Discos
El presente habitando la historia
Paco Yáñez
La italiana Alessandra Rombolà es una de las flautistas a las que más atención hemos prestado en Mundoclasico.com a lo largo de las últimas temporadas; de un modo especial, por su participación en los años fundacionales del ensemble Vertixe Sonora, agrupación en la que destacó como una de sus voces de más rotunda personalidad. En los numerosos programas de la agrupación gallega, Rombolà tuvo un papel fundamental a la hora de estrenar partituras en las que la flauta adquiría una especial preponderancia, como el caso de la complejísima Produktionsmittel II (2014), del compositor catalán Joan Arnau Pàmies, o del tríptico para flauta baja Mimic (2011), de Fran MM Cabeza de Vaca (Las Palmas, 1976)...
...de los muchos estrenos que Alessandra Rombolà protagonizó con Vertixe, la flautista de Catanzaro incluye en este estupendo compacto para el sello Stradivarius, precisamente, las tres partes de la partitura de Cabeza de Vaca, con Mimic I: Gestus, Mimic II: tableau Vivant, y Mimic III: el instante cualquiera. Este tríptico para flauta baja fue uno de los frutos del ciclo Música y arte. Correspondencias sonoras, desarrollado por Vertixe en relación con las exposiciones del Centro Galego de Arte Contemporánea; en este caso, con The Crooked Path, ambiciosa propuesta centrada en el artista canadiense Jeff Wall que en el año 2011 se convirtió en una de las mejores exposiciones vistas en España -según diversos medios especializados-. Tal y como en su estreno apuntamos, Mimic toma su título de «una de las transparencias retroiluminadas de gran formato presentes en la exposición del CGAC. Como en la fotografía walliana, Cabeza de Vaca despliega una gran tensión dramática a partir de unos materiales mínimos, dejando que la lectura intuitiva de lo efímero se eleve a categoría de verdadera narración. De uno de sus maestros, José María Sánchez-Verdú, parece haber vendimiado el compositor dos de los aspectos que dan realce a esta pieza para flauta baja: la importancia del "no entender entendiendo", que diría san Juan de la Cruz, y la preeminencia de una búsqueda tímbrica en los límites del instrumento que nos habla de un compositor con una enorme voluntad de trascender el sonido más allá de las convenciones tautológicas impostadas durante siglos en los instrumentos. De este modo, Mimic adquiere un enorme potencial comunicativo descrito a través de una música impactante, que la flautista italiana Alessandra Rombolà ha defendido de una manera tan intensa como técnicamente inapelable, haciendo alarde de un rigor absoluto y de una teatralidad que puebla de matices los tres fotogramas acústicos de la obra: su tensión sexual, su violencia soterrada, su asfixia en lo reiterativo, su confluencia de referentes y ecos en el teatro de la globalización. Si hace apenas unos meses daba cuenta en este diario de lo anodina que resultaba buena parte de la composición actual para flauta, con la aportación de Fran MM Cabeza de Vaca -nuevo ejemplo de esa excelente cantera de prometedores compositores que es en la actualidad el Conservatorio Superior de Aragón- este panorama parece renovarse con aires refrescantes capaces de dar relieves, matices y tensiones propias a un instrumento con tantos posibles».
A ello podemos añadir las consideraciones que la propia Rombolà expresa en el libreto del compacto, y que nos ayudarán a profundizar en la comprensión de tan rotundo tríptico: «Cada movimiento revela un aspecto específico, como si se tratara de un prisma: la idea de la repetición como unicidad, más evidente en el primer y tercer movimientos, donde los sonidos del aire y las repeticiones de sonidos percusivos se suceden; la apariencia de falsa movilidad, sugerida por la atmósfera estática y enrarecida del segundo movimiento; la independencia, sólo formal, entre los movimientos, unidos en realidad por una línea invisible; la flauta adentro y afuera, las respiraciones, los sonidos guturales y la voz "gritada" del intérprete... Todo esto sugiere una cierta fisicidad e incluso una voluptuosidad de la escena». Indudablemente, estamos ante uno de los puntos más fuertes de este compacto, tanto por calidad compositiva como interpretativa, con una seguridad, un refinamiento y un desarrollo de los muchos detalles de la partitura aún mayor que en su estreno, el 29 de noviembre de 2011.
Epigrama o Reflejo (2008), de Juan Manuel Artero (Madrid, 1969), también fue estrenada por Alessandra Rombolà (todas las obras del compacto lo han sido, excepto las de José Luis Torá y Alberto Posadas). La partitura nace de un trabajo previo, Sobre lo inútil perpetuo (2004), trío para mezzosoprano, flauta y piano -a partir de un texto de Manuel Altolaguirre- del que se derivan tres líneas melódicas que en Epigrama o Reflejo se reelaboran; de ahí, el carácter polifónico que la flauta sugiere (algo que se explora y potencia por la bella acústica de la Ermita de la Anunciada, donde este compacto fue grabado). Para Rombolà, en esta página «a la flauta le viene dada la tarea de descifrar la escondida polifonía, como si se trata de un pergamino antiguo. La rarefacción de algunos timbres, unida al uso magistral del silencio, desgranan un juego de referencias de significado. El reflejo de la flauta es el de sí misma, transfigurada», algo que se expande en las resonancias de la ermita románica, tramando un diálogo de tiempos, yoidades y espacios que convoca ecos del Luigi Nono tardío, aunque estéticamente Artero se muestra más conservador en cuanto a escritura.
También en el árbol genealógico de Luigi Nono, a través de su maestro Helmut Lachenmann, podemos injertar a José Luis Torá (Madrid, 1966), uno de los compositores más potentes y serios de la música española actual, del que escuchamos su página para flautín (partitura más antigua de este compacto) Kaspar Hauser Lied (1993). Página angustiosa y oclusiva, de torrencial necesidad comunicativa, de ella nos dice el compositor: «En este espacio cerrado, petrificado, palpar con la mirada -desconocedora de otra opción que su encierro- la interioridad del sonido, sus pliegues y fracturas, sus grietas e intersticios; en última instancia, quizá su posibilidad de apertura». Para romper su sombría y húmeda reclusión en los calabozos del anonimato, este Kaspar Hauser sonoro recurre, como indica Alessandra Rombolà en sus notas, a fortissimo con embocadura completamente cerrada, a pianissimo en multifónicos móviles y agudos, o a frullato para destruir la dinámica y el timbre, las paredes acústicas, creando una breve pieza (2:57 minutos) de un enorme virtuosismo, motilidad y violencia; pero, también, de la poética y de la ingenuidad esencial que caracterizan al propio Hauser, aquí visitado en su encierro antes de ser arrojado al mundo (a partir de ahí, ya en clave cinematográfica, los remitiría a la película de Werner Herzog, a Jeder für sich und Gott gegen alle (1974), para seguir las desventuras de Kaspar Hauser en una sociedad plagada de contrastes con respecto a la incógnita que su aparición representa).
Con sus 15:30 minutos de duración, Solo flute (2013), de Miguel Ángel Tolosa (Madrid, 1969), es la obra más larga del compacto. Se trata de una propuesta intensamente meditativa; de nuevo, con reminiscencias del último Nono, por su relación con el silencio, el espacio y el eco; así como de la música para flauta oriental, por su carácter introspectivo como ejercicio de respiración en el silencio: tan presente en Solo flute. Hay algo en ella, además (su escritura y libertades al intérprete lo refuerzan), que nos remite a John Cage, con su búsqueda del peso esencial de cada sonido y sus procesos de nacimiento, plenitud y extinción (tan vinculados en Cage, precisamente, con la música japonesa). Por su vivencia, tan intensa, del espacio sonoro, la reverberación y el eco de las bóvedas, estamos ante una de las partituras en las que la arquitectura se desvela en mayor medida, hasta los rumores que rodean al templo: quizás sus ángeles y/o fantasmas, audibles entre los cuerpos sonoros que desde su flauta disemina Rombolà a la Ermita de la Anunciada.
Al igual que con Fran MM Cabeza de Vaca, Alessandra Rombolà contaba con experiencia previa en la música de la balear residente en Berlín Lula Romero (Palma de Mallorca, 1987), debido a sus diversas colaboraciones con Vertixe Sonora. En este caso, Rombolà aborda wieder ein mitternachtiger Tag (2015), obra que nos devuelve a una flauta más convulsa y agresiva, a la par que múltiple y moderna en sus registros, plenamente actual por tímbrica y estilo. Compositora profundamente interesada en el arte y en la historia, Romero se basa para construir wieder ein mitternachtiger Tag en un poema de Paul Celan, Spät und Tief -parte de su colección Mohn und Gedächtnis (1952)-; por ello, el carácter convulso y dramático de una flauta que, como en el caso de Torá, lucha contra las barreras de la incomunicación, a pesar del poderoso torrente sonoro desde el que nace, cuyo ímpetu se va, poco a poco, apagando como parte de una dramaturgia de la derrota. En todo caso, en absoluto hablaríamos de una derrota artística, pues el lenguaje de Lula Romero en esta partitura -alcance su deseo de comunicar o no- es intenso y bello, con técnicas muy potentes entre las que destacan el uso de los multifónicos, los glissandi, el slap, los sonidos de aire sin tono o el eco de la percusión de llaves. «Que advenga lo nunca sido», escribe Paul Celan en Spät und Tief, y ese parece ser el estado al que nos conducen Romero y Rombolà, tras su virulento proceso de depuración en pos de un final desnudo y frágil, en el que todos los posibles parecen plausibles.
Aunque Lle y Bwriaf Angor (1997), del británico Rhodri Davies (Aberystwyth, 1971), sea la pieza más breve del compacto (con sus 2:50 minutos de duración), es, sin duda, una de las más potentes y polimorfas, debido a su trabajo de las resonancias y a su concentración en la flauta baja de un planteamiento inicial concebido para ensemble. La partitura, cuyo título traduce Alessandra Rombolà del galés como Donde lanzo mi ancla, sintetiza muchas de las indagaciones de Davies en los ámbitos de la improvisación libre, la electroacústica, la instalación y la música contemporánea, plasmadas en una escritura completamente gráfica que Rombolà nos dice reelabora los símbolos de una antigua máquina de escribir, lo cual delimita su estructura espacial, sugiriendo movimiento o estatismo. La obra es de una fuerza poderosísima, dando la sensación de apoyarse en un entramado electrónico que expande su golpeos de aire por las naves del templo. En absoluto es así, siendo todo ello fruto del informado y contundente trabajo interpretativo de la flautista italiana, tal y como ella misma nos lo señala: «Escogí utilizar la flauta baja casi como si fuera un instrumento electrónico. Observando la partitura pensé en la intermitencia de la corriente eléctrica, los ruidos de los campos magnéticos, algo así como un cortocircuito... la acústica natural de la Ermita hizo el resto». El resultado: impresionante.
Cierra esta soberbia selección de partituras uno de los maestros de la música española actual, Alberto Posadas (Valladolid, 1967), con su pieza para flauta sola Eridsein (1995). De nuevo, nos encontramos con una obra a cuyo comienzo se asoman ecos de la música japonesa, del timbre y el ataque del shakuhachi, así como de su concepción del arte musical como ejercicio de meditación en el rumor de la voz de la instrumentista proyectada a la flauta. Ello crea dos capas sonoras que se multiplican por el uso que Posadas lleva a cabo del instrumento, con multifónicos impactantes en los que parecieran sonar dos flautas a la par. Es algo que se deriva y nos remite inmediatamente al título de la obra, que Posadas toma del griego y del concepto de disputa de dos elementos en tensión entre ellos; de ahí, ese contraste entre las livianas partículas que flotan suspendidas en el registro agudo y las que sostienen el edificio sonoro con una gravedad más rugosa. Tal y como afirma Rombolà, «todos los parámetros tienden a la superación de sí mismos: el control microscópico de la fragilísima polifonía, la respiración en continuum, el tiempo», tramando una obra compleja que es tanto viaje al interior del instrumento como al interior del yo. La excelente interpretación muestra las enormes dotes técnicas de la flautista, en una partitura, como las anteriores, de una complejidad endiablada, que Rombolà solventa con sabiduría, incardinándose en esa prolífica escuela de maestros trasalpinos de la flauta contemporánea: los Severino Gazzelloni, Roberto Fabbriciani, Mario Caroli (bajo cuya guía, precisamente, Rombolà obtuvo su Diploma de Espacialización en Estrasburgo), etc., cuyo trabajo de ampliación de los horizontes estilísticos de la flauta continúa y expande Alessandra Rombolà en el siglo XXI.
Por lo que al registro del compacto se refiere, la propia flautista nos explica el concepto sonoro por ella buscado: «Este disco es la historia de un viaje. Hacia un lugar físico, hacia un espacio acústico deseado. Las antiguas paredes que abrazan los espacios limitados por los siglos son aquellas de la Ermita de la Anunciada, en el pueblo de Urueña. Es allí donde está la acústica perfecta, adonde voy cada vez que deseo hacer vibrar la voz de la flauta. Una acústica natural y cálida pero, a su modo, austera». Una grabación, por tanto, repleta de peso, ecos y belleza, en la que a un sonido natural y en primer plano se une todo un universo reverberante que confiere nuevas calidades a cada partitura. Completa esta edición un cuidado libreto con abundante información sobre los compositores y las obras escuchadas, así como fotografías de Alessandra Rombolà y la ermita vallisoletana donde este estupendo compacto fue registrado.
Este disco ha sido enviado para su recensión por Alessandra Rombolà.
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