Discos
La vuelta de un exiliado
Maruxa Baliñas
Como en otras ocasiones, el sello discográfico Le Palais des Dégustateurs recupera un intérprete bien conocido, pero que no se sabe cuándo ni cómo 'desapareció'. Por lo menos yo, recordaba el nombre de Mikhail pero llevaba sin oírlo un montón de años, ni por grabaciones discográficas ni en concierto.
Es por ello que cogí con una gran ilusión el disco y, aunque tenía miedo de decepcionarme porque en los últimos años me he vuelto mucho más exigente y a lo mejor Rudy no era tan bueno como recordaba, no ha sido así en absoluto.
La agradable sorpresa de descubrir además que el director que le acompaña en los dos conciertos para piano (Grieg y Segundo de Prokofiev) es Mariss , no hizo más que aumentar mi placer. Finalmente la Orquesta Filarmónica de San Petersburgo es siempre una gran orquesta y con cierta frecuencia -sobre todo con alguno de sus grandes directores- puede sonar maravillosamente.
El folleto del disco no da información sobre las grabaciones aquí incluidas, sólo indica que son "registros en directo inéditos". De la entrevista a Mikhail Rudy, que es lo único que recoge el folleto del disco, se entiende que estas son grabaciones hechas en los años de desaparición de la URSS, entre 1989 -cuando regresó a la URSS, siendo el primer exiliado político en volver- y los primeros años de la década de 1990, y que se trata en buena medida de grabaciones personales -hechas con permiso de la orquesta, pero sin un contrato claro- que debido a su buena calidad ha sido posible recuperar.
La obra que abre el disco, el Concierto para piano op 16 (1868) de Grieg, no es en mi opinión lo mejor del disco. Es también una de las peor grabadas, lo cual no contribuye positivamente a mi valoración. Sin tener problemas graves, el sonido se dispersa demasiado y los contrastes dinámicos se quedan escasos.
La mort d'Isolde de Wagner - Liszt es mi obra favorita del disco. Creo que la insistencia en valorar al compositor como creador de la obra en detrimento del intérprete ha perjudicado a este tipo de transcripciones de Liszt que son a menudo joyas y con más contenido del que parece a primera vista (recuerdo una conferencia apasionante sobre la transcripción de Liszt del cuarteto de Rigoletto donde el estudioso demostraba que donde Verdi era más machista y cínico, Liszt era más igualitario y romántico). Rudy comienza casi anodino, de modo que, cuando empieza a construir el tema y lo va desarrollando, crea una versión muy emocional.
El Nocturno op. 27 de Chopin es nuevamente una pequeña joya donde la humildad de los primeros compases permite la expansión emocional de la obra, que no llega a ser brillante pero sí preciosista. Rudy opta claramente por la sencillez y unos tempi y dinámicas contenidos. No es lo más habitual pero funciona muy bien.
El Étude pour les 8 doigts de Debussy es una buena demostración del control de pedal y en general de la técnica de Rudy pero me atrajo bastante menos que el breve Prélude op 12 nº 7 de Prokofiev, que también tiene bastante de obra de estudio. El aún más breve Étude op 42 nº 3 de Scriabin completa esta sección intermedia de piezas para piano a solo, antes de la presentación del segundo de los conciertos para piano, el Concierto para piano nº 2 de Serguei Prokofiev.
Interesantísimo el planteamiento de Janssons, distinto del de al que estoy más acostumbrada y que representa un poco el estándar habitual en los últimos años. Janssons y Rudy no parecen interesarse mucho por las cuestiones virtuosísticas ni por el Prokofiev 'enfant terrible', sino por el melodismo y los juegos tímbricos, dulcificando las disonancias en favor de una fascinación no tan lejana a , quien -aunque por su temprana muerte no lo parezca- era apenas nueve años mayor que Prokofiev y cercano en algunos de sus planteamientos. A destacar el último movimiento, que sí es el Prokofiev rítmico que casi veinte años después desarrollará en sus ballets 'soviéticos' en su comienzo y final mientras la parte central resulta casi demasiado reconcentrada (y por cierto, con el único error de Rudy que detecté en todo el disco). Casi increíble el Scherzo, segundo movimiento de este Concierto, que Rudy y Janssons llevan a una velocidad que por momentos parece 'suicida' y donde parece sonar algo del Stravinsky o incluso Prokofiev de la época de los Ballets Russes, con esa aparente falta de control que no es salvajismo en absoluto porque está totalmente controlada.
En resumen, un disco muy recomendable sobre todo para pianistas y aquellos que gusten de la música soviética porque -aunque la URSS ya había desaparecido- el sonido de la orquesta es una combinación de las viejas tradiciones soviéticas y las novedades occidentales que la Filarmónica de San Petersburgo y Janssons ya conocían bien. Y no hay muchas grabaciones orquestales de esta época, porque desaparecidos los sellos 'oficiales' y con la caótica situación política se hicieron muy pocas grabaciones en estos años. El principal problema del disco es -como ya he ido comentando- las deficientes condiciones técnicas de las grabaciones.
Comentarios