Francia

Dante Liberty

Jorge Binaghi
miércoles, 2 de marzo de 2011
París, miércoles, 9 de febrero de 2011. Opéra Bastille. Francesca da Rimini (Teatro Regio, Turín, 19 de febrero de 1914). Libreto de G. D’Annunzio y música de R. Zandonai. Dirección escénica: Giancarlo Del Monaco. Escenografía: Carlo Centolavigna. Vestuario: Maria Filippi. Luces: Hans-Rudolf Kunz. Intérpretes: Svetla Vassileva (Francesca), Roberto Alagna (Paolo il Bello), George Gagnidze (Giovanni lo Sciancato), William Joyner (Malatestino dall’occhio), Cornelia Oncioiu (Smaragdi), Louise Callinan (Samaritana), Grazia Lee (Biancofiore), Yuri Kissin (Un juglar), Wojtek Smilek (Ostazio) y otros. Orquesta y coro (preparado por Patrick Marie Aubert) de la Opéra National de Paris). Director: Daniel Oren
0,0002076 Quienes silbaron o criticaron la puesta en escena de Del Monaco demostraron, además de intolerancia y supuesto ‘modernismo’ en sus opiniones, una ignorancia total sobre el momento en que la obra fue compuesta. Es cierto, la ópera más conocida de Zandonai se da poco aunque últimamente ha vuelto de forma esporádica con alguna fuerza (muy poca, creo). Seguramente no es una obra maestra y el tiempo ha dejado sus huellas en ella, pero se escucha y ve con atención e interés aunque el período a que nos lleva no sea el que uno elegiría en la música y la poesía italiana. La proyección de la cabeza de D’Annunzio, un extraordinario poeta más allá de sus ‘genialidades’ personales, habría debido ponerlos en guardia. Estábamos ante la famosa historia del canto V del Inferno de Dante, pero mucho más desarrollada, mucho más tarde, en un período de decadentismo, delicuescencia, refinamiento neogótico que caía (o cae para nosotros) más de una vez en el kitsch y la ingenuidad, cuando no en la verbosidad y magnilocuencia al buscar recrear una Edad Media pretendidamente inocente (‘Francesca’, su hermana ‘Samaritana’ y sus amigas, con ‘Biancofiore’ a la cabeza) en el medio de la brutalidad grotesca y melodramática de la guerra y de una familia guerrera bestial (los hombres de la familia de ‘Giovanni’, el marido de la protagonista a excepción de ‘Paolo’, justamente llamado por eso ‘il Bello’), condimentados con las artes mágicas de la esclava (‘Smaragdi’ -y D’Annunzio nos obsequió con un exótico nombre griego).



Fotografía © 2011 by Mirco Magliocca

Del Monaco llevó, muy correctamente a mi parecer, a la época e incluso a la casa de D’Annunzio -el célebre Vittoriale recreado con sumo detalle- la obra, y si algo pareció cargado o de mal gusto, no hay que imputarlo al director sino al momento histórico (tal vez haya exagerado las cosas al hacer descender a ‘Giovanni’ en silla de ruedas del barco de D’Annunzio, como si de un nuevo ‘Marke’ se tratara, aunque la aproximación es más bien forzada). Los personajes fueron más bien tipos que personas, y eso también, con la excepción parcial de la protagonista, es correcto.

Oren entiende este período y la orquesta brilló en sus manos (sin que cubriera a los cantantes, que ya es mérito) y el coro aportó su cuota positiva al espectáculo. Hay mucho comprimario, y no poco importante, pero la única que decepcionó en parte fue la ‘Samaritana’ de Callinan por su agudo duro y forzado (aunque se la vio muy bella). Excelentes fueron las composiciones de Kissin, Oncioiu, Smilek y de quienes tenían partes más breves o menos comprometidos que las de ellos. Lee fue una ‘Biancofiore’ brillante.



Fotografía © 2011 by Mirco Magliocca

De los protagonistas parece imprescindible citar en primer lugar a Alagna, no por su fama, sino porque esta vez la justificó plenamente. Como decía un amigo, al parecer se ha puesto a trabajar en serio, y ojalá que le dure. Su esmalte bellísimo (siempre el primero entre los de su generación y su cuerda), su buena figura, su dicción perfecta y un canto sin ninguna rigidez ni exageración lo ayudaron a componer un ‘Paolo’ ideal, ciertamente más lírico que los grandes nombres del pasado, pero a la parte le sienta muy bien. Felicidades.

Gagnidze fue adecuadamente brutal y vociferante como ‘Giovanni’: es la primera vez que lo veo, y no sé en otros personajes o autores, pero aquí funcionó muy bien. Mejor aún el tercero de los hermanos, y el más repelente y traicionero (y el que hoy puede resultar más ridículo o involuntariamente cómico). Con verdadero placer he encontrado en excelente forma a William Joyner que además evitó la exageración y cantando espléndidamente logró dar una visión estremecedora de la perversión y la perversidad.



Fotografía © 2011 by Mirco Magliocca

Qué lástima entonces que la protagonista no estuviera a la altura de ‘sus tres hombres’. Vassileva ha cantado bien y la voz se ha oscurecido (no lo suficiente, pero ella contribuye con entubamientos y engolamientos que no auguran nada bueno, al igual que un agudo fácil pero que tiende al descontrol y -por suerte desapareció tras el primer acto- a un molesto vibrato metálico); lo peor fue que no se le comprendiera más que una palabra o a lo sumo alguna frase, cosa que si siempre es mala en el repertorio de esta época es pecado capital. El respetable, en la función que me ocupa, aplaudió a todos y todo con calor, especialmente a la pareja protagonista.
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