedes, esas repeticiones de motivo que hacen que los intérpretes
vuelvan al inicio, a la cabeza, de la partitura) suenan siempre frescos,
porque Roth sabe darles un nuevo matiz, y pone de relieve el sentido juguetón
de Mozart, con un motivo que interrumpe al otro, con preguntas y respuestas,
siempre con sorpresas ... Una gozada.
De nuevo bravos y aplausos entusiastas al
acabar la sinfonía, para Les Siècles y para Roth. Aplausos que sólo se acaban
porque el director da una rápida indicación al concertino y al salir aquel,
todos los profesores empiezan a despedirse los unos de los otros y a salir
también. Falto de intérpretes a quien aplaudir, el público cesa en sus aplausos
y se vuelve tranquilamente a casa.
Servidor de ustedes corre a preguntar de quién
eran esos preciosos bises que hemos escuchado. Isabelle Faust contesta con una
gran sonrisa. Ella se queda para firmar discos. Y quien esto escribe se va a
casa, que ya toca.
PS – Faust ha de interpretar el Concierto para violín de Ligeti en Valencia, no sé si también en otros lugares. Si pueden, no se lo pierdan.
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