En la siguiente visita de la OSG, ¿podrían traer de nuevo a Soyoung Yoon para tocar la Fantasía sobre Carmen de Sarasate –una obra breve del gusto de todos y que creo que a la coreana le encantaría- y reservar para la segunda parte algo de más enjundia?
El Rastrelli Quartett opta por un virtuosismo (sobreentendido) de gran sensibilidad y sin ostentaciones (no las necesita en absoluto), ajeno a esa ágil fluidez exhibicionista que se encuentra en los artistas contemporáneos.
Su música es muy agradable de escuchar, aunque curiosamente difícil de situar cronológicamente.Sacré es muy consciente de los grandes autores de la historia del piano y en su propia música hace un revoltijo donde suenan Debussy, algo de Scriabin o Mompou, Chopin y Rachmaninov -¡cómo no!- y me pareció atisbar también Casella y Bartók.
No me quedé muy impresionada con lo que escuché.La composición en España ha mejorado muchísimo, y ya no se escuchan las obras mal escritas que fueron habituales durante tantos años (y que siguen siendo una lacra en casi todos los compositores 'popes de la música española' como Tomás Marco en su Policías y ladrones, estrenado apenas dos días antes de este concierto), pero con unas pocas excepciones tampoco vi ideas interesantes.
La idea de los organizadores con este concierto era la de ofrecer música que, en primer término diera una idea de rapidez, agilidad, celeridad, dinamismo, y en segundo lugar que estuviera vinculada de una u otra forma a los vehículos de transporte ferroviario.
Bajo la batuta: creo que ahí radicó el problema con la Primera Sinfonía de Beethoven.La costumbre de Carneiro es la de estar encima de todo continuamente, moviéndose mucho, no sólo para dar entradas sino para dirigir de principio a fin todas las frases de cualquier solista o sección de la orquesta;
La interpretación de la partitura original de Heinrich Band de la "Fantasía nº 2" que hace Santiago Cimadevilla con su bandoneón permite entrever que el “fueye“ habría sentido ya cierta vocación tanguera sin haber tenido ni idea siquiera del destino secular que le aguardaría en Buenos Aires y Montevideo hacia finales del decenio de 1890 y comienzos de 1900.
De Ruiter y Aguiar, cada uno por su lado, tienen muchas tablas y saben mantener el equilibrio de sus respectivos lenguajes musicales durante toda la velada.
De la Parra es de las maestras que entran en el escenario pisando fuerte, de las que dirige con la cabeza siempre alta, de las que exige fuerza a la cuerda antes de resolver un pasaje, y de las que sonríe cuando llega esa resolución.