España - Cataluña
Concurso Viñas: clausura de la 61.ª edición
Jorge Binaghi
El año pasado sólo pude estar en la inauguración del
certamen. Este año, sólo he estado en la prueba final y el concierto final.
Haré sólo una reseña de este teniendo presente que entre ambas ocasiones los
mismos cantantes no han estado exactamente iguales por lo que al menos en dos
oportunidades hay que oírlos, pero es la primera vez que si no concuerdo en la
graduatoria sí estoy de acuerdo en que en ninguno de los casos se puede
manifestar asombro por la elección, aunque en alguno podría haberse optado por
un nombre equivalente o quizá superior. Pero eso quiere decir que el nivel ha
sido alto y parejo. Ya en la prueba final hubo una sola repetición, y fue no un
aria trillada sino la canción de Pierrot de Die
tote Stadt.
Por otra parte la afición al canto de cámara parece estar
subiendo lentamente (dos de las finalistas se presentaban también en esa
categoría).
Y aunque al principio del acto hubo que ver un corto
documental sobre el concurso con material del del año pasado (no se veía la
necesidad, y al final, tras unos segundos de embarazoso silencio se oyeron
tímidos aplausos), sí estuvo bien que se recordara a Ewa Podles que actuó
bastante en el Liceu y siempre con muy buenos resultados de público y crítica.
También se agilizó la ceremonia de entrega de premios: la
mayoría fueron entregados por algunos de los ganadores a los otros, y las únicas
excepciones fueron Dame Kiri Te Kanawa (con José van Dam los dos únicos
cantantes del extenso jurado) y Freddie De Tommaso por haber sido ganador del
Concurso años atrás.
Es cierto que casi no hay tiempo para preparar este
concierto (el 19 a la noche se supo la lista, el 20 se trabajó y el 21 por la
tarde fue la función), así que no pueden pedirse milagros a la orquesta, esta
vez dirigida por Ricardo Casero.
No hubo errores materiales de ejecución, pero sí una
constante tendencia a tocar todo igual y muy fuerte, por lo que Tatiana y
Elisabeth parecían del mismo autor, y Rossini se parecía más a Verdi (el punto
más bajo se registró en el aria de Dandini de La Cenerentola y en la bandística interpretación de ‘Mi aldea’ de
la zarzuela Los Gavilanes de
Guerrero). Salieron beneficiados los momentos más líricos y menos
‘extrovertidos’ como ‘Caro nome’ o ‘Una furtiva lagrima’.
Abrió el programa el receptor de una cantidad
impresionante de premios extraordinarios (entre ellos el del público), Lluís
Calvet, barítono, que repitió de la final ‘Mi aldea’, luciéndose menos por la
prestación orquestal, y cantó un decepcionante ‘Largo al factotum’ no sólo por
el volumen de la orquesta sino porque su voz con piano resultaba de unas
dimensiones que aquí no tenía. Para colmo equivocó reiteradamente el texto,
aunque tuvo carácter suficiente para no amilanarse. Muy aplaudido.
Siguió el sexto premio del Concurso, la coloratura italiana
Sabrina Sanza, correcta, pero no más, ni por color ni por virtuosismo. Repitió
la entrada de Norina en Don Pasquale,
mejor que en la final, y cantó un buen ‘Caro nome’, nada trascendente y que no
justifica el premio de mejor intérprete de Verdi (cuando en la final cantó una
diligente versión de la gran aria y cabaletta de Amelia en I Masnadieri). Sigo pensando que en la misma final había otros
concursantes con igual o más méritos que ella.
Siguió el quinto premio, el bajobarítono británico Ossian
Huskinson, quien repitió una buena ‘Madamina’ (también inferior a la que cantó
dos días antes) y ‘Aprite un po’ de Le
nozze di Figaro (obtuvo también el premio Mozart, y estuvo bien dado,
aunque en la final demostró que podía hacer igualmente bien otro repertorio
cantando un aria de Iolanta de
Chaicovski).
Intervino luego por primera vez, en este caso por los
premios a mejor intérprete de lied y oratorio, de la Fundación Victoria de los
Ángeles, la Asociación Schubert, el Teatro Real y La Caixa, la soprano rusa
Mira Alkhovik. Igual que en la final (donde cantó Schubert y Chaicovski)
repitió una magnífica ‘Suleika’ y “Wehmut” del gran Franz, bien acompañada al
piano por Rodrigo de Vega. Sólo con su modo de presentarse y su atuendo se
podía advertir algo especial en ella y en su trabajo. Se trata de una lírica con
reflejos cobrizos en centro y grave.
La primera parte finalizó con el bajobarítono
estadounidense Christian Pursell, notabilísimo cantante y buen intérprete que
cantó el aria de Dandini antes mencionada (‘Come un’ape) en la que demostró
excelente color, fiato, legato y manejo de la agilidad aunque hay algún momento
en que la colocación de la voz no parece la mejor, pero que seguramente
solucionará (dicho sea de paso, creo que a estas alturas le va mejor el Rossini
serio porque la entrada de Maometto en el Maometto
Secondo de la prueba final fue francamente excepcional, así como su versión
de la rara y difícil aria del Tambor Mayor de la olvidada Le Caid de Thomas: la inteligencia se advierte también en la selección
de material). Terminó su intervención con una impecable, sobria pero sentida,
cavatina del protagonista de Aleko de
Rachmaninov.
Tras el descanso y la distribución de premios el programa
se reanudó con el tercer premio, la soprano portuguesa Silvia Sequeira,
asimismo, entre otros, premio del público y premio Wagner, quien repitió su
entrada de Elisabeth de Tannhäuser
(en la que, como en la final, lució sus mejores virtudes). Tanto en la final
(‘Tu che le vanità’ de Don Carlo)
como aquí (‘Ebben ne andrò lontana’ de La
Wally de Catalani) demostró que en el repertorio italiano a su enorme voz
(probablemente la más grande de todos los ganadores) le falta adquirir
flexibilidad y capacidad de ‘filar’ realmente el sonido: ahora se oye un canto
sano, sin matices y con algún reflejo metálico. Parece entender y proyectar
mejor el sentido de las palabras en alemán que en italiano.
Cantó luego la gran escena de la carta de Tatiana de Eugene Onegin el segundo premio, la rusa
Mira Alkhovic ya mencionada, y aunque la orquesta era muy pesada, volvió a
imponer su clase, su sentido del matiz, su innato buen gusto, y su ejemplar
modo de no forzar jamás la voz.
Vinieron después los dos primeros premios ex aequo.
En primer lugar se presentó la mezzo de Brasil Marcela Rahal, que mejoró con
respecto a su actuación en la final (donde cantó un aria del Barquillero de Chapí de modo bastante
anodino y una buena, pero no excelente, entrada de Dalila en el segundo acto de
la ópera de Saint-Saëns). Aquí fueron la ‘Habanera’, bien pero
sorprendentemente exenta de intención, y ‘Cruda sorte’, la entrada de Isabella
en L’italiana in Algeri de Rossini
(de nuevo bien, y mejor que en Bizet, pero en absoluto para el recuerdo).
Finalizó el programa con el tenor neozelandés Filipe
Manu, que es claramente un tenor lírico aunque el timbre no sea especialmente
bello ni brillante, y tiene una gran clase, estilo y técnica (aunque creo que
decepcionó un tanto a los que quieren escuchar un Nemorino vociferante): fue
ejemplar su modo de terminar el aria y de recoger el sonido para ampliarlo
luego con un dominio fantástico de la respiración y excelente uso de la media
voz. Quizá su forma de atacar el agudo pleno pueda tener aún cierto pulido para
que no resulte separada de todo lo anterior. Se notó más, naturalmente, en el
aria de Romeo de la ópera de Gounod ‘Ah, lève toi soleil!’ que también había
cantado exactamente igual en la final, donde además había dado una lectura
excelente de ‘Spirto gentil’ de La
favorita donizettiana.
A quien quiera indagar un poco más, dejo dos nombres de
la final que creo merecían mejor suerte: las sopranos Katerina Burton, de
Estados Unidos, y Annya Pinto, de Chile.
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