Artes visuales y exposiciones

Las visiones de un genio

Juan Carlos Tellechea
viernes, 2 de marzo de 2018
Raffael © 2017 by Hirmer Verlag Raffael © 2017 by Hirmer Verlag
0,0014694

Una espectacular exposición sobre la obra del genial Rafael Sanzio (Urbino, 1483 – Roma, 1520), uno de los tres grandes del Renacimiento, junto con Leonardo da Vinci y Miguel Ángel Buonarroti, acaba de concluir en el museo Albertina, de Viena, dejando impresiones que perdurarán por mucho tiempo en la memoria de los casi 400.000 visitantes que han tenido la oportunidad de admirarla hasta quedar sin aliento, emocionados y deslumbrados por sus trabajos.

La muestra, titulada Raffael, y preparada durante cinco años en cooperación con el Ashmolean Museum, de Oxford (Inglaterra), fue verdaderamente una sensación desde el punto de vista de la historia del arte, ya que reunió 18 cuadros y 130 dibujos que normalmente se encuentran repartidos por numerosas pinacotecas de casi todo el mundo. El estupendo catálogo de 450 páginas fue publicado por la prestigiosa editorial Hirmer Verlag, de Múnich.

Según el director del Albertina, Klaus Albrecht Schröder, ésta fue la tercera exhibición más cara en la historia de su museo, tras las presentaciones realizadas tiempo atrás de las obras de Vincent van Gogh y de Miguel Ángel. Ordenada cronológicamente, la exposición, la mejor de la temporada 2017/2018, permitió conocer de cerca el trabajo de Rafael, así como sus secretos para exaltar la belleza, a través de sus estudios y bocetos, gracias a la abrumadora disposición de instituciones y personas que cedieron expresamente sus obras.

 

Entre éstas, justo es mencionarlas, figuran los Museos Vaticanos, la Gallerie degli Uffizi, de Florencia, el Museo del Louvre, de París, el Museo del Prado y el Thyssen-Bornemisza, de Madrid, el Museo e Gallerie Nazionali di Capodimonte, de Nápoles, la Fondazione Querini Stampalia, de Venecia, las National Galleries of Scotland, de Edimburgo, el British Museum y la National Gallery, de Londres, así como la reina Isabel II de Inglaterra, el Museo de Bellas Artes, de Budapest, los Staatliche Museen, de Berlín, el Museum Kunstpalast, de Düsseldorf, el Städel Museum, de Francfort, la Hamburger Kunsthalle, de Hamburgo, el Palais de Beaux-Arts, de Lille (Francia), el Teylers Museum, de Harlem (Países Bajos), National Gallery of Art, de Washington, la Kunsthaus de Zürich, y una colección privada de Nueva York que ha solicitado no ser identificada públicamente.

Del Ashmolean Museum, que posee con 100 ejempleares una de las mayores colecciones de dibujos rafaelescos, cerca de 40 se enviaron a Viena y otros tantos fueron aportados por la propia la colección del Albertina, cuyos fondos poseen 50 hojas. Rafael fue uno de los más refinados dibujantes en la historia del arte occidental y cada uno de sus trabajos a lápiz, sanguina, pluma, carbón, punta de plomo o de plata, laca parda, albayalde, acuarela lleva en realidad una doble vida, porque, por una parte, con trazos netos, de gran precisión, o esfumados, sobre papel blanco o coloreado, es una obra de arte en si misma y, por otra, es un boceto para ir perfilando posturas y composiciones que llevaría después, con algunos cambios, a sus grandes cuadros.

Uno de los motivos preferidos de Rafael, el Niño Jesús, fue presentado en diferentes variaciones junto con distintos cuadros de la Vírgen. En algunas escenas se lo ve absorto, jugando, algo que para la época significaba quebrar un tabú. Restaurada especialmente para esta exposición, la Madonna dell'Impannata (posiblemente 1511), del Palazzo Pitti, de Florencia, es exhibida cerca del retrato de quien encargara originalmente la obra, el mecenas Bindo Altoviti, así como de la serie de esbozos que realizara el artista antes de pintarla al óleo sobre madera (tres tablas de álamo unidas). Hasta ahora no había sido presentada en Florencia con esta magnificencia, con este resplandor, con este brillo cromático, tras la excelente labor de limpieza y renovación de su superficie, así como de reparación de las cuñas que mantienen unidas las maderas.

De algún cuadro, como por ejemplo el de La Vírgen con el Niño y San Juan Bautista, los esquemas y dibujos esperaban en el Albertina, pero paradójicamente el óleo no pudo ser visto en esta exhibición, porque no hubo manera de obtenerlo del Museo de Historia del Arte, de Viena, situado a pocos metros de distancia y cruzando el Ring (vía de circunvalación del centro) de la capital austríaca, que no autorizó el préstamo para esta muestra.

De todas formas, no se le echó mucho de menos ya que la presentación museística de la exposición fue sumamente atractiva y merecía ser recorrida de forma pausada y recoleta a lo largo de todas sus salas. Esta impecable presentación estaba muy a la altura del perfeccionismo de Rafael y el número de obras reunidas fue todo un acontecimiento sin precedentes. El ideal de belleza de la época, la naturalidad y la armonía con que el artista lo dejó plasmado en sus creaciones fascinó a los espectadores.

Lamentablemente Rafael vivió solo 37 años, pero su talento precoz y su formación en varios talleres de prestigiosos artistas de su tiempo, así como la fuerte influencia de algunos de ellos, verbigracia el Perugino, Fray Bartolomeo y Leonardo da Vinci, llevaron al muy productivo artista a que a los 17 de edad recibiera su primer contrato como maestro y a los 25 fuera invitado por el papa Julio II a decorar los muros de algunas de las habitaciones del Vaticano (las cuatro maravillosas Estancias de Rafael, situadas en el primer piso del Palacio Apostólico). Fue este el mayor encargo de su vida y falleció sin poder concluirlo; tuvieron que terminarlo miembros de su taller. Rafael admiraba también a Miguel Ángel, ocho años mayor que él, pero éste, quien detestaba ya a Leonardo, comenzó a aborrecerlo cuando trabajaban simultáneamente en el Vaticano; Buonarroti en la Capilla Sixtina y Sanzio en las referidas estancias.

Si bien Rafael no podía ingresar a la Capilla para ver el trabajo de Miguel Ángel hay relatos, según los cuales el recinto le fue mostrado secretamente por el arquitecto de la Basílica de San Pedro, Donato Bramante, aprovechando un momento en que el gran maestro no se encontraba allí. Así habría conseguido Sanzio asimilar influencias de Buonarroti integrándolas a su estilo personal, a tal punto que éste llegó a acusarlo de plagio y en una carta lo acusaba de haber aprendido de él todo lo que sabía de arte. En La Escuela de Atenas, una de las obras más preciosas de la Stanza della Segnatura (la primera que decoró al fresco Rafael), aparece el retrato de Miguel Ángel en la figura del filósofo Heráclito, entre otras similitudes que creen haber encontrado en sus figuras especialistas que analizaron su labor.

Aunque huérfano desde los 11 años, Rafael logró vivir holgada y refinadamente alternando en círculos aristocráticos, gracias a diversas ayudas de gente poderosa y adinerada de su tiempo que incluso se desgarraba las vestiduras por un dibujo suyo. Ya en aquel entonces había coleccionistas de sus láminas. El dinero sigue persiguiéndolo hasta hoy. En diciembre de 2012 se subastó por 36.6 millones de euros el dibujo Cabeza de un joven apóstol (ca. 1519/1520), realizado en tiza negra, que pertenecía desde el siglo XVIII a la familia del actual duque de Devonshire y que fue exhibido también en Viena.

Se trataba de un cartón auxiliar que sirvió para preparar La Transfiguración (óleo sobre madera), perteneciente a los Museos Vaticanos, última obra de Rafael, de gran minuciosidad y una de las más destacadas del arte renacentista. Comenzada en 1518 quedó inacabada y fue concluida por un alumno suyo, Giulio Romano. Al igual que en este boceto, en La Transfiguración se anticipaban elementos que no se verían hasta el Barroco. La venta de este esbozo en una subasta tuvo además un significado muy especial, porque solo dos dibujos de esta calidad de Rafael fueron ofrecidos al mejor postor en los últimos 50 años. Cada uno de ellos alcanzó un precio récord, pero éste fue el más caro subastado hasta ahora. En la frenética puja, de infarto cardíaco. se llegó a triplicar el precio de salida.

A través de los diseños presentados en el Albertina sobre el proyecto se puede ver con qué esmero preparó el trabajo que realizaría con ayuda de su taller: primero trazó un bosquejo, después hizo un estudio de las figuras, seguidamente un estudio de las cabezas, más adelante un estudio de las arrugas, a continuación hizo pintar como prueba la constelación de figuras. Se encontraba entonces en directa competencia nada menos que con Miguel Ángel. Éste a su vez apoyaba a su protegido, el veneciano Sebastiano del Piombo, con bocetos para otro óleo sobre madera que había sido encargado para la Iglesia Episcopal de Narbona.

Rafael no pudo terminar La Transfiguracion; murió el 6 de abril de 1520 (Viernes Santo) y en su estudio que ofició de capilla ardiente fue colgado el cuadro sobre su cabecera, en el mismo estado en que lo dejó, antes de que su cuerpo fuera trasladado al Panteón para su descanso eterno. El funeral fue grandioso y multitudinario y en la inscripción de su sarcófago de mármol figura el siguiente verso elegíaco escrito en latín por el cardenal, humanista, filólogo, escritor, poeta, traductor y erudito veneciano Pietro Bembo: ille hic est Raphael timvit qvo sospite vinci rervm magna parens et moriente mori (traducción aproximada: Aquí yace Rafael, por el que en vida temió ser vencida la naturaleza, y al morir él, temió morir ella).

Las causas de su deceso prematuro no se conocen con precisión; tal vez por la peste o por la supuesta vida licenciosa que habría llevado. Hay mucho de leyenda en todo esto que acrecienta aún más el mito sobre su figura. Se dice que pese a haber estado comprometido (a la fuerza) con la sobrina del cardenal Bernardo (Bibbiena) Dovizi, a quien debía el gran favor de haberlo introducido en el Vaticano, mantenía relaciones amorosas con su modelo Margherita Luti, hija de un panadero de Siena, más conocida como La Fornarina.

La figura de La Fornarina aparece en varios de sus cuadros y por último fue inmortalizada en el Retrato de una joven (1518/1519) que en su brazo izquierdo lleva un brazalete grabado con el nombre de Raphael Vrbinas. Margherita Luti se retiró al convento de Santa Apolonia cuatro meses después de la muerte de Rafael y falleció en 1522 también por factores no aclarados. Estos hechos, más algunas investigaciones con rayos X del citado cuadro que permitieron ver bajo capas de pintura un anillo de boda en el dedo medio de la mano izquierda de la joven, refuerzan la teoría de que se habrían casado secretamente. Fue, tal vez, una historia de verdadero amor eterno, para algunos, un indestructible vínculo karmico que ambos se llevaron consigo para siempre a la tumba.

Comentarios
Para escribir un comentario debes identificarte o registrarte.