Discos
La pasión arrolladora de Aleksandra Mikulska
Juan Carlos Tellechea

La elección de la sala Mendelssohn (de música de cámara) de la Gewandhaus de Leipzig para la grabación (sin público) de este quinto disco compacto de la pianista polaca Aleksandra Mikulska (Varsovia, 1981) ha sido todo un acierto. La calidad acústica del recinto, construido en 1979 e inaugurado en 1981, en tiempos de la República Democrática Alemana, y remozado en 1997, tras la unificación, es excepcional. La sensible y nítida interpretación de las obras de Franz Liszt (1811–1886) por Mikulska suena maravillosamente muy bien.
Los ingenieros de aquel entonces (Wolfgang Fasold, Helgo Winkler, Hans-Peter Tennhardt y Eberhard Küstner) lograron tanto aquí, como en la gran sala de conciertos de la Gewandhaus, una calidad de resonancia como la de una caja de violín. Utilizaron maderas de arce para el revestimiento de las paredes y para los elementos acústicos circulares adosados a ellas. La excelente experiencia del sello grabador Genuin, de Leipzig, con este lugar que visitó previamente la pianista para constatar sus características, está más que demostrada aquí.
Además, Mikulska eligió un piano Bösendorfer (Concert Grand 280VC) por el colorido que logra con este instrumento y, summa summarum, el CD se escucha tan bien como si el concierto tuviera lugar en el salón de casa. Su sensible mano se aprecia asimismo en todo el programa seleccionado, las obras de Liszt que evocan importantes ciclos de su vida, en cambio constante entre lo escandoloso y lo divino, así como personas y países que conoció entre las décadas de 1830 y 1840 y que fueron trascendentales en su creación: Glanes de Woronince, S. 249 (1847); Trois études de concert, S. 144 (1845–1849); Liebestraum nro. 3, en la bemol mayor, S. 541 (1850); Soirées de Vienne, S. 427 (1846–1852); Liebeslied, S. 566 (1848); Frühlingsnacht, S. 568 (1872); Les Rhapsodies hongroises, S. 244 (1846– 853); y Rhapsodie espagnole, S. 254 (1863).
En el Liebestraum número 3, el más famoso de los Liebesträume. Drei Notturni (Sueños de amor. Tres nocturnos) se decantan sus recuerdos indelebles de la volcánica condesa Marie d'Agoult, seis años mayor que él y madre de sus tres hijos (dos niñas y un varón; una de la chicas, Cosima, fue primero la mujer del pianista y director Hans von Bülow, alumno de Liszt, y en segundas nupcias del compositor Richard Wagner). Liszt musicalizó (1845) para ello un muy atinado poema de Ferdinand Freiligrath (1810– 876). Los dos revolucionarios, el músico en si mismo, y el escritor y agitador, se conocieron en 1845 en Suiza, en medio de un siglo en convulsiones.
El verso compuesto por Freiligrath en 1829, cuando tenía 19 de edad, cobraría así también celebridad: ¡Oh, ama, ama mientras puedas!/ Oh, ama, ama mientras te guste amar!/ Llegará la hora, llegará la hora/en la que sobre las tumbas te lamentarás. El poeta alemán había tenido que exiliarse pocos años antes perseguido por la censura de la monarquía prusiana; conoció a Karl Marx en Bélgica, siguió en contacto con él en Londres y se hizo cargo de la redacción sobre temas internacionales en su diario Neue Rhenische Zeitung.
Eran tiempos en los que estallaba la producción creativa de Liszt, bajo el influjo no solo de la condesa d'Agoult, antes de la separación de ambos, sino también de Hugues-Félicité Robert de Lamennais (1782 - 1854), precursor del socialismo cristiano, con quien había trabado amistad en 1834. En plena época de la Lisztomanía, la histeria que recorría y engullía entonces a Europa, el pianista y compositor realizaba giras por el continente ofreciendo conciertos, tal como los conocemos hoy en día y donaba parte de sus honorarios para obras caritativas sociales, culturales y humanitarias. Quienes tuvieron la gran suerte de haber presenciado personalmente sus recitales hablan del éxtasis místico que experimentaban escuchando sus interpretaciones.
Este mismo estado de ánimo elevado o algo muy parecido es lo que logra Mikulska con su entera consagración a la obra de Liszt, al hacer suya esa dulzura poética del fenomenal compositor austro-húngaro. Las piezas emanan de su teclado con gran energía, con mucho sentimiento, con gran sensualidad; es, ni más ni menos, la prolongación de su propio espíritu que llega vibrante al corazón del oyente. Así ocurre también con la suite Glanes de Woronince, ligada al encuentro de Liszt, el 14 de febrero de 1847 en Kiev, tras un concierto benéfico, con la princesa Carolyne zu Sayn-Wittgenstein, ocho años más joven que el, y la intensa relación amorosa que duraría casi hasta el final de sus días.
El 22 de octubre de aquel mismo año, un mes después de haber decidido formar pareja, la princesa polaca celebró una fiesta popular en una de sus fincas en Woronińce (la Voronivtsi actual, Ucrania), donde nació en 1819. Durante el festejo Liszt, oyó por primera vez las dos dumkas (baladas épicas eslavas) que arregló para las piezas números 1 y 3, ejecutadas por Mikulska con pausada melancolía e inmensa ternura en este disco.
Gracias a Carolyne, Liszt se torna más sedentario, realiza menos viajes, se concentra más en la composición de obras y da comienzo a una nueva fase en su vida (1848). De este período data la reelaboración de los Trois études de concert (publicados en París en 1849 como Trois Caprices poétiques), del que la pianista ha elegido La leggierezza, número 2, en fa menor para esta edición. Las notas vuelan, flotan, levitan en el aire con el mágico y suave impulso de su digitación; es un toque que exhala un encanto inefable, indescriptible en una reseña como ésta.
Soirées de Vienne, un compendio de danzas, valses, caprichos distribuidos en nueve movimientos, compuesto por Listz entre 1846 y 1852, e inspirados en otros tantos bailes (danzas populares alemanas, ländler, valses nobles, valses tristes, escocesas) reunidos por Franz Schubert, entra al oído con una expresión muy nítida y fluida, con soltura, con un sentimiento liberado. Mikulska extrae del piano tonos puros, suaves, por momentos también enérgicos, fortissimos, impetuosos, pero sin llegar a ser duros ni cortantes o secos.
No hay expresiones forzadas, fingidas o retorcidas en su virtuosa interpretación y es por eso que logra transmitir sus emociones con tanta naturalidad, como es el caso de Liebeslied y de Frühlingsnacht, los arreglos para piano de Liszt sobre piezas de Robert Schumann, de 1848 y 1872 respectivamente. Mikulska, formada en Polonia, Alemania e Italia, elude todo adorno ampuloso e infunde a las composiciones un espíritu propio muy singular.
Les Rhapsodies hongroises (1846-1853) y la Rhapsodie espagnole (1863) cierran este disco compacto. La pianista polaca imbuída del temperamento de Liszt cuando evoca la fascinante música y el arte improvisador de los gitanos en su patria, nos hace partícipes de un legado que fue base de gran parte de lo que escribió y realizó este fenomenal compositor y que perdura hasta hoy. Sus manos apenas rozan las teclas en los pianissimos y es su corazón el que impele fuerza al piano en las tonalidades más compactas. Silencios, retardos, alargamientos, pequeñísimas pausas muy oportunas se encargan de transmitir ese terso lirismo de Liszt. El duende español atiza aún más el fuego húngaro en la Rhapsodie espagnole. El manantial inagotable de riquísimas tonalidades se vuelve más exuberante aún con las libres variaciones sobre la folia y la jota aragonesa (de una hondura conmovedora sin igual, doy fe) que tanto impresionaran a Liszt en su viaje por España y Portugal (1844/1845). No hay forma de contener ese ardor, esa pasión arrolladora y Mikulska se deja ir sin más en ese colorido torrente arrebatador, lleno de dificultades técnicas que supera excelsamente, hasta la vorágine final.
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