Alemania
¡Qué Carnaval ni Carnaval!
Juan Carlos Tellechea

El concierto del pianista español Juan Carlos Fernández-Nieto, convertido ya en todo un acontecimiento descollante del Klavier-Festival Ruhr 2018, fue aclamado por el público que colmaba la sala del Centro Cultural August Everding, de la ciudad de Bottrop, en esta cuenca minera e industrial del oeste de Alemania. El programa fue muy bien confeccionado para esta XXX Edición del festival, titulada ¡Vive la France!, que conmemora el Centenario del fin de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y del fallecimiento de Claude Debussy (1862-1918).
Por si fuera poco, el público aplaudía y aplaudía de pie sin cesar al joven salmantino hasta que éste, por último, no tuvo más remedio que sentarse de nuevo ante el teclado y dejar como bis la genial transcripción de Franz Liszt de la Marcha nupcial de El sueño de una noche de verano de Felix Mendelssohn Bartholdy, ovacionada apoteósicamente por el millar de espectadores.
Desde aquí viajaba Fernández-Nieto a Nueva York (donde reside) para ofrecer otro recital. Fue en esta urbe estadounidense donde su ascendente carrera internacional recibió recientemente un fortísimo impulso, tras una sustitución a último momento en el Carnegie Hall con la Chamber Orchestra of New York. Después continuaría viaje a Bogotá, para tocar el 17 de mayo con la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia. Para julio está programada su presentación en la XIX edición del Concurso Internacional de Piano de Santander. Pero, diría que la época de los concursos está ya finiquitada para Fernández-Nieto, quien se encuentra en plena fase de ofrecer maravillosos conciertos en todos los continentes.
Uno de los grandes méritos de este Festival de piano de la Cuenca del Ruhr que dirige el profesor Franz Xaver Ohnesorg es que está muy atento al descubrimiento de nuevos talentos, allí donde los haya, en todo el mundo. Fernández-Nieto ya era conocido en España desde su debut con 16 años con la Orquesta Ciudad de Granada, pero fue tras su graduación en la Universidad de Yale (New Haven, Connecticut) cuando comenzaron de lleno sus periplos internacionales.
¡Qué Carnaval ni Carnaval! El ciclo para piano Faschingsschwank aus Wien (1839), de Schumann, es todo menos una diversión. Los cinco movimientos de esta farsa de unos 23 minutos están reservados exclusivamente para grandes virtuosos como Fernández-Nieto: las enérgicas arremetidas en el Allegro, la claridad en los pianissimos del Romanze; la tensa atmósfera que estalla expresivamente en el breve Scherzino y en el no menos escueto Intermezzo tiene magnitudes beethovenianas. El pianista castellano, un gran trabajador y muy disciplinado en su quehacer, aborda este caleidoscopio de emociones intensas hasta el endemoniado Finale con mano firme, lectura fresca, ágil, refulgente y también con mucho amor por el detalle.
Las Six bagatelles pour piano opus 3 (1855) de Camille Saint- Saëns cerraron la primera parte del programa en medio de efusivos aplausos de la platea. El Poco sostenuto en si bemol mayor, arranca diría que con timidez hasta que se va explayando y fluye como un arroyuelo en la montaña; más rápido en esa búsqueda detallista del Allegro animato quasi presto en mi bemol mayor para alcanzar un momento de ensoñación; la exploración prosigue en lo que parece ser un simple ejercicio de digitación, que no lo es, en el Poco adagio en si bemol mayor que abre la vía hacia ese recóndito lugar del inconciente al que pretendidamente nos quiere trasladar Saint-Saëns por la vía no romántica.
El Moderato assai en fa mayor suena muy delicado, con mucha sensibilidad con exquisitas tonalidades pastel; el Allegro molto en re menor resulta muy retozón, hasta que sienta cabeza, entra en razón y cobra mayor vigor para arribar al Poco sostenuto - Adagio en sol menor que retoma brevemente el tema inicial, pero ya no de forma tan cohibida, ahora está más maduro, es seductor, nos lleva a la reflexión y entra profundamente en las entrañas. Sus seis bagatelas se esfuman en el aire, desaparecen como absorbidas por un neblinoso y misterioso paisaje e incoan el puente que nos conduce a Claude Debussy con sus Estampes (1903) en la segunda parte del recital.
Estrenada en 1904 en la Société Nationale de Musique, destinada a tocar y difundir la música francesa, de la cual Saint-Saëns fue cofundador, Estampes nos pasea con sus tres piezas cortas sobre una alfombra mágica por distintos ámbitos, un tanto oníricos, que despertaron la genial fantasía de Debussy en diferentes circunstancias. Esa esencia es captada extraordinariamente por Fernández-Nieto en (Pagodes) las reminiscencias orientales del compositor sobre los músicos javaneses que escuchó en la Exposición Universal de París de 1889; en (Soirée dans Grenada) la evocación de Andalucía (que nunca visitó), Granada y Manuel de Falla, con quien tomó contacto personal durante la estancia de éste en París entre 1907 y 1914; y en el eco de amorosas canciones infantiles (Nour n'irons plus au bois...; Do, do, l'enfant do...) que acompañan a los Jardins sous la pluie, fragmento menos enigmático que los anteriores y singularmente preferido por los pianistas. El primero, ejecutado con muchísima sensibilidad por Fernández-Nieto, con prestísimos toques sobre las teclas; el segundo, hipnotizante y muy emotivo, sobre todo en la maravillosa habanera; y el tercero con las imágenes vertiginosas de una lluvia persistente en el jardín de sus ensueños. Los tres llegan muy hondo a la sensibilidad de los espectadores, fascinados por sus imágenes y colorido.
Los cinco valses de Saint- Saëns los interpretó Fernández-Nieto con gran soltura y desenfado, el Valse canariote en la menor, sonaba juguetón; el Valse langoureuse en mi mayor, con gran finura y seguridad; el Valse gaie en si bemol mayor, con gran energía; el Valse mignonne en mi bemol mayor, un encanto en la ejecución del pianista español, con un acertado toque de humor (dicho sea de paso, hay incluso un filme mudo, de 1914, de Sacha Guitry, en el que se ve a Saint-Saëns en persona tocando este vals y sonorizado posteriormente con una grabación de noviembre de 1919 del mismo compositor); y el Valse nonchalante en re bemol mayor, con el que el pianista recarga serenidad para lo que se viene inmediatamente después, la compleja fantasía oriental Islamey (compuesta y estrenada en 1869, revisada en 1902), de Balákirev, que toca con transparencia, claridad, gran equilibrio y madurez.
Bailarines rusos brincan y zapatean imaginariamente en esta pieza, inspirada en su mayor parte en el folclore caucásico, cuyos temas, que sobreviven hasta nuestros días, fue recopilando in situ el compositor, fascinado por la majestuosa belleza de la lujuriante naturaleza de allí y la belleza de los habitantes, que armoniza con ella, según relata Balákirev en una carta, - todas estas cosas juntas me causaron una profunda impresión (...) Como me interesaba en la música vocal de allí, conocí a un príncipe circasiano que venía conmigo frecuentemente y tocaba melodías del folclore local con su instrumento, que era algo parecido a un violín. Una de las melodías, llamada Islamey, una danza, me agradó enormemente y, con vistas al trabajo que tenía en mente sobre (el poema sinfónico) Tamara, empecé a adaptarla para piano.
El primer tema (Allegro agitato-Andante espressivo-Poco più mosso energico) es una variación que difiere notablemente en su compás de una lezguinka típica de la República Kabardia-Balkaria. El segundo (Tranquillo-Andantino espressivo-poco scherzando-Poco più mosso, energico), en la lenta parte central, levita hasta los cielos y se basa en una melodía de amor tártara que conoció Balákirev a través de un actor armenio venido de Crimea durante una visita a la casa de Piotr Chaicovski en Moscú, en el verano de 1869. El tercero y último (Tempo I - Tranquillo Tempo I-Allegro vivo-Presto furioso), la coda, según indicación del propio compositor, debiera tocarse de manera parecida a la trepak, la danza popular de los cosacos rusos-ucranianos.
Y así sonaba todo, por algunos momentos alegre y frenético hasta la obsesión, en otros instantes mágico, romántico y ensimismado, más adelante restallaba enloquecedor, rayano al paroxismo, pero siempre bajo una extrema y rotunda concentración de Fernández-Nieto. ¡Enhorabuena Juan Carlos!
Comentarios