El debut en solitario de la soprano valenciana Èlia Casanova constituye una grata sorpresa. El primer barroco exige un dominio superlativo no ya del acento, sino también de la palabra poética barroca. La importancia del texto, a partir de ese “recitar cantando” que reclamaban los primeros compositores, requiere un trabajo minucioso, sobre cada sílaba, para buscar los colores y las inflexiones apropiadas, de modo que la música realce el efecto de la poesía. Su punto de partida no llega a la ausencia de impostación que propugnan intérpretes como Marco Beasley (para muestra, su recital Recitar cantando), pero acertadamente quita todo artificio al canto, de modo que la emisión sea lo más pura posible, sin renunciar al vibrato.
El resultado es un disco de música viva, con una capacidad de comunicación inmediata, fruto probablemente de un…
Comentarios