Alemania

La navegación de Vasco da Gama por las rutas del espacio

Juan Carlos Tellechea
miércoles, 7 de marzo de 2018
L'Africaine según Kratzer © 2018 by Monika Rittershaus L'Africaine según Kratzer © 2018 by Monika Rittershaus
Fránkfurt, domingo, 25 de febrero de 2018. Oper Frankfurt. L'Africaine - Vasco da Gama, ópera en cinco actos de Giacomo Meyerbeer (1791 - 1864), con texto de Eugène Scribe. Estreno de la versión original reconstruida el 2 de febrero de 2013, en el Theater Chemnitz (Chemnitz/Sajonia). Estreno de la versión de François-Joseph Fétis el 28 de abril de 1865 en la Opéra Paris. En francés con sobretítulos en alemán e inglés. Régie Tobias Kratzer. Escenografía y vestuario Rainer Sellmaier. Vídeo Manuel Braun. Iluminación Jan Hartmann. Dramaturgia Konrad Kuhn. Intérpretes. Vasco da Gama, Michael Spyres; Selika, Claudia Mahnke; Nelusko, Brian Mulligan; Inés, Kirten MacKinnon; Don Pedro, Andreas Bauer; Don Diego, Thomas Faulkner; el gran inquisidor de Lisboa/el sacerdote supremo de Brahma, Magnús Baldvinsson; Don Alvar, Michael McCown; Ana, Bianca Andrew; primer marinero, Isaac Lee; segundo marinero, Patrick Henckens; tercer marinero, Thomas Charrois; cuarto marinero, Hyeonjoon Kwon; ujier del consejo, Hyun Ouk Kwon; un sacerdote, Hyung Kwon Lee; Susanne Beschorner; artistas voladores Susanne Beschorner, Simone Kieltyka ANGELS Aerials. Coro y coro extra de la Oper Frankfurt, preparado por Tilman Michael. Comparsar de la Oper Frankfurt. Orquesta Frankfurter Opern- und Museumsorchester. Director Antonello Manacorda. 100% del aforo.
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El estreno de una nueva producción de L'Africaine – Vasco da Gama, de Giacomo Meyerbeer aguardado con gran expectación y entradas agotadas desde hacía meses, fue todo un éxito. La Ópera de Frankfurt vivió una grandiosa velada  en la cual la música y el canto alcanzaron niveles espectaculares. La orquesta Frankfurter Oper und Museumsorchester, depositada en las muy buenas manos del italiano Antonello Manacorda, ejecutó la obra excelsamente. Las voces de Spyres, Mahnke, Mulligan, MacKinnon y el resto del elenco vibraron con una energía, con un colorido y con una expresividad en sus registros que embelesaron al público y a la crítica.

Únicamente, no convencieron del todo la régie de Tobias Kratzer y la dramaturgia de Konrad Kuhn. La pieza está ambientada en la era espacial (las exploraciones marítimas y los descubrimientos eran comparables en aquellos siglos a los de la NASA hoy en día); hay mucho de la ciencia ficción de los filmes Star Wars y Star Trek en esta puesta hollywoodense (o más bien bollywoodense). Sin embargo, a partir del tercer acto parecía como que a ambos se les habían agotado las ideas. El relato no era demasiado claro, sobre todo para un público que conoce poco de esta historia real de la era de los descubrimientos.

Los últimos siete minutos con dos astronautas (Susanne Beschorner y Simone Kieltyka, del grupo acrobático ANGELS Aerials) colgados del techo, jurándose amor eterno bajo las estrellas, fueron ya, a mi juicio, el colmo del kitsch. El estreno fue cerrado con muchos aplausos y ovaciones del público, de pie, durante largos minutos, pero también con abucheos de parte de quienes consideraban, no sin razón, un tinglado la versión de Kratzer, relegada por último al género del teatro de variedades.

No es que no hubiera dinero suficiente (muchas veces la escasez de medios enciende la inventiva de los creadores con talento). La opulenta escenografía y el elegante vestuario (Rainer Sellmaier) no escatimaron en costos. Los decorados fueron cambiados en cada acto. Primero nos sitúan en un centro de investigación espacial; después en el Consejo del Reino (de Portugal); en el segundo acto en una carcel (donde el blasfemo Vasco da Gama fue encerrado por orden de la Inquisición de Lisboa); en el tercero en la cabina de una nave interplanetaria viajando por el espacio; en el cuarto acto en la India, y en el quinto junto a la manzanilla de la muerte y bajo el firmamento estelar testigo del encuentro de las almas que se juran amor para siempre.

Durante casi 30 años, a partir de 1837, trabajaron en la pieza Meyerbeer (con interrupciones mientras componía Le prophète) y su libretista Eugène Scribe. La temática sobre el polémico navegante y conquistador portugués era dificil y querían hacer una gran ópera en cinco actos con ballet incluido. Al final no resultó nada de lo que se proponían; la pieza quedó inacabada y el 28 de abril de 1865 se estrenó con gran éxito en la Opéra de Paris una versión resumida y arreglada por François-Joseph Fétis, que recorrío después varios coliseos europeos (Londres, Madrid, Nueva York, Berlín, Bolonia, Barcelona). Durante más de un siglo L'Africaine – Vasco da Gama quedó sepultada en el olvido. El único vestigio más o menos conocido hasta hoy es el aria del cuarto acto Oh, paradis! interpretada la mayoría de las veces en italiano (Mi batte il cor) por muchos tenores famosos que la grabaron en disco.

En la Alemania nazi, racista y genocida, por supuesto, no podía ser resucitada la obra de un compositor judío (su verdadero nombre: Jakob Liebmann Meyer Beer, nacido el 5 de septiembre de 1791, en una casa de postas en Taskdorf, marca de Brandemburgo, y fallecido el 2 de mayo de 1864 en París), aún cuando hubiera sido, como lo fue, una figura de tanto éxito en el mundo de la lírica del siglo XIX y considerado un maestro de la Grand Opéra francesa.

Hace un lustro fue por fin desenterrada por el Theater Chemnitz, de esa ciudad de Sajonia (este de Alemania), que reconstruyó la versión original, valiéndose del manuscrito de Meyerbeer, lo que constituyó todo un acontecimiento. Ahora fue la Oper Frankfurt la que ofreció una nueva versión, basada en la de Chemnitz. Pero, como señalara al público el propio responsable de la dramaturgia, Konrad Kuhn, en una charla introductoria antes de la función, la obra sigue siendo todavía elaborada y no se descartan modificaciones en el futuro.

La contradictoria figura de Vasco da Gama (Sines, ca. 1460 o 1469 – Cochín, India, 1524), pero también la de su rival, Don Pedro (Álvares Cabral, Belmonte, 1467 o 1468 – Santarém ca. 1520), el descubridor de Brasil, están en la picota en esta obra crítica del colonialismo y del ambiente de intrigas, traiciones y asesinatos que predominaba en la corte y en el Consejo del Reino de Portugal (el período histórico en cuestión abarca las monarquías de Juan II, Manuel I y Juan III, posteriores a las exploraciones iniciales del infante Enrique, el Navegante, uno de los protagonistas de la política portuguesa en la primera mitad del siglo XV).

Meyerbeer exige muchísimo a los cantantes, sobre todo en las tonalidades más agudas, pero también en las más oscuras, y éstos respondieron maravillosamente bien a los requerimientos de la partitura. Michael Spyres (Vasco da Gama) y Kirsten MacKinnon (Inés) debutaron con enorme brillo en la Ópera de Francfort. Claudia Mahnke hizo una Selika impresionante, Brian Mulligan un Nelusko impecable. Otro tanto ocurrió con el Don Pedro de Andreas Bauer y el gran Inquisidor/Sumo Sacerdote hindú de Magnús Baldvinsson.

Como esta era es espacial, los personajes exóticos son extraterrestres, pero no de color verde (como uno pudiera haberse imaginado), sino de azul. En el original, Meyerbeer y Scribe no se sujetaban estrictamente a la realidad y las figuras de estos no europeos eran una rara mezcla entre africano e hindú. El compositor se había interesado incluso por estudiar el brahmanismo y el hinduismo, así como la trinidad puránica de Brahmá, Visnú y Shivá mencionada en el libreto. La música del tercer acto comienza con intervenciones solísticas de flauta con fuertes reminiscencias hindúes que se hacen más patentes en el cuarto acto con la obertura y la marcha hindú. Al final de su vida y durante un breve lapso en 1524, Vasco da Gama, descubridor de la ruta de las especias fue gobernador de la India portuguesa con el título de virrey.

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