Debo confesar que el estreno en Milán de Rinaldo, una de las operas que más me atraen de Händel, me ha dejado un sabor agridulce. A pesar de algunos méritos indiscutibles, la presente producción del Teatro alla Scala no termina de convencerme, por varias razones de peso. Juzguen ustedes.
En primer lugar, la versión musical realizada. Vaya por delante que, aun comprendiendo la presencia puntual de cortes en una partitura, prefiero que las obras representadas se sigan integralmente. En cualquier caso, si hablamos de la partitura original de 1711, resulta difícil justificar hoy día la poda de sesenta minutos de música en una ópera que dura tres horas, y más todavía en un momento en que el auge vivido por la música barroca ha favorecido precisamente la tendencia contraria, esto es, a respetar el máximo posible la partitura y la praxis…
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