Francia
El carnaval de Venecia
Jorge Binaghi
Lo que sigue -aunque muy de capa caída- considerándose el período carnavalesco en Venecia se fijó en todo su esplendor en esta ópera-ballet del sucesor de Lully en el gusto de corte y público (esta obra tuvo tal éxito que se representó muchísimo en cincuenta años y luego cayó en el olvido). Por supuesto que nunca fue con la misma cantidad de ‘entradas’ (algo así como actos o cuadros independientes, como se ve por ejemplo en Les Indes Galantes), que llegaron a ser nueve.
Aquí, en la temporada del festejo de los tres siglos de la casa -que promete, junto a ésta, otras dos exhumaciones importantes y un estreno mundial- se optó por una versión de prólogo y tres partes (con un breve epílogo incluído en la última) que se ha filmado y esperemos que se ponga en venta pronto. Porque es un espectáculo mayor aunque la música en sí quizá no lo sea o no lo parezca. Pero cuando en un proyecto aparecen Christie y su conjunto se lanzan a la empresa con tal vitalidad y buen ánimo que es imposible no pensar que ellos lo consideran una parte imprescindible del patrimonio que con tanto ardor y éxito defienden. Y esta vez no fue excepción.
Momento de la representación de 'Les fêtes vénitiennes' de Campra. Director de escena, Robert Carsen. Director musical, William Christie. París, Opéra Comique, enero de 2015 © Vincent Pontet, 2015
Como no lo fue que en este mundo Carsen y su equipo difícilmente resbalen. Sí se les puede discutir que identifiquen, en el prólogo, a la razón que se opone al carnaval (y que triunfará al final, no se sabe, o sí, si por suerte o por desgracia) con la iglesia católica: en estos momentos y aquí, no es justamente lo más sensato. La razón y los tres filósofos que aparecen no son equiparables a ninguna religión, y la obra en sí es una muestra de alegría desenfrenada, pocos frenos morales, puro elogio del placer y del amor, pero sobre todo, hoy, nos transmite un más que necesario estímulo a la tolerancia (ni las rivales que se baten -con abanicos- por un hombre infiel llegan a nada serio en el segundo episodio de las serenatas, ni el viejo rico engañado emprende nada efectivo contra los amantes verdaderos en el tercero, ni la fortuna es sólo mala con los jugadores sino que alterna y también reparte alegría, en el final del segundo, el mejor de todos).
Momento de la representación de 'Les fêtes vénitiennes' de Campra. Director de escena, Robert Carsen. Director musical, William Christie. París, Opéra Comique, enero de 2015 © Vincent Pontet, 2015
Pero eso, con ser de importancia en la París que sufría esos atentados increíbles, sólo es un detalle. Las luces, la escena del ‘campo’ veneciano con sus palacios en diversos escorzos, el vestuario, esos personajes unidimensionales y casi anónimos (como los mencionados, y los conceptos abstractos que se personalizan: Fortuna, Carnaval, Razón), esas situaciones trilladas -la primera de ‘El baile’ es la más débil de todo el espectáculo- se ven con una perspectiva nueva, o actual, irónica pero comprensiva. Y si algo le faltaba, lo tuvo en la coreografía de Wubbe para su ballet Scapino: ver bailarines que se transforman en góndolas y gondoleros, o en pastores de ovejas algo descarriadas -memorable esa ‘pastoral’ de los ballets de la época en la tercera parte, ‘La Ópera’.
Momento de la representación de 'Les fêtes vénitiennes' de Campra. Director de escena, Robert Carsen. Director musical, William Christie. París, Opéra Comique, enero de 2015 © Vincent Pontet, 2015
Naturalmente, esta es una labor de conjunto y no tendría sentido, ni por la relativa dificultad de la partitura para el canto, ni por la no mucha extensión de las partes, ir a buscar ‘estrellas’, que, además, romperían la armonía y vaya uno a saber si no tratarían de hacer ‘su’ número propio. De modo que voces y caras poco conocidas para el gran público aunque algunas si habituales en los espectáculos del ‘barroco’ (en sentido amplio) y desdoblándose en dos o tres personajes. Por ejemplo, el bajo Lis, especialmente recordable como el amante infiel Léandre de Les Sérénades. El grupo femenino tuvo tres sólidas sopranos en de Negri (sobre todo en la protagonista del último cuadro, Lucie/una pastora), Fonnard (particularmente brillante y más que atractiva en la Fortuna) y Redmond (buenos segundos papeles), mientras que tuvimos una sola mezzo en Renard (Locura en el prólogo y brillante y celosa Isabelle del segundo), y sólidos todos los cantantes masculinos, aunque Mauillon en ‘El Baile’ no apareció en su mejor forma (como ocurrió en cambio en ‘La Ópera), pero hay que destacar en particular el formidable tenor característico Beekman, especializado en maestros de música (tanto en ‘El Baile’, como, sobre todo, en ‘La Ópera).
Para decirlo con un término que debería reflejar bien lo que la obra intentaba transmitir y producir en su público, una gozada.
Momento de la representación de 'Les fêtes vénitiennes' de Campra. Director de escena, Robert Carsen. Director musical, William Christie. París, Opéra Comique, enero de 2015 © Vincent Pontet, 2015
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