España - Cataluña

La innombrable

Jorge Binaghi
jueves, 28 de noviembre de 2024
Auvray, La forza del destino © 2024 by A. Bofill / Teatre del Liceu Auvray, La forza del destino © 2024 by A. Bofill / Teatre del Liceu
Barcelona, miércoles, 13 de noviembre de 2024. Gran Teatre del Liceu. La forza del destino (San Petersburgo, Teatro Imperial, 10 de noviembre de 1862, versión revisada para el Teatro alla Scala de Milán, 27 de febrero de 1869), libreto de F.M. Piave sobre Don Álvaro o La fuerza del sino del Duque de Rivas, completado por Ghislanzoni, y música de G. Verdi. Puesta en escena: Jean-Claude Auvray (reposición: Leo Castaldi). Escenografía: Alain Chambon. Vestuario: Maria Chiara Donato. Iluminación: Laurent Castaingt. Intérpretes: Anna Pirozzi/Saioa Hernández (Leonora), Brian Jagde/Francesco Pio Galasso (Alvaro), Artur Rucinski/Amartuvshin Enkhbat (Don Carlos de Vargas), John Relyea/Alejandro López (Padre Guardián), Pietro Spagnoli/Luis Cansino (Fray Melitón), Caterina Piva/Szilvia Vörös (Preziosilla), Giacomo Prestia (Marqués de Calatrava), Moisés Marín (Trabuco), Laura Vila (Curra), Dimitar Darlec/Plamen Papazikov (Alcalde), Domingo Ramos/Lucas Groppo (Un cirujano), y otros. Orquesta y coro del Teatro (maestro de coro: Pablo Assante). Dirección de orquesta: Nicola Luisotti.
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Muy exactamente a doce años de la última vez, volví a ver en el Liceu esta ópera de Verdi que pocos nombran sin santiguarse, pero muchos amamos, algunos detestan y a otros les causa perplejidad. No voy a enumerar argumentos a favor y en contra. Sólo diré que hay otros libretos en el propio Verdi (y no digamos en otros autores, no sólo italianos), que son inferiores y/o más ridículos que éste, y que de todos modos si hay pecado está en el original.

Aunque espero verla muy pronto en otro sitio, considerando la ‘frecuencia’, en este Gran Teatre la he visto por última vez. Debería alegrarme de haber tenido la oportunidad de verla dos veces porque, como en 2012, había dos repartos, pero no sólo entonces el segundo resultó muy superior al de esta ocasión, sino que en general los grandes teatros (Met, Londres, París, Milán, Viena, Múnich..) suelen ser prudentes, y a la hora de programar un título señaladamente difícil y para el que nunca han existido voces en abundancia en todos los roles principales (tres en especial) se conforman con un reparto y si llega a fallar alguno se las ven y las desean para encontrar un sustituto no digo ya a la altura sino que pueda con la parte.

En un momento se había hablado de la nueva producción que se había ya visto en Ámsterdam y Londres, pero finalmente nos quedamos con la anterior que había debutado en París. Como nació vieja, de esas que habría que mandar al trastero tras su estreno, pero en cambio se sigue ofreciendo, me vuelvo a limitar a la repetición de mis conceptos de entonces, agregando que esas banderas y ese ‘viva Verdi’ disparatados del tercer acto más las carreras que se pegan los soldados sí son de una ridiculez extrema de la que ni música ni texto son culpables.

“La nueva producción de Auvray no logró ni un correcto despliegue de soldados en marcha ni de banderas ondulantes (y eso que ha trabajado con la Wallman, que en este punto era una maestra). Los decorados -algo minimalistas- y trajes, muy bonitos, no estuvieron mal (aunque trasladar la acción a la época de su composición produjo incoherencia en el cuadro tomado del Wallenstein de Schiller, ya que si los alemanes podrían ser los austríacos contra los que luchaban -por bien otros motivos- los italianos, los españoles nada tenían que hacer allí). La entrada de Alvaro pareció más propia del Zorro y su condición de mulato se ignoró por completo, no sé si por la dichosa corrección política, pero sin ese aspecto no se entiende ya nada del todo del complicado drama de Rivas. La dirección de actores se limitó a exagerar estereotipos …. y a ilustrar la obertura, desgraciadamente situada tras el primer acto convertido en prólogo, como en cierta tradición prestigiosa alemana que fue seguida algunos años por el Met y por Mitropoulos. Resulta sin embargo que cuando Verdi la escribió para la versión revisada decidió ponerla al principio, y no está demostrado que Mahler o quien sea haya sido mejor dramaturgo que él.” 

'La forza del destino' de Verdi. Dirección de orquesta: Nicola Luisotti. Puesta en escena: Jean-Claude Auvray. Barcelona, Gran Teatre del Liceu, noviembre de 2024. © 2024 by A. Bofill / Teatre del Liceu.'La forza del destino' de Verdi. Dirección de orquesta: Nicola Luisotti. Puesta en escena: Jean-Claude Auvray. Barcelona, Gran Teatre del Liceu, noviembre de 2024. © 2024 by A. Bofill / Teatre del Liceu.

Superado este ‘detalle’ (si es que se puede tolerar esta obertura a telón abierto con el cadáver del marqués depositado poco elegantemente sobre la mesa para mostrarnos brevemente la huida de los amantes y su persecución por los servidores, más la absurda aparición de Carlos de Vargas -Verdi y sus libretistas sabían cuándo tenía que entrar, o irse de, escena un personaje- para bajar el telón al final y volverlo a levantar sobre los acordes, que aquí suenan más reiterativos que lo normal, del segundo acto….), la dirección de Luisotti fue buena o si se quiere muy buena (pero no genial como parece haber decretado el público y prácticamente toda la crítica): los tiempos fueron buenos, en varios momentos rápidos exageró la dinámica y utilizó contrastes efectivos o efectistas pero por momentos demasiado extremos (no todos tienen el volumen de un Enkhbat para ganarle el pulso a la orquesta). 

Sí consiguió exhibir el buen estado del conjunto estable, así como el coro demostró claramente lo que ha ganado con Assante (en particular en los dos últimos actos, sin despreciar los primeros; si no pudo sacar más partido de la famosa ronda ‘Compagni sostiamo’ se debió a la escansión del tiempo). 

Pirozzi llegó casi por casualidad, y en el primer reparto fue la cantante más completa aunque a veces su centro y grave sonaron algo restringidos, pero agudos y messe di voce fueron excelentes además de mostrar timbre y escuela ‘italianos’ reñidos con cualquier artificio vocal o interpretativo (no es una gran actriz, pero se desenvuelve bien). Tras un ‘Me pellegrina ed orfana’ un tanto reservado desplegó el vuelo a partir del concertante del segundo acto y sobre todo desde la escena en el convento.

Jagde es un muy buen tenor, de timbre tenoril adecuado a la tremenda parte (aunque a veces el grave es escaso y al final de algunas frases llegó sin aliento). Si fraseara todo el tiempo como lo hizo en el final del tercer acto (‘Al chiostro, al eremo…’) su interpretación crecería mucho. Tampoco parece muy del rol cantar su amor a Leonora en el primer acto con las manos en los bolsillos ni palmear a su nuevo amigo en el tercer acto como un cowboy a otro. 

Rucinski estuvo muy bien, pero esta vez su voz pareció de mucho menor volumen que las de sus dos colegas y asimismo eligió terminar su gran aria ‘Urna fatale’ de un modo para mí novedoso y mucho más ‘recogido’. Como actor pareció muy preocupado por poner en orden su abundante cabellera. 

'La forza del destino' de Verdi. Dirección de orquesta: Nicola Luisotti. Puesta en escena: Jean-Claude Auvray. Barcelona, Gran Teatre del Liceu, noviembre de 2024. © 2024 by A. Bofill / Teatre del Liceu.'La forza del destino' de Verdi. Dirección de orquesta: Nicola Luisotti. Puesta en escena: Jean-Claude Auvray. Barcelona, Gran Teatre del Liceu, noviembre de 2024. © 2024 by A. Bofill / Teatre del Liceu.

Prestia y López intercambiaron papeles por un fuerte resfriado del primero según comunicado oficial. Menudo resfriado que dura tanto tiempo, pero permite cantar el breve y difícil rol del Marqués: si el bajo italiano tiene una larga carrera (su caudal se ha reducido un tanto) su intervención fue irreprochable. La de su colega en el segundo reparto como Guardián la pasaré por alto porque me resultó indescriptible. En este caso le tocó al renombrado Relyea una de las partes de bajo más bellas de Verdi. El bajobarítono (así lo designan) tiene volumen y color, pero por desgracia la emisión es nasal y engolada aunque con la figura compensa algo. 

Preziosilla es otro papel subestimado, pero es bien difícil. Caterina Piva es bella, joven y desenvuelta, pero es más bien voz de soprano y el ‘Rataplán’ mostró sus limitaciones en el agudo. El Melitón de Spagnoli fue excelente (tal vez un punto claro) y se mostró cómico sin caer en exageraciones. Su monólogo del tercer acto y su gran escena del cuarto lo mostraron en óptima forma vocal. Moisés Marín fue magnífico como Trabuco: se me ocurre que en él hay tenor para papeles de más longitud y fuste, Es un óptimo actor. Completaron el primer elenco Darlev (bien como Alcalde) y Ramos (correcto como cirujano).

En el segundo elenco destacó claramente ‘la’ voz verdiana -única en este caso- de la velada, Enkhbat. Hace años llegó a finalista del Viñas, pero no pasó de allí. Ahora vuelve como lo que era: una voz enorme, timbrada, homogénea. No aún un gran intérprete, pero su dicción fue impecable y su canto una clara indicación de cómo se canta Verdi. Aunque él tampoco haya conseguido hacernos olvidar a algunos el regalo que fue la interpretación de Tézier, mereció toda y cada una de las ovaciones que le fueron dirigidas.

Hernández es una cantante de muy buena voz y para algunos papeles una elección correcta. Su incapacidad para filar las notas le creó notorios problemas y algunos agudos se acercaron al grito. Lo mejor estuvo en centro y sobre todo grave. La actuación fue correcta sin más. 

No sé qué ha llevado a contratar a Galasso para debutar en un papel como Álvaro para el que carece de medios. Terminó hablando varias frases, el agudo es bueno pero emitido una de cada dos veces en base a la voluntad y el esfuerzo, el centro y grave son, digamos, insuficientes, y el actor es bisoño. 

Vörös tiene voz más oscura para la gitana, pero también más ácida, y su agudo se hace con frecuencia metálico (también el final del ‘Rataplan’ le pasó factura). Se mueve bien.

Cansino, recibido con risas de satisfacción y algún ‘bravo, Luis’, tiene buena voz y canta y se mueve correctamente como Melitón, pero el deseo de ser gracioso a toda costa lo hace incurrir en exageraciones que particularmente no me parecen muy felices. En los dos roles menores, Papazikov fue un correcto Alcalde y Groppo un flojo cirujano. 

El teatro mostraba en ambos días una buena afluencia aunque como de costumbre iba mermando la cantidad a medida que se ascendía. El público aplaudía con más o menos entusiasmo durante el transcurso de la obra, pero al final acogía a todos con ovaciones. 

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