Hacía mucho, si no me equivoco desde su magnífica Casandra en Les Troyens (que debimos a Pappano más que a las entonces autoridades de la Scala), que la cantante más versátil –en el recto sentido de la palabra- que tiene hoy Italia no pisaba este teatro. No es la única, pero eso no es excusa. Como se demostró, no sólo tiene su público (el teatro no estaba lleno, pero en un concierto en la Scala, y cuando no hay arias de ópera de por medio, e incluso así, ya tenerlo por la mitad es un éxito, y aquí había más que eso), sino que es capaz de mantener en silencio –salvo cuando no podían evitar aplaudir al final de cada canción- a un variopinto auditorio que la recibió con una cerrado ovación y la despidió con clamores.
Nunca hace Antonacci un concierto monográfico. Siempre hay diversidad de lenguas, épocas, estilos. Siempre hay, como…
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