Es fácil
advertir que algunos oratorios de Haendel son óperas ‘disfrazadas’ o se pueden
convertir fácilmente en ópera (Theodora y
Semele son dos buenos ejemplos, sobre
todo si a cargo de la última está un inspirado Robert Carsen, que en el mundo
del barroco siempre ha dado lo mejor de sí). Pero ‘algunos’ no es sinónimo de
‘todos’, y mucho menos que en general ‘haya que’ o ‘sea posible’ escenificar
cuanta música religiosa con canto se haya escrito.
El Mesías está en lo más alejado de esa posibilidad porque no
cuenta con ‘argumento’, y si hay alguno no parece que Wilson haya encontrado la
forma de explicarlo. Es un espectáculo ‘suyo’ en el sentido de que es todo muy
‘bonito’ en cuanto a iluminación y colores, y absolutamente reiterativo en
cuanto a ‘poses’ estáticas, movimientos lentos exagerados, gestos bruscos y
congelados, todo muy a…
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