Discos

Buena ocasión para profundizar en Mercadante

Raúl González Arévalo
viernes, 27 de marzo de 2009
Saverio Mercadante: Virginia (1850), tragedia lírica en tres actos. Libreto de Salvatore Cammarano. Susan Patterson (Virginia), Stefano Antonucci (Virginio), Paul Charles Clarke (Appio), Charles Castronovo (Icilio), Andrew Foster-Williams (Marco), Katherine Manley (Tullia), Mark Le Broq (Valerio). Geoffrey Mitchell Choir. London Philarmonic Orchestra. Maurizio Benini, director. Jonathan Stokes y Andrew Hallifax, ingenieros de sonido. Grabado en el Henry Wood Hall (Londres) en febrero de 2008. 2 CD (DDD), 157 minutos de duración. Opera Rara ORC 39. Distribuidor en España: Diverdi
0,0003078 Virginia fue la última ópera que Mercadante estrenó en vida. Pero no fue la última que compuso. Problemas con la estricta censura napolitana, que no veía con buenos ojos un argumento centrado en el abuso de poder con devastadoras consecuencias, y el rechazo de Mercadante a modificarlo, retrasaron su lanzamiento dieciseis años. Compuesta en 1850, no vio la luz hasta 1866, cuando el compositor ya estaba retirado, tras haber perdido la vista. No cabe duda de que esta circunstancia y el afecto que le tenía el público del Teatro San Carlo de Nápoles contribuyeron en gran medida al tremendo éxito dispensado en el estreno. Sin embargo, no encontró su camino en el resto de la Península italiana: apenas se registran representaciones en Roma (1872), Turín (1877) y de nuevo Nápoles (1901).

La atención que Opera Rara presta a Mercadante está ayudando a restituirlo en el lugar que justamente merece como operista. Precisamente en 1976 rescató esta Virginia antes de convertirse en compañía discográfica, de la mano de Janet Price, Maurice Arthur y Christian Du Plessis, de la que existe una grabación pirata comercializada en Lp por MRF 137, aunque no tengo noticias de que haya sido volcada a cd. Con posterioridad grabó completas Oriazi e Curiazi (ORC 12), considerada su obra cumbre por el incombustible Florimo, y Emma d’Antiochia (ORC 26, ver reseña en Mundoclasico.com), así como selecciones de las más belcantistas Zaira (ORR 224) y Maria Stuarda (ORR 241, ver reseña en Mundoclasico.com), a la vez que anuncia la grabación este año de extractos de I normanni a Parigi.

Volviendo a esta Virginia, no cabe duda de que la estructura musical, por muy cuidada que fuera, resultaba desfasada en la fecha del estreno. De hecho, tiene más que ver con la precedente Oriazi e Curiazi (1845), asimismo de tema romano, que con las últimas obras del compositor. Aunque Jeremy Commons en su magnífico -como siempre- estudio introductorio, compare el papel protagonista con el de ‘Violetta’, con un aria de salida cuya cabaletta requiere mucha agilidad para centrarse posteriormente en el canto legato y spianato, personalmente considero que ‘Virginia’ presenta mucha más coloratura que la heroína verdiana citada, emparentándola, si acaso, con ‘Elvira’ de Ernani por la coloratura di forza. De hecho, la primera intérprete, Marcellina Lotti della Santa, creó asimismo el papel de ‘Mina’ en Aroldo de Verdi, siendo destinataria de la última cabaletta (¡y qué cabaletta!) que salió de la pluma del maestro de Busseto. No es de extrañar que Montserrat Caballé comenzara a preparar el papel en 1977, lástima que cancelara la función prevista en Nueva York a principios del año siguiente, habría podido ser una protagonista extraordinaria a juzgar por el resultado del Aroldo de 1979.

Lotti della Santa no fue la única protagonista ligada a estrenos verdianos: Raffaele Mirate (‘Appio’) fue el primer ‘Duque de Mantua’ de Rigoletto en 1851 (aunque las condiciones vocales debieron ser distintas en 1866), mientras que Marco Arati (‘Marco’) fue el primer ‘Alvaro’ de Alzira y ‘Wurm’ de Luisa Miller.

La distribución musical no presenta especiales novedades, articulada en escenas (recitativo-aria-cabaletta), dúos y tríos, aunque destacan por la enorme inspiración melódica y la carga dramática desarrollada los finales de acto: el trío del primero, el settimino del segundo, y los dos sextetos que cierran, consecutivamente y a modo de climax, el último acto. No se puede negar que figuran entre lo más conseguido de la composición madura de Mercadante, destacando en todo momento los adagios sobre las strette. A su lado, más anacrónicas resultan las cabalettas, la agilidad requerida a la soprano, como ya he señalado, o un reparto que prevé la presencia de dos tenores rivales, en la mejor tradición de los tiempos de Giovanni David y Andrea Nozzari, de lo que tan buen partido sacara Rossini. En este caso, ‘Icilio’ es más claro, de escritura más aguda, mientras que ‘Apio’ requiere un instrumento más robusto. Para colmo de paralelismos, el trío que cierra el primer acto junta los dos tenores con la soprano, es imposible que no acuda a la mente la escela similar en La donna del lago rossiniana. En cualquier caso, al margen de la mayor o menor innovación, importa la calidad de la música, que vuela muy alto, en belleza y efectividad.

Para devolver a la vida el último gran éxito de Mercadante Opera Rara ha hecho, una vez más los deberes, aunque ya adelanto que a mi parecer el resultado es un tanto inferior al de la grabación redonda de Oriazi e Curiazi, fundamentalmente por la frescura vocal de los dos protagonistas: Susan Patterson hace un buen trabajo, pero suena poco fresca y su voz resulta mayor al lado de la de la más joven Katherine Manley, que interpreta a su nodriza ‘Tullia’. Con todo, domina con solvencia la orquestación en los números de conjunto y las agilidades son fluidas, cumpliendo con las exigencias del papel.

Las buenas intenciones de Paul Charles Clarke (‘Apio’) se ven lastradas por un timbre y un vibrato ingratos, así como por una emisión que hace sonar seca la voz. Es una lástima porque el instrumento tiene la robustez que requiere el personaje y el inetérprete es participativo del drama, buscando expresar la amoralidad del decemviro. Más conseguido por tanto el ‘Icilio’ de Charles Castronovo, secondo uomo de voz más fresca, agudos seguros y línea de canto firme e interesante. De todos los intérpretes es el que posee mayor italianità en la voz, punto que coincide con el ‘Virginio’ de Stefano Antonucci, más matizado cuanto más avanza la obra. El barítono italiano cumple perfectamente como padre de la desgraciada protagonista.

La Filarmónica de Londres suena magnífica a las órdenes de Maurizio Benini, cuyo instinto teatral ya hemos tenido ocasión de comprobar en otras ocasiones. Virginia no es menos y el desarrollo precipitado de los acontecimientos se traduce perfectamente en su dirección urgente y apresurada, a la vez que permite que los maravillosos adagios que salpican la partitura respiren y tomen vuelo. El Geoffrey Mitchell Choir tiene una muy buena participación, manteniendo el nivel al que nos tiene acostumbrados.

En definitiva, una muy buena ocasión para profundizar en ese pilar fundamental del repertorio italiano que fue Saverio Mercadante, aunque no lograra imponerse como nexo genial entre el Donizetti maduro y el primer Verdi.
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