Las dos o tres veces que había escuchado a
Anna Netrebko («la» Netrebko), ya sea en recital ya en representación, me había
parecido una voz importante y una intérprete mediocre, más preocupada en
ensanchar la voz para que casase con el repertorio de lirico-dramática que en
dar una versión auténtica o sincera de los personajes encarnados. Después del
recital de ayer mi opinión sobre esta cantante ha cambiado radicalmente, y al fin
entiendo el entusiasmo que puede suscitar (y que también ayer suscitó).
El concierto fue estructurado como pequeñas
selecciones de varias óperas de Puccini, comenzando por la última, Turandot.
Después de la introducción orquestal y el bando del pregonero, cantado con
seguridad por Jerôme Boutiller, pasábamos directamente a la gran aria de la
princesa de hielo, In questa reggia, apareciendo la diva en un…
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