Discos
Música exuberante para violinistas noveles y avanzados
Juan Krakenberger
De vez en cuando aparece un CD que te sorprende, que te toma desprevenido. Éste es uno de ellos. Dos violinistas húngaros, un hombre y una mujer, ambos jóvenes, cuyos nombres jamás habíamos oído pronunciar, tocan obras de Bartók. Kelemen asume la parte difícil, Kokas la más fácil, pero se advierte que los dos son excelentes músicos, y nos ofrecen una fiesta para los oídos. Ambos han sido formados en Hungría, y constituyen un elocuente ejemplo del trabajo serio que allí se realiza. Además tocan música de su tierra, y lo hacen de forma superlativa.
En primer lugar comentaré la Sonata para violín solo. Bartók había emigrado a los EE.UU. en 1940, en tiempos de guerra. Esto trajo aparejado que muchos músicos europeos -entre ellos el violinista Yehudi Menuhin- visitaran aquel país con mayor frecuencia para dar conciertos. Y fue así que Menuhin entró en contacto personal con Bartók y le encargó esta Sonata, que se terminó en 1944 y que él mismo estrenaría un año más tarde, sin poder discutir con el autor -fallecido en septiembre 1945- algunas modificaciones que él quería introducir. Mucho después, el hijo de Bartók, Péter, editó en 1994 lo que podríamos llamar “versión original”, basándose en el estudio de los manuscritos y anotaciones del autor. Es esta versión la que se toca en este CD y que se diferencia algo de la versión de Menuhin, sobre todo en el último movimiento.
Esta Sonata para violín solo es la obra de su género más importante que se ha escrito desde que Bach compuso sus Sonatas y Partitas. No es casualidad que el primer movimiento se llame 'Tempo di ciaccona', que es además el más largo de los cuatro movimientos de que se compone. Tiene un leitmotiv propio de una chacona, sobre el cual evolucionan las cosas, pero naturalmente en el inconfundible idioma de Bartók. Luego sigue una 'Fuga', una 'Melodía', y el 'Presto' final. La duración de la Sonata es de algo más de 25 minutos, y es reconocidamente una de las obras de más difícil ejecución que se hayan escrito hasta ahora para el instrumento. Por ello sorprende la formidable versión que nos ofrece Barnabás Kelemen, no solamente por su total dominio técnico, sino por la extraordinaria musicalidad que despliega. Evidentemente, un húngaro percibe cosas en la música de Bartók que violinistas de otras nacionalidades no captan, y quizás sea ésta la razón de lo satisfactorio de esta versión.
Este CD tiene, además de las cuatro pistas dedicadas a esa Sonata, otras 44, porque este es el número de Dúos para dos violines que Bartók compusiera por encargo de Erich Doflein, el autor -junto con su esposa Elma- de una de las mejores escuelas de violín jamás editadas (Schott), que aún se utiliza en el día de hoy. No todos esos 44 dúos se reproducen allí -algo menos de la mitad- pero como se trata de música de primera calidad su estudio es sumamente enriquecedor para el joven estudiante de violín.
En 1992 salió una nueva revisión de estos Dúos, hecha bajo la supervisión de Péter Bartók y editada por Universal Edition en dos cuadernos: UE 1045 a/b. El dúo más extenso dura 2’27”, el más corto apenas 28 segundos; la duración media de todas las piezas es de algo más de un minuto. Que cada dúo constituya una auténtica pieza de música demuestra el genio de Bartók. Para ello utilizó el rico repertorio de canciones y danzas populares, recogido en los países balcánicos, y los títulos de muchos de los dúos así lo reflejan. Pero también hay nanas, canciones para bodas o el año nuevo, y piezas chistosas como, por ejemplo, la que imita el ruido que hace un mosquito.
Algunos de los dúos pueden ser tocados por principiantes. En éstos, el violín acompañante -pensado para que lo toque el profesor- es, por supuesto, algo más complejo. Pero están tan bien hechos que resultan deliciosos. Y lo bueno es que los jóvenes alumnos experimentan la sensación de una aventura musical auténtica, en contraste con la aridez de un estudio técnico. En estos 44 dúos los dos violinistas protagonistas de la grabación se turnan, tocando ya sea el primer o el segundo violín.
El librito acompañante trae excelentes comentarios sobre ambas obras de László Vikárius, escritos en húngaro, con traducción al inglés y francés, y datos biográficos de ambos violinistas.
Este CD es muy recomendable para todos los violinistas, incipientes o avanzados, porque dos músicos experimentados nos enseñan cómo tocar estas piezas a través de una sensibilidad y buen gusto difícilmente superables. La grabación está hecha con mucho cuidado -algo de reverberación para que no suene seco- pero con una fidelidad encomiable que hasta permite oír respirar al violinista en algunos silencios. Y la música de Bartók, en el caso de los dúos reducida a la mayor sencillez posible, es cautivadora, caliente, exuberante... ¿Qué más se puede pedir?
Este disco ha sido enviado para su recensión por Diverdi
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