Una de las producciones escénicas más logradas de Aida, una ópera reconocidamente difícil de presentar a públicos contemporáneos, y como ocurre de costumbre con Carsen, la sincronización entre la música y la acción escénica es impecable.
Rathkolb examina las impresiones de Carl Orff entre 1923 y 1933 para situarlas en el contexto del período posterior a 1933.Otros temas son el de la observación política de que fue objeto el compositor a causa de su éxito musical, así como su proceso de desnazificación con los correspondientes protocolos de los interrogatorios a los que fue sometido, incluidos los que se consideran perdidos.
La puesta en escena de Ponnelle sigue siendo imbatible, con algunas caracterizaciones hoy algo ingenuas o archiconocidas (eunucos y papatachis), pero sin pretender hacer alegatos contra la desigualdad de género, el racismo, y el colonialismo que hoy harían inviable esta obra
La puesta en escena trasladó la acción a ambiente mafioso contemporáneo, pero aparte de los esbirros del ‘capo’ (Don Eusebio, que salvo el aspecto no tiene en la obra nada de eso), los muy adecuados Jorge Agustí y Òscar Tramunt (mudos obviamente), nada hubo que ‘revolucionara’ la trama ni la comprensión.
El hecho de que su música no fuera censurada ni rechazada por el régimen nazi, sino más bien apreciada, también quedaría en evidencia con la inclusión de su nombre en la llamada Gottbegnadeten–Liste (Lista de los dotados con la gracia de Dios) elaborada por el tenebroso ministro de Propaganda de Hitler, Joseph Goebbels en 1944.
Joel fue Director Artístico del Théâtre du Capitole entre 1990 y 2009, convirtiéndolo en uno de los mejores teatros de ópera de Francia y de Europa.Durante sus casi veinte años en Toulouse, Joel llevó al Teatro del Capitolio a los mejores directores de orquesta y escénicos, y dio algunos de sus primeros protagónicos a cantantes jóvenes como Roberto Alagna, Marcello Alvarez, Leontina Vaduva, Inva Mula, Sophie Koch, Ludovic Tézier, Ricarda Merbeth y otros
Feller -fallecido en diciembre de 2018- sostenía que en el teatro siempre es la primera vez.Hay algo de debut en cada repetición.Su presencia escénica denotaba su vasta experiencia, a la vez que permitía apreciar la frescura de la innovación en cada representación.
Tengo para mí que la interpretación de Vittorio Grigolo de “Una furtiva lágrima”, aún siendo espléndida, no se hubiera bisado con la sala llena de los habituales espectadores scaligeros que conocen la tradición establecida por Toscanini de eliminar los bises aunque se pidieran unánime e insistentemente.
Matteo Olivieri tiene ‘ángel’, pero con Rossini eso no basta.O más bien, visto el papel, debería decir ‘duende’.Y este Dandini esbelto, desenvuelto, capaz de bailar o saltar cantando sus frases, con una articulación clarísima, merecía la pena.
Gran sorpresa y expectativa por el retorno de Schrott encarnando por primera vez a Alidoro.El resultado fue bueno o incluso muy bueno y el artista estuvo muy medido en sus intervenciones escénicas y en sus recitativos, óptimos todos ellos.