Discos
Pia redimida
Raúl González Arévalo
Donizetti ha sido, desde los inicios, el autor más mimado y grabado por Opera Rara, que de nuevo realiza una contribución al catálogo donizettiano que no dudaría en calificar de definitiva.
Las razones por las que Pia de’ Tolomei no está más presente en los escenarios se me escapan. La representación en concierto hace un año en Londres, inmediatamente posterior a la presente grabación en estudio y con el mismo reparto, fue todo un éxito, como ya publicó Mundoclasico.com, no sólo porque la compañía era excelente, sino también porque la obra se reveló de una inesperada consistencia dramática y una inspiración melódica digna del mejor Donizetti, a la altura de piezas tan populares y reconocidas como Lucia de Lammermoor.
Recientemente La Fenice de Venecia repitió experiencia, esta vez con puesta en escena incluida, de nuevo con éxito de público; de estas funciones acaba de aparecer en el mercado una grabación en cd y dvd que, con el ya clásico registro dirigido por Bruno Rigacci y protagonizado por una exquisita Lella Cuberli, amplía la oferta existente y afirma la presencia de la ópera en el mercado. Aunque el apasionado de Donizetti se hará con las tres posibilidades, si tuviera que quedarme con un solo registro sería con el presente sin ninguna duda, por varias razones.
Respecto a la edición, no hay opción más completa que la ofrecida por Opera Rara, como ya es sello de la casa: en un magnífico ejercicio que complementa a la perfección la investigación musicológica con la oferta musical de máxima calidad, tenemos la posibilidad de escuchar no una, sino cuatro versiones de la ópera. Ello es posible porque al original que se vio en el estreno de Venecia en febrero de 1837 siguió una nueva stretta para el final del primer acto destinado a la temporada de Carnaval en la misma ciudad pocos meses después; a continuación la feria de Senigallia de ese mismo año presentó un nuevo finale primo; por último, Nápoles conoció en 1838 una última versión que preveía una nueva cabaletta para el duo ‘Ghino’-‘Nello’, un largo diferente para el concertado del final del primer acto, una nueva introducción para el segundo acto y otra cabaletta para el rondó final, desenlace feliz por causa de la censura partenopea: en total, 72 minutos de música extra que ocupan el tercer disco de la caja. Por otra parte, ni que decir tiene que la grabación del original de Venecia abre todos los cortes y restaura las tonalidades que la escasez de intérpretes adecuados impuso en la recuperación de la ópera durante los años sesenta y setenta del pasado siglo, afectando especialmente a los personajes de ‘Rodrigo’ y ‘Pia’.
La interpretación musical sólo cabe clasificarla de sobresaliente. Majella Cullagh se afirma como diva titular de la casa y ofrece la que sin duda es su mejor prestación discográfica hasta la fecha. La soprano irlandesa convence como protagonista absoluta por la amplitud de los medios, la seguridad de los agudos, la coloratura fluida y la refinada matización del papel a través de un uso preciso de los reguladores, sin perder de vista un fraseo expresivo –común por otra parte a todos los intérpretes, el trabajo de Maria Cleva con el italiano se deja sentir–.
No está de más recordar que Fanny Tacchinardi-Persiani, la primera intérprete del papel, había estrenado previamente para Donizetti Rosmonda d’Inghilterra (1834) y Lucia di Lammermoor (1835), con lo que el lector podrá hacerse una idea más precisa de la vocalidad que requiere el papel. La cavatina de entrada sólo es el preludio de una interpretación sin mácula de principio a fin y que culmina con las dos escenas finales como guinda del pastel: impactante la dramática, espectacular la feliz.
El tejano Bruce Ford, ‘Ghino’, no necesita carta de presentación. El tenor titular del sello inglés ha protagonizado anteriores registros donizettianos para Opera Rara (Maria de Rudenz, Rosmonda d’Inghilterra, Zoraida di Granata, Francesca di Foix, Elvida, La romanzesca e l’uomo nero) y Pia de’ Tolomei no es sino otra prueba más de la valía de este intérprete, uno de los grandes estilistas del bel canto desde hace años. El cantante pone toda la carne en el asador uniendo a la belleza de la voz una interpretación refinada, continuamente matizada musical y dramáticamente, como ponen de manifiesto los duos con ‘Nello’ y ‘Pia’ o la escena de la muerte.
Aunque algunos críticos y estudiosos lamentan la presencia anacrónica de un papel travestido, quiza ignoren que en realidad fue una imposición de los empresarios, que querían contar a toda costa con la joven Rosina Mazzarelli, practicamente una debutante sobre los escenarios. Sin embargo, nadie lo diría teniendo en cuenta la música que el compositor le destinó en sus dos escenas. La melodía requiere control de la respiración, notas agudas incisivas, firmeza en el registro de pecho y no poca agilidad, características que encuentran en el ‘Rodrigo’ de Manuela Custer una magnífica intérprete que por fin restaura la verdadera vocalidad del personaje a través de una interpretación de gran expresividad y dramatismo. La mezzosoprano italiana es otro de los valores que se afirma con cada registro para la discográfica inglesa.
Por último, Roberto Servile hace justicia en uno de los muchos regalos que Donizetti hizo a los barítonos. Cada vez más cercano al tipo vocal dramático que alcanzaría con Verdi su desarrollo definitivo, ‘Nello’ ofrece estupendas oportunidades que el cantante italiano aprovecha con generosidad de medios y una sentida interpretación, si bien algo menos matizada que la de sus compañeros de reparto. Por último, Patrizia Biccerè, Marco Vinco, Mirco Palazzi y Mark Wilde sirven los papeles secundarios con gran cuidado, ofreciendo un resultado final redondo.
David Parry tiene una sobrada experiencia en el campo del melodrama romántico, especialmente afín en el caso de Donizetti, como demuestra una vez más, escogiendo tiempos muy acertados: así, sabe mantener suspendida la tensión en escenas como el final primero, se recrea con la melodía de los momentos más elegíacos como el dúo ‘Pia’-‘Rodrigo’, respira con los cantantes y resalta las cualidades de una partitura en la que el compositor no se privó de ciertos experimentos musicales y dramáticos. A sus órdenes, la London Philarmonic Orchestra supone el complemento musical perfecto, con un sonido transparente, por momentos penetrante e incisivo, en ocasiones amable y reposado. El coro, que no tiene un papel muy desarrollado, realiza una labor matizada y empastada, en consonancia con el resto de los elementos. Todos se ven revalorizados por una toma de sonido excelente, clara, en la que no se aprecian desequilibrios de consideración entre los planos sonoros.
Por último, no puedo dejar de mencionar la presentación, todo un lujo: a la edición de altísima calidad contribuyen tanto la profusión de fotografías de los cantantes y de grabados reproduciendo decorados originales como las notas de introducción, un verdadero ensayo de investigación de cincuenta páginas de la mano del especialista Jeremy Commons, que reconstruye con minucioso análisis las fases de creación de la ópera, las novedades y las vicisitudes de la partitura, completado por una cronología de las representaciones conocidas proporcionada por el no menos erudito Tom Kaufman. Además, el libreto reproducido incluye las partes no musicadas y sólo presenta ocasionales desajustes con el texto cantado y el inicio de las pistas 5 y 6 del segundo compacto. En cualquier caso, semejante grado de detalle está al alcance de muy pocos y el resultado final es un producto redondo sin competidores posibles.
Comentarios