Discos
El buffo que quiso ser Simón
Raúl González Arévalo
Hacer la reseña de este Simon Boccanegra, segundo título en la serie 'Verdi Originals' de Opera Rara, resulta más complicado que la del anterior Macbeth. Aunque ambas son citadas generalmente como óperas a las que Verdi sometió a una revisión posterior con la intención de mejorarlas, lo cierto es que entre ambos casos hay profundas diferencias: con las óperas “de galera” cada vez más lejanas, en 1857 el compositor ya había conocido el gran éxito de la “trilogía popular” y había pasado por París con Les Vêpres Siciliennes -próximo título de la serie-. Además, este Simon fue un fracaso desde el principio frente al éxito inicial de Macbeth y, a diferencia de éste, sufrió una intervención de mucho mayor alcance.
La gloriosa revisión de 1881, pese a que ha recobrado el prestigio que le corresponde, sigue siendo difícil de imponer en los escenarios y, como en una ocasión sugirió el especialista en Verdi John Budden, artífice de la presente serie, “es una ópera probablemente más apreciada por el entendido que por el público en general”. No hablemos ya de esta primera versión, de la que el presente registro recoge el que probablemente era el primer intento en más de un siglo por llevarlo de nuevo a escena. El propio compositor, rememorando años más tarde el fracaso que acompañó a su estreno, se referiría a ella como “troppo triste, troppo desolante” (demasiado triste, demasiado desoladora).
Los cambios que presenta la versión original respecto a la revisión son de tal calado que consiguen dar la impresión de que nos hallamos ante una ópera distinta, de hecho hay cerca de una hora de música completamente diferente. Tras un prólogo con diferencias significativas -el breve preludio-, las variaciones más evidentes se encuentran en el Acto I, comenzando por la cabaletta en el aria de entrada de ‘Amelia’, siguiendo por el dúo de venganza entre ‘Fiesco’ y Gabriele’ -sustituido en 1881 por la bendición de Boccanegra a los prometidos- y una versión distinta del dúo ‘Boccanegra’-‘Amelia’, para llegar al final del acto, que Verdi sustituyó completamente con la escena del Consejo. Aquí hay un cuadro que busca el colorido local de una plaza de Génova, menos impactante en el desarrollo que su sustituta de 1881.
Sin embargo, en las polémicas notas de introducción el especialista en Verdi, Roger Parker, sostiene que las diferencias entre las versiones no se deben tanto a la calidad de la música cuanto al estado de ánimo que preside las piezas, en consonancia con los tiempos que corrían, y que las revisiones verdianas se deben más que nada a motivos prácticos. No obstante, resulta innegable que los personajes de esta primera versión son más primitivos debido a una visión más maniquea: los buenos son más buenos y los malos, más malos. Otras variables considerables son las introducciones a los dos finales restantes, así como incontables diferencias menores en los acompañamientos orquestales de los distintos números -siempre cerrados, aquí no hay el intento posterior de continuum musical-, más convencionales según el juicio general de la crítica especializada: un buen ejemplo sería el trío del Acto II.
La interpretación presenta algunas sorpresas, comenzando por el propio protagonista: Sesto Bruscantini ha sido uno de los grandes bajos buffo del repertorio italiano, está de más recordarlo. Sin embargo, merecer conocerse también la aproximación de este gran artista a personajes serios, como el ‘Alfonso XI’ de La Favorita de Donizetti. ‘Simon Boccanegra’ resulta más sorprendente aún, por la versatilidad mostrada en un papel tan alejado de su repertorio habitual. El estado vocal es bueno, aunque no esconde la cincuentena, y presenta una nobleza de acentos adecuada al personaje. Es una aportación que merece ser conocida, entre otras razones porque es la única vez que cantó el papel.
Los demás cantantes no son objeto de presentación en las notas introductorias. Josella Ligi fue una soprano italiana de corta pero distinguida carrera en los años 70; poseedora de una voz con cuerpo, rica, bella incluso, acusa ciertas durezas en el registro superior, circunstancia que compensa con una interpretación sentida. Los restantes miembros del reparto eran componentes estables de la compañía del Covent Garden en aquella época: André Turp resulta un conveniente ‘Gabriele Adorno’, si bien con una pasión más británica que italiana. William Elvin tiene una voz robusta e incisiva, lástima que en esta ocasión el personaje de ‘Paolo’ esté menos desarrollado que en 1881; por otra parte, también habría podido ser un excelente protagonista. Gwynne Howell compone un ‘Fiesco’ implacable de voz cavernosa.
La dirección de John Matheson me resulta más acertada que en el Macbeth previo, pese a que la partitura original ofrece indudablemente menos oportunidades de lucimiento. La orquesta de la BBC ofrece un sonido compacto, empastado y preciso a sus órdenes, mientras que el coro resulta adecuado en las intervenciones convulsas del pueblo.
La toma de sonido en directo -se oyen los aplausos al final de cada acto- es buena, y la presentación, como la de toda la serie, excelente, con notas y resumen del argumento en cuatro idiomas -italiano, inglés, francés y alemán-, acompañados de grabados de los primeros intérpretes decimonónicos. En resumen, otra oportunidad excelente para conocer las ideas originales del compositor, aunque más apto para los devotos de Verdi que para el amante de la lírica en general.
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