Discos
Momentos del mejor Donizetti
Francisco Leonarte
A menudo se distingue, dentro del catálogo de
un compositor reconocido, entre las obras de juventud y el resto. Algunos
compositores, incluso, reniegan de dichas obras de juventud y no las incluyen
en su propio catálogo. Así, algún amigo de Falla se burlaba cariñosamente de él
al calificar sus obras de juventud (como la muy bonita Tus ojillos negros)
de obras de «Premanuel de Antefalla».
Tratándose de Donizetti, se suele considerar
que el buen Donizetti comienza en 1830 con su primer éxito
internacional, Anna Bolena. Sin embargo las cosas no suelen ser tan
tajantes, y en Anna Bolena escuchamos no pocos pasajes todavía con
olor a Rossini...
Sostiene Roger Parker en sus notas a esta
grabación de L'esule di Roma, que la datación a partir de 1830 es
perfectamente injusta. Y al escuchar este disco no podemos sino darle la razón.
Hay ya en esta obra momentos del mejor Donizetti, tales el dúo de Argelia y
Murena del segundo acto, o la segunda aria del mismo Murena, o el terceto
Argelia, Settimio y Murena... Y hay, todo a lo largo de la obra, líneas
melódicas que ya comienzan como puro Donizetti para terminar como escuela
rossiniana, y viceversa.
Paradigmáticos en este sentido son el
preludio, atravesado por un conato de marcha rossiniana, o la escena de
remordimiento de Murena en el segundo acto. Tomando sin duda como modelo la
gran escena de Assur en Semiramide de Rossini, en las escenas de Murena las
arias son de clara factura donizettiana, mientras que las cabalettas recuerdan
demasiado al modelo rossiniano. No obstante, y de forma general, son frecuentes
los destellos que anticipan lo que serán Luccia, Favorite o Rosmonda,
y resulta hasta emocionante el seguir punto por punto, detalle tras detalle, la
formación del estilo donizettiano. Por eso L'esule di Roma es obra muy
interesante para el aficionado de pro, y hermosa para todos los públicos en
general.
Como es su costumbre, Opera Rara reúne un
plantel de cantantes más que aptos, siempre muy bien aconsejados en lo que a
cuestiones de estilo se refiere.
Albina Shagimuratova como Argelia no siempre
suena perfecta-perfectísima, pero su voz es personal, voz con una fragilidad
interna que la hace más apreciable. Y sabe emocionar.
Como el atormentado Murena, Nicolà Alaimo, el
muy dúctil bajo con un grano de voz propio, que no encuentra dificultad ninguna
con su rol. Tal vez sea de lamentar esa tendencia a acentuar ciertas sílabas («ingrato»,
«orrore», etc), con un deje verista que no es necesario. En su haber,
destaquemos también la claridad de su dicción.
Sergey Romanovsky completa la triada
protagonista encarnando al enamorado Settimio. También una voz con un timbre
personal, cosa que no es frecuente en el mercado operístico actual. Romanovsky
se implica y logra dar toda su humanidad al rol.
En cuanto al barítono que encarna a Publio,
Lluis Calvet i Pey, es una agradable sorpresa. Voz bien timbrada y saludable,
con squillo, y notable encarnación. Habrá que seguir la carrera de este
joven barítono.
El Opera Rara Chorus, preparado por Stephen
Harris, muestra un bonito color -particularmente el masculino- y es expresivo
en toda la paleta de situaciones.
La orquesta (la Britten Sinfonia) suena
impecablemente. Carlo Rizzi conoce bien el repertorio italiano, y canta las
melodías donizettianas con amor. Resaltemos en efecto su estupenda labor en
todo lo que concierne los preludios a cada escena o ciertas frases que,
confiadas a la orquesta, permiten establecer el clima trágico de la historia -historia,
reconozcámoslo, bastante lineal con un «final feliz» bastante traído por los
pelos-.
Buen trabajo, como de costumbre en Opera Rara,
el de los técnicos de sonido: cercano pero no invasivo, redondo pero no
inmediato. Y, también como de costumbre, muy interesantes notas a la grabación.
O sea, de nuevo una obra más que disfrutable
revelada por el sello Opera Rara y presentada en óptimas condiciones. No se
puede pedir más.
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