Artes visuales y exposiciones

Paul Cézanne, un rompecabezas del arte moderno

Juan Carlos Tellechea
viernes, 17 de noviembre de 2017
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Paul Cézanne (Aix-en-Provence, 1839 – ídem, 1906) tenía en realidad poco talento para el dibujo, pero denotaba poseer una gran personalidad, sumamente tenaz, que le habría de permitir la consecución con enorme ahinco del estilo artístico postimpresionista que lo transformaría en el padre de la pintura moderna.

Ignorado y aislado mayormente por la crítica y el público durante mucho tiempo en sus años jóvenes, y solo apreciado entonces por algunos artistas como Edouard Manet, Paul Gauguin y Vicent van Gogh, Cézanne pasó al final de su vida a ser decididamente admirado por los creadores de la nueva generación, como Henri Matisse, Pablo Picasso, Juan Gris y Georges Braque, entre otros.

Una exposición que tiene lugar en estos meses y hasta el 11 de febrero de 2018 en la Staatliche Kunsthalle de Karlsruhe, en el estado federado de Baden-Württemberg (suroeste de Alemania), promete ser una de las más visitadas de la temporada y nos propone un nuevo discurso sobre Cézanne. Se trata aquí de verlo como el artista que transgrede frecuentemente las fronteras entre los diversos géneros pictóricos, haciendo que sus bodegones parezcan misteriosamente paisajes y sus paisajes surtan el efecto de retratos ante los asombrados e incrédulos ojos del espectador.

Metamorphose (Metamorfosis) se titula la muestra que reune aquí un centenar de cuadros de Cézanne, entre óleos, acuarelas y dibujos, cedidos por prestigiosos museos y colecciones de todo el mundo, entre ellos el Musée d'Orsay, de París, el Museo Pushkin, de Moscú, el Museu de Arte, de São Paulo, el Dallas Museum of Art, de Dallas, el J. Paul Getty Museum, de Los Ángeles, el Museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid, el Metropolitan Museum y el Museum of Modern Art, de Nueva York, y la National Gallery of Canada, de Ottawa. El historiador de arte Alexander Eiling, comisario de la muestra, es el editor responsable del excelente catálogo, publicado por Prestel/Randomhouse de Múnich.

Cézanne. MetamorphosesCézanne. Metamorphoses © 2017 by Bernadette Fink

Cézanne vivía y trabajaba retirado en su Aix-en-Provence natal, cultivaba la langue d'oc, y esto le permitía cierta independencia frente a las modas y críticas de su tiempo, aunque lo hacía menos atractivo para los coleccionistas. Entre otros motivos, su amistad con Camille Pissarro lo llevó a interesarse por los impresionistas, afirma el historiador de arte británico Michael Clarke en un ensayo publicado en el referido catálogo.

Aprendió mucho de él durante su estancia en Pontoise y en Auvers-sur-Oise en la década de 1870. Fue la experiencia más importante y modeladora de su vida y tuvo como efecto repensar a fondo su técnica. Cézanne copiaba la forma de pintar de Pissarro, lo que condujo a una paleta más clara de colores y a pinceladas más sosegadas, en comparación con los enérgicos movimientos de los primeros años. Además conoció así lo que es estudiar y analizar con toda tranquilidad el paisaje.

Lo extraordinario en la pintura de Cézanne es que crea espacios desestructurados; supera las fronteras entre el retrato y el paisajismo a través de la monumentalidad de sus figuras; y naturalmente abole también los límites entre los bodegones y el retrato, creando enlaces entre la persona representada y el fondo del cuadro.

Los historiadores de arte tienen el hábito de intentar siempre algún orden para describir la creatividad artística de la humanidad. No es que éstos se dediquen a conocer en profundidad y hasta en el más mínimo detalle las técnicas y los materiales empleados por los artistas. No. Prefieren limitarse a encasillarlos de alguna forma para tratar de entenderlos y relatar cronológicamente lo que hacen, así como inferir el por qué de sus tendencias a través de los géneros que cultivan.

Ello ocurre frecuentemente con las exhibiciones de arte, en especial con la obra de Cézanne, y es en lo que trata de no incurrir esta institución cultural, subraya Eiling en la conferencia de prensa previa a la inauguración el pasado 28 de octubre. Eiling, formado en la Universidad Johann Wolfgang Goethe, de Francfort del Meno, asumirá en febrero próximo en esa ciudad el cargo de conservador-jefe del Städel Museum que dejara libre un colega suyo, Felix Krämer, próximamente al frente del Museo Kunstpalast de Düsseldorf.

En las naturalezas muertas de Cézanne se esconden paisajes y en sus retratos se ocultan bodegones, se muestra convencido Eiling, quien procura verter una mirada a su obra de manera totalmente opuesta a la lectura hecha hasta ahora sobre ella, señalando lo que cree son similitudes, transiciones y puntos de intersección.

Interesante e icónica resulta ser la acuarela Chaqueta en una silla, realizada entre 1890 y 1892, propiedad de un coleccionista privado de Estados Unidos. El motivo es simplemente el de una chaqueta sobre una silla, como lo describe su nombre, pero uno se pregunta al ver la imagen qué es y qué significa esa montaña de tela apilada allí que parece tener algo de organismo latente, acota el conservador de la muestra. Por un lado, es una naturaleza muerta, pero por otro, parece una escultura; puede ser la cumbre de una montaña, como la provenzal Sainte-Victoire (ante cuya maciza efigie vivió y trabajó Cézanne), o el retrato de una figura ausente.

Paul Cézanne. Montagne Sainte-Victoire.
.Paul Cézanne. Montagne Sainte-Victoire. © 2017 by Staatliche Kunsthalle Karlsruhe

Dicho sea esto al margen y de paso, una de las múltiples versiones del celebre y valioso cuadro Montagne Sainte-Victoire (1897), descubierta por casualidad hace un par de años en la oculta colección privada de Cornelius Gurlitt (hijo del comerciante de arte Hildebrand Gurlitt que colaboraba en la compra y venta de arte con el régimen nazi de Adolf Hitler) es exhibido en estos meses en el Museo de Arte de Berna, en una muestra titulada Bestandsaufnahme Gurlitt sobre la cual mundoclasico.com publicará próximamente un reportaje.

Por el momento al menos, ha quedado claro que, contrariamente a lo que se sospechaba en un comienzo, el lienzo no fue robado por los nazis, si bien la información sobre su procedencia sigue siendo aún incompleta y se investiga cómo fue a parar al legajo del coleccionista Cornelius Gurlitt que almacenaba más de 1.500 cuadros en sus residencias de Múnich y Salzburgo. Sobre la exposición homónima que tiene lugar asimismo en estos meses en el Centro de Arte y Exposiciones de Alemania, en Bonn (en cooperación con Berna), publicaremos una reseña próximamente.

Pero volvamos a la exposición de la Staatliche Kunsthalle de Karlsruhe que ahora nos ocupa. El pasaje de un género a otro era sintómatico a finales del siglo XIX, ya que los artistas aspiraban a librarse de las clasificaciones que los encajonaran por categorías. En tal sentido, Cézanne se inclinaba por subordinar todo a la gestualidad pictórica, a cada una de las pinceladas personales que daba, convencido que de ellas puede emanar todo. En el óleo Hombre sentado, pintado entre 1905 y 1906, en el que se ve a un individuo sentado sobre una silla al aire libre, la figura no tenía por qué tener similitud con un retrato en particular; el hombre estaba colocado allí como una naturaleza muerta; como formando parte del paisaje; y de su antebrazo parece crecer un árbol.

Cézanne veía siempre algo diferente en los motivos que encontraba; era su ángulo particular el que primaba. Sugestivo resulta también confrontar en este sentido el cuadro Madame Cézanne en sillón amarillo (1888/1890), que parece un bodegón, con la Pirámide de cráneos (1898/1890), en el que las calaveras tienen aquí también un carácter peculiarmente marcado, como una naturaleza muerta.

Paul Cézanne: Pirámide de cráneosPaul Cézanne: Pirámide de cráneos © 2017 by Staatliche Kunsthalle Karlsruhe

Una base muy importante para Cézanne fue la copia de los antiguos maestros. A través de sus bocetos, por ejemplo, se puede apreciar cómo transfirió estructuras de los cuadros de Peter Paul Rubens a grupos de árboles en la Provence. Una diosa de la guerra del pintor flamenco se convierte en una bañista. Es decir, las composiciones de cuadros históricos son utilizadas por él para sus naturalezas muertas.

Cézanne no quiso librarse por completo de la tradición, aunque a partir de ella desarrolló algo propio. Lo que le interesaba era el ritmo, el movimiento; hay una tensión productiva en su obra, tanto en el innovador proceso pictórico como en la apropiación creativa de cuadros de la historia del arte. En síntesis, Cézanne resulta ser un maestro de la copia individual y creativa que con su polifacética obra como pintor, dibujante y acuarelista deja perplejo al espectador por la diversidad de esas apropiaciones.

No en último término debido a su tendencia hacia la abstracción de los elementos en sus cuadros se lo considera como un pionero del arte moderno, aunque en realidad él aspiraba meramente a renovar la pintura sobre el fundamento del arte clásico. Cézanne tardaba meses para terminar una obra, contrariamente a los impresionistas. Con sus luminosos paisajes, sus bañistas, sus retratos y sus naturalezas muertas vemos aquí a un artista que busca secretos, que trata de capturar la esencia del mundo; un artista muy diferente al presentado hasta ahora en las retrospectivas anteriores sobre su obra.

Por supuesto, no se hallan aquí presentes todos sus trabajos, pero a los que están se los puede ver por primera vez como una unidad. En lugar de contemplarlos a través de un ordenamiento cronológico o genérico clásico, los podemos admirar a través de sus diferentes géneros y fases creativas colgados uno al lado del otro. Así es como realmente podemos apreciar el nexo existente entre el dramatismo de las figuras del primer período con la sublimidad y perennidad de sus bodegones.

Se discurre a menudo que Cézanne en su obra tardía rompió con sus comienzos artísticos. Pero en esta exhibición se muestran los enlaces íntimos que hay entre sus diferentes fases y evoluciones. Paralelamente resulta clarísimo el importante papel que tuvo la copia en su creación. Cézanne era muy tradicionalista, y como ningún otro artista de su generación copiaba a los antiguos maestros y a sus contemporáneos para confrontarse con ellos creativamente.

Los modelos de figuras y detalles de grandes composiciones perviven de otra forma, de manera modificada en sus cuadros. Esta exposición deja a la vista su ambigüedad; podía transformar estructuras de por si firmes en fluidas y, a la inversa, compactar formas que fluían suavemente. Todas estas rarezas fueron aceptadas de buen grado por la generación posterior que lo admiró y lo consideró como el padre de todos nosotros, el que nos ofreció su protección, según Picasso y Matisse.

Cézanne, como quien dice, estaba literalmente sentado entre dos sillas, en algún sitio entre los impresionistas y los cubistas, y de alguna forma entre Claude Monet y Picasso, de cuyas colecciones, por otra parte, provienen dos paisajes. Para Picasso, Cézanne pintaba el mar tan duro como la piedra. Así era, según él, cómo debían entenderse los estados de agregación en cambio permanente de su admirado artista: en sus cuadros lo líquido parece sólido y lo sólido parece blando.

La retrospectiva póstuma de Cézanne de 1907 en el Salón de Otoño de París tuvo un fuerte impacto sobre la senda que tomaría desde entonces la vanguardia, acreditando su posición como uno de los artistas más influyentes del siglo XIX y augurando el advenimiento del cubismo. Fue precisamente la exploración realizada por Cézanne, en el área de la simplificación geométrica y de los fenómenos ópticos, la que inspiró a Picasso, Gris, Braque y a otros para continuar experimentando con múltiples visiones aún más complejas sobre la misma temática y más tarde con la fractura de las formas. Matisse se sentía fascinado por la utilización del color y sus matices en la obra de Cézanne; Picasso, a su vez, desarrolló la estructura de la composición plana de éste para crear el estilo cubista.

El reconocimiento de su obra alcanza su apogeo en 1903 al ser presentada en diversas muestras, el Salón de otoño de París, la Secesión de Viena y la de Berlín. En los dos años siguientes esta actividad continuará de forma incesante. Casi al final de su vida muchos artistas jóvenes viajaban a Aix-en-Provence para verlo trabajar y pedirle consejo. Tanto su estilo como sus teorías continúan siendo misteriosas y crípticas; para unos era un pintor primitivo ingenuo y para otros un maestro en los complicados procedimientos técnicos; un rompecabezas del arte moderno.

Tras su muerte proliferaron los elogios. Cézanne es para mi un maestro par excellence, anotaba Paul Klee en su diario en 1909, tras haber visto más de una decena de sus cuadros en la Secesión de Múnich. El grupo expresionista Der Blaue Reiter se refirió a él en su almanaque de 1912. En esta publicación, Franz Marc hacía hincapié en la congenialidad entre El Greco y Cézanne, en cuyas obras creía ver, respectivamente, las puertas de entrada a una nueva época de la pintura.

También André Derain se sintió conmovido por la pasión de Cézanne. Le siguieron Fernand Léger, Marcel Duchamp y Piet Mondrian. El entusiasmo habría de ser duradero. Cuando cumplía 80 años de edad en 1949, Matisse reconocería que era al arte de Cézanne al que más debía. Para Braque, el influjo que recibió de Cézanne fue iniciático, ya que éste, decía, fue el primero que se alejó de la doctrinaria perspectiva mecanizada de su época.

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