Bélgica

Julia a secas

Jorge Binaghi
jueves, 17 de marzo de 2005
Bruselas, jueves, 10 de marzo de 2005. Teatro de La Monnaie. Julie, estreno mundial, libreto (sobre el drama “La señorita Julia” de August Strindberg) de Luc Bondy y música de Philippe Boesmans. Dirección escénica: Luc Bondy. Escenografía: Richard Peduzzi. Vestuario: Rudy Sabounghi. Intérpretes: Garry Magee (Jean), Malena Ernman (Julie) y Kerstin Avemo (Kristin).Orquesta de Cámara de La Monnaie. Director: Kazushi Ono.
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El otro estreno absoluto de la temporada de La Monnaie, esta vez por el compositor nacional en residencia, ya autor de Reigen y Wintermärchen, que han tenido feliz acogida en algunas otras ciudades. También, como en el primer estreno (Hanjo), tres personajes, orquesta de cámara, una ópera en un acto, de unos setenta minutos, con el libreto reducido en alemán -como siempre- por el director de escena. Pero esta vez, aunque ya tiene algunas presentaciones de prestigio aseguradas, tengo curiosidad por saber cuál será la andadura de esta ópera.

En aquellas otras, por empezar, se hacía en general justicia a la prestigiosa obra de teatro que había sido el punto de partida. En esta, Strindberg parecería algo envejecido, cosa que no creo que sea. Más bien, al retirar el “señorita” del título, se han ido por la borda otras cosas que hacían a la incisividad, modernidad, casi subversidad (sin casi) del texto. Porque aunque se habla de clases sociales y los personajes pertenecena dos -o tres- mundos distintos, ni la música ni el texto parecen reflejarlos. Hay una frialdad y monotonía en la música que tal vez se contagian de (¿o contagian a?) la puesta en escena del propio libretista, en un clima de cocina de casa burguesa de posibles y con una luz cruda, pero con muebles tipo una conocida tienda sueca, justamente.

Que haya un perro caro que no se sabe muy bien qué hace al principio y al final (el intérprete del rol no quería marchar el día de marras porque había algo en su plato que le interesaba mucho, y tenía razón) no da demasiada idea de la noche de San Juan (qué distinta la noche de verano de un Bergman, también un sueco, para no hablar de Shakespeare o Britten, qué poco marcada la diferencia aquí, con la supresión de las escenas de conjunto que supuestamente debían hacer más íntimo y -supongo- más claustrofóbico el drama y , son palabras del autor, evitar todo expresionismo) en la que todo es posible y justamente sucede.

Pero en la música nada hay, comprendido un temporal en el momento culminante, que subraye o profundice en las frases más tremendas que han quedado, como ráfagas, del texto original. Deliberadamente también el autor eligió como protagonistas dos voces graves, barítono y mezzo, para que se entendiera todo lo que decían y para que se parecieran lo más posibles a las voces más naturales habladas…El resultado es que si yo no hubiera conocido de antes las posibilidades de Ernman (notable) y Magee (bien), no hubiera podido calibrarlos ahora más que por sus timbres. En cuanto a la inteligibilidad, en la zona grave y pese a los dieciocho instrumentos y la escritura diáfana, cuando la orquesta se superpone, en paritcular en el caso de la protagonista, pero no sólo, no es mucho lo que se entiende, ni con los subtítulos. Avemo pidió al parecer que le agregaran sobreagudos, pues se trata de una coloratura en el papel de la sirvienta. No es que se luzca demasiado porque algunos son de veras difíciles (o vienen mal colocados) y la voz suena muy metálica y blanca…

Los tres se movieron muy bien e intentaron convencer de una música que no convencía y de un texto que parecía ficticio por momentos, por más cosas terribles que dijera. El trabajo y el esfuerzo han sido notables. ¿Valieron la pena? Eso se verá cuando la obra se estrene en varios sitios y se reponga dentro de un tiempo. Lo que puedo decir de forma totalmente personal es que a los diez minutos casi perdí de vista la música y a los cuarenta minutos empecé a preguntarme -no que no lo supiera- cuánto faltaba para el final.

Kazushi Ono dirigó con gran pericia una música que le va mucho mejor que algunos autores del repertorio más “clásico”. Los aplausos fueron corteses, con alguna punta de entusiasmo al aparecer el compositor en el escenario.

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